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Un crisol de experiencias y sabores

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Lima, la capital peruana se asoma desde un risco hacia el océano Pacífico flanqueada por un desierto costero que contiene a más de ocho millones de habitantes.

Dicen que en Lima no llueve nunca y a ello atribuyen que una nube liviana y grisácea cubra el cielo casi todos los días del año impidiendo que los rayos de sol impriman brillo a los colores de la ciudad.
La otrora cuna de reyes y virreyes donde se concentraba el poder y la riqueza de todas las actividades comerciales y culturales de la América española luce hoy como una metrópolis pujante que crece desprolijamente hacia sus extremos.

Lo más bello de la ciudad se concentra en el centro histórico, que pese a los terremotos que jaquearon la zona puede definirse como un culto a la restauración y la reconstrucción, donde se erigen los edificios más importantes de su arquitectura colonial que a la fecha engrosan el Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Alrededor de la Plaza Mayor, escenario de la fundación española en manos de Francisco Pizarro, se erigen -imponentes e impecables- el Palacio de Gobierno, la Catedral, el Palacio Arzobispal y la Municipalidad de Lima. Una pila de bronce lidera el centro de la escena, que en el pasado fue plaza de toros y lugar de ejecución de los condenados por el Tribunal de la Santa Inquisición.
A unas pocas cuadras de allí, se encuentra la iglesia y convento de San Francisco junto a las capillas de El Milagro y La Soledad. Impactan sus claustros y patios decorados con azulejos sevillanos y su espectacular y antiquísima biblioteca.

Lo más sorprendente del lugar es el recorrido a lo largo de las catacumbas y galerías subterráneas construidas bajo la basílica. Quienes no sufren claustrofobia podrán toparse con una colección de huesos y cráneos acumulados en lo que funcionó como cementerio durante la colonia.

Para llevarse una imagen más glamorosa de lo que fue la belle époque de Lima, las visitas guiadas cierran el circuito regalando un paseo al interior de la Casa Aliaga. Construida sobre las bases de un santuario prehispánico, la mansión aristocrática más antigua de la ciudad fue habitada ininterrumpidamente desde 1535 por los descendientes de esta antigua familia limeña, quienes curiosamente aún viven en ella. Resulta cómico recorrer las habitaciones de este museo que aún conserva pinturas, mobiliario, luminarias y detalles de la alta alcurnia colonial, a sabiendas que son utilizados diariamente como residencia cotidiana por sus actuales moradores.

Placeres gastronómicos
Los templos barrocos y renacentistas, mansiones y palacetes, universidades, arzobispados y una intensa actividad cultural caracterizaron a Lima desde los albores del siglo XVII, cuando apenas contaba con 25 mil habitantes.
Hoy, esta urbe multifacética se ha convertido en un crisol de culturas y alberga casi 25% de la población del país y casi dos tercios de su actividad económica e industrial.

Dicho mestizaje constituye en la actualidad uno de sus grandes valores, enriqueciendo, entre otros aspectos, su innovador y reconocido mundialmente arte culinario.
Además de la infinidad de propuestas gastronómicas que brinda la capital peruana, para ilustrar el prestigio que ha adquirido la comida en su seno, se acaba de inaugurar el Museo de la Gastronomía.

Este espacio -dedicado a difundir y homenajear la riqueza de la comida peruana- está enclavado en el antiguo Palacio de Correos y ofrece un recorrido por más de 500 años de historia y sabiduría ancestral hasta la fusión de sabores e influencia de otras culturas en los platos regionales.
Cuenta con trece ambientes y presenta escenificaciones con maquetas y recreaciones a escala natural, paneles informativos, réplicas gastronómicas y de enseres, entre otros.

La comida local también obtuvo el reconocimiento de la Organización de Estados Americanos (OEA), que la declaró recientemente patrimonio cultural de América.
Estos motivos son suficientes para elegir algún restaurante y adentrarse en los sabores que regala el arte culinario por medio de sus platos esenciales como el ceviche, el anticucho, el ají de gallina, causa limeña y otras delicadezas combinadas con los frutos del mar, como conchas a la parmesana acompañadas del incondicional pisco o la chicha morada.

Los mejores sitios para almorzar y cenar se ubican en el distrito de Miraflores, la zona residencial y turística dueña de los atardeceres más románticos en el mar Pacífico. Es conocido también como el barrio de los jardines donde se enclavan los grandes centros comerciales, parques y áreas verdes más oxigenadas de la zona sostenida sobre los riscos de la Costa Verde.
Entre otros lugares dignos de visitar en Lima, se destacan el Museo del Oro y el Museo Larco Herrera.

Compras y regateo
La capital peruana es un verdadero paraíso de las compras, sobre todo para los amantes de las artesanías, las joyas y esculturas en plata y los tejidos de lana de alpaca.
Vale la pena dejarse seducir por los colores y formas de sus productos y, una vez decididos, aplicar el regateo, una costumbre bastante común en la plaza.
Si le gusta la música no olvide comprar algún charango y si opta por la decoración no debe olvidar adquirir uno de los fantásticos tapices artesanales.
En conclusión, Lima es un conglomerado de experiencias diversas, y como gran capital ostenta un cúmulo de espacios culturales y recreativos dignos de descubrir y disfrutar.

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