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Los problemas a superar para una inserción en el mundo del futuro

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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Por Salvador Treber

En la actualidad se registra una notoria baja en el nivel del comercio internacional, que se considera una inevitable secuela de la aguda crisis económica mundial que comenzó a evidenciarse a partir de mediados del mes de agosto del año 2008 y que todavía los analistas no consideran definitivamente superada. No pocos son los que entienden que la recuperación total llevará no menos que un quinquenio, siempre que se trabaje adoptando ese objetivo esencial y se cumpla rigurosamente un esquema que apunte a reactivar el comercio internacional.

Se entiende que esta actividad constituye la clave fundamental y que por el momento no se ha venido actuando con la convicción, energía y certeza que tal meta requiere.
En el ámbito mundial, el retroceso en esa área desde la fecha antes mencionada ha significado una baja equivalente a 12,7% respecto de lo por entonces se consideraba “normal”. Una correcta evaluación no debe dejar de considerar que sólo China e India contienen 34,9% de la población mundial y que el 65,7% restante se compone entre otros 206 países. Estas proporciones dan una clara idea de la elevada concentración relativa que corresponde a los dos primeros respecto a los demás ubicados en los cinco continentes. De este colectivo, en América vive 15,2% de la población; en Europa, sólo 10,3%; en el resto de Asia, 23,3%; África registra 16,5%, y apenas 0,4% está en Oceanía.

El caso de China resulta paradigmático para apreciar dicha problemática, pese a que es el país que sigue exhibiendo el mayor ritmo anual de crecimiento económico del mundo y pese a que comparando los años en que registró el mayor ritmo de crecimiento, en el cual se elevaba a un inusitado 11,4%.
En la actualidad, dicho indicador asciende a 6,5% y quienes gobiernan ese país anuncian que este ritmo se mantendrá al menos una década, dando de esa forma testimonio de la más plena conformidad a tal performance. Sus programas actuales se centran en modificar totalmente los regímenes de producción vigentes en cada uno de los diversos sectores y, muy especialmente, reeducar a 350 millones de agricultores para que se desempeñen eficazmente en un amplio abanico de actividades industriales, luego de poblar 25 nuevas ciudades que se ha decidido fundar y expandir plenamente hasta el año 2030.

Después de este país líder, la que también encara un reforma integral es su vecina India, que acompaña el movimiento promoviendo un singular y parcial proceso de crecimiento.
Los indicadores, en su caso, habían llegado en su tope máximo de crecimiento a 8,7% anual y actualmente “sólo” registra 5,9%; con lo cual sigue siendo la segunda potencia ecuménica en este aspecto.
Sin embargo, aun así, los objetivos aspiran a superar ese nivel y lograr una mayor amplitud, apuntando a cumplir objetivos finales muy diversos. China anunció que para 2030 el total de su población alcanzará un nivel de vida equivalente a 2,5 veces el actual y, por tanto, ya no habrá pobres en ningún rincón, por lejano que sea, dentro de su extenso territorio. Obviamente, su liderazgo en ese lapso se irá acentuando cada vez más y se proyectará en forma excluyente a todo el actual siglo XXI. Las prioridades no son de carácter bélicas, pues sus autoridades están persuadidas que otorgar el mayor bienestar posible a todos y cada uno de sus habitantes constituye la “llave maestra” de esa supremacía.

El escenario en otros países
India posee superficie total equivalente a 46,9% de la que tiene China y es la diversidad de la población una de sus características. Debido a que dentro de su territorio se advierten dos grandes áreas pobladas.
La primera, el denominado “triángulo de oro”, cercano a la ciudad capital, Nueva Delhi, donde están asentados alrededor de 400 millones de habitantes y vive gran cantidad de profesionales especializados, en su gran mayoría formados en prestigiosas universidades del Reino Unido. El mayor mérito de aquellos es el de volver a su país, después de terminar sus especializaciones, dispuestos a contribuir a su progreso.
Ellos desarrollan con gran éxito variadas actividades técnico-científicas de avanzada y, en muchos casos, sus constantes aportes los han convertido en la virtual vanguardia mundial para intensificar la investigación de una serie de actividades altamente sofisticadas. A la par de esto, el producto bruto por habitante en ese área, impulsado por sus invalorables contribuciones, les ha permitido elevarlo a US$35.000; mientras en todas las áreas cercanas a los ríos Indo y Ganges viven, sumidos en la más extrema miseria, casi 800 millones de personas debajo de la línea de subsistencia.

Por su parte, Estados Unidos, según funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas, desde mediados el año 2015 habría sido superado en cuanto al nivel de su producto bruto anual por parte de China, desplazándolo al segundo lugar en el mundo. En cierta medida ello se precipitó por haber soportado dos profundas crisis consecutivas en los años 1992/96 y 2008/14; mientras que actualmente, superada la última crisis, su economía está creciendo a un muy moderado ritmo anual de 1,9% que lo distancia cada vez más del país asiático.
Seguramente su enorme presupuesto militar de US$650 mil millones conspira contra las posibilidades de acelerar el actual ritmo de desarrollo para acceder, al lo menos, a registrar tres por ciento anual, como había sido habitual durante el período 1950/90, durante segunda mitad del siglo XX.
En este aspecto, la política adoptada por China es bien distinta en cuanto a la afectación de fines bélicos, pues llega al equivalente de US$246 mil millones, los que representan 35,9% del presupuesto estadounidense y ello le permite disponer de los fondos “ahorrados” para respaldar, en mayor medida, actividades productivas que le han hecho consolidar su liderazgo. Además, lograron diseñar un ambicioso plan de inversiones en otros países en los que llevan a cabo iniciativas de enorme valor, como es el caso del ferrocarril transafricano que están construyendo desde el llamado “cuerno de Africa”, en Etiopía, sobre el océano Indico hasta proximidades del puerto de Dakar, sobre el océano Atlántico.

Las áreas más retrasadas
Un caso muy singular es el de Japón, pues -luego de ser el objetivo de dos bombas atómicas lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki- logró la proeza de una reconstrucción total desde las cenizas hasta llegar a ser segunda potencia mundial en el año 1990. De la crisis económica mundial que estalló en el año 1992, Japón nunca logró recuperarse plenamente y desde entonces ha venido descendiendo. Actualmente figura en el cuarto lugar entre las más poderosas potencias del mundo y se estima que para el año 2030 quedará relegado al octavo puesto. A la par, en ascenso meteórico, se ubica Indonesia y para 2030 se calcula que estará en condiciones de superar a Japón.

En cuanto a Europa Occidental y Central, en promedio durante el período 2013/17 creció a un muy modesto ritmo de 0,87% anual, registrando España tres por ciento y Alemania, cuarta potencia mundial, 2,1%. Éstos dos fueron los mejores registros del área, en la cual el Reino Unido, con 1,4%, y Francia, con 0,68%, exhibieron sendos retrasos relativos importantes, pues según se puede apreciar su respectivo ritmo anual de crecimiento es escaso; característico de las economías estancadas.
Atrás de ellos aparece Rusia, quinta potencia mundial, cuyos funcionarios retacean información en ese sentido, pero se sabe que en los últimos años han sucedido varios registros negativos y los dirigentes se muestran bastante satisfechos por el efecto de la actividad turística que generó el aluvión de visitantes registrado durante el reciente Campeonato Mundial de Fútbol. Además, por la serie de nuevas inversiones que han surgido durante los últimos años por intermedio de capitales extranjeros en abierta competencia con Estados Unidos y China; los cuales, por su significativo volumen, seguramente constituirán una nueva y fuerte inyección de efecto altamente positivo.
Todo el ámbito antes descrito constituye el escenario económico más amplio en el cual deben procurar Argentina, y en general todos los integrantes del Mercosur, insertarse racionalmente. Para lograrlo con serias chances de éxito se debe tener muy en cuenta que debemos equiparnos adecuadamente para estar en condiciones de atender niveles de demanda muy superiores, elevar al máximo posible la calidad de los productos y, además, ser realmente competitivos en materia de precios.

Tal objetivo requiere, su vez, fuentes de provisión de materia prima y piezas de alto nivel de calidad para trabajar sin dificultad. Esta fórmula, que parece tan sencilla como lógica, es más fácil enunciarla que llevarla a la práctica diaria habitual sin desmedro alguno.
Argentina, en este aspecto, deberá recuperar terreno perdido pues las exportaciones han descendido en muy preocupante -27,4%. Cabe señalar que ello se acentúa en el área de la producción industrial sin incluir productos primarios (agropecuarios y mineros).
Los especialistas y analistas coinciden en afirmar que la característica saliente de nuestra mano de obra es que no está munida de suficiente experiencia en la concreción con éxito de procesos que requieren ejecutar tareas trabajando en equipo, debido a una natural y muy marcada inclinación hacia el individualismo. Se les reconoce rapidez y capacidad, pero un nivel insuficiente de experiencia que, estiman, es muy factible de solucionar sin demasiado esfuerzo con un adecuado proceso formativo.

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