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La información sobre el tercer trimestre sigue demorada

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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Tal como se está haciendo habitual, el Ministerio de Hacienda y Finanzas retarda la publicación relativa a los datos de cierre del tercer trimestre que, según la vivencia de los empresarios locales, extendió la recesión e incluso acentuó la desocupación, sin aportar señales de reversión alguna de esa tendencia 

 Por Salvador Treber

Es una modalidad la de retrasar en dar a conocer las cifras oficiales, reteniéndolas hasta fechas muy próximas al cierre del trimestre siguiente, aun cuando los guarismos podrían publicarse ni bien cerrado el período al que se refieren.
Seguramente se supone que la información va perdiendo interés incluso para los analistas, pues ya están a la espera de datos de mayor actualidad que permitan vislumbrar con más elementos la posible evolución de la coyuntura. Es por eso que los especialistas privados recurren a fuentes del mismo sector y al auxilio de ciertos datos parciales que tienen condiciones indiciarias válidas, como es el caso del comercio exterior.
Un anticipo nada tranquilizante ha sido el hecho de que en los primeros siete meses de este año se verificó una caída del producto de -2,3%, lo cual hace casi imposible una reactivación que permita cerrar el año con una caída de sólo -1,5%, como han sostenido los más altos funcionarios gubernamentales.
La situación ya se advertía en julio por la pronunciada baja, de -22%, en el sector construcción, con señales semejantes que definen un descenso generalizado con clara tendencia para esos 12 meses ya transcurridos, que se detecta también en las actividades industriales con un inquietante descenso interanual de -7,9%.
En este caso, porque la elaboración y disposición de la información sobre dicha actividad se publicó con menor demora y constituye un factor muy gravitante, e incluso decisivo, para evaluar la evolución global. Quizá el dato más sugestivo sea la constatación de que los precios de las importaciones en el mercado internacional han registrado una notoria caída que, para los primeros nueve meses del año, significó una poco frecuente baja de -19,8%. Lo más preocupante para nuestro país es que, aunque esto se ha constatado fehacientemente, no se haya trasladado con igual efecto al mercado interno.
La causa por la cual no se generó una reducción de costos es que los grandes importadores, quienes concentran 85% de las compras en el exterior, han acaparado esa diferencia y están haciendo pingües ganancias. Los principales rubros son los vinculados con la atención de los requerimientos de bienes intermedios para abastecer los procesos manufactureros sin participación de las siguientes etapas. Prueba de ello es que el déficit comercial de la actividad industrial en los tres trimestres trepó a US$20.250 millones.
Al margen de lo antes referido, es obvio que los consumidores no mejoraron en nada su situación y sufren los efectos de esta mayor apropiación de ganancias, que carece de compensación alguna pues los costos no reflejan el bajón que se detecta en el ámbito internacional. En cuanto a las exportaciones, salvo las derivadas de la agricultura y minería, los demás rubros enfrentan dificultades para ser colocados debido al mencionado sobreprecio que reflejan sus costos; razón por la cual, junto con las respectivas acciones proteccionistas de los potenciales compradores, frenan todo intento de recuperación de mercados externos.

Las áreas más problematizadas
La comparación interanual en relación con el primer semestre de 2016 deja planteada para Argentina, como factor generador de mayores dificultades, el gran crecimiento relativo al pago de intereses, que trepó a nada menos que $91.012 millones, cifra que es 87,1% superior a idéntico lapso de 2015, cuando “sólo” llegó a $48.648 millones. Dado que al completarse el tercer trimestre la antes mencionada cifra se elevó a $138.406 millones, se ratifica que representa, por mucho, el concepto más gravoso y preocupante en el contexto de la actividad pública.
Por otra parte, también se pone de manifiesto el elevado costo que generan ciertas decisiones del Gobierno, como la de eliminar en sus primeros días de gestión las retenciones a las exportaciones, además de optar equivocadamente por endeudase en mucho mayor medida y en forma siempre creciente. Ello se ha convertido en norma y coadyuvó a que el balance comercial en agosto ppdo. registrara un superávit de US$705 millones, con lo cual el acumulado de ocho meses ascendió a US$1.466 millones. Esa reacción positiva surge de haberse logrado un incremento interanual en las exportaciones del octavo mes (12%) y que los productos primarios crecieran influidos por la cosecha agrícola, que los llevó a participar en 50,6% del total embarcado, lo que mejora la performance general.
Ello se logró consolidar debido a que las importaciones cayeron en el mismo mes -7,2% y sólo alcanzaron a totalizar US$5.047 millones, exhibiendo una significativa muy baja de -16,6% en los rubros bienes intermedios (US$1.307 millones), lo cual ha sido posible debido a la contracción habida en nuestra actividad industrial interna. A la par se debe agregar que los accesorios y piezas para bienes de capital hicieron lo propio en -14,4% (US$1.036 millones).
Sólo se detectan dos noticias favorables pues los bienes de capital incorporados llegaron a US$1.037 millones y el saldo comercial de los primeros ocho meses ascendió a US$1.466 millones. Ambos son un buen signo pues en idéntico lapso de 2015 habían registrado signo negativo (-US$886 millones).
En el círculo de la producción que asumen las industrias identificadas como pymes vienen registrándose caídas generalizadas y crecientes de sus ventas. En marzo fue de -3,1%; en julio llegó a -7,8% y aunque en agosto descendió algo menos (-6,4%) mantuvo esa preocupante tendencia. Los rubros más castigados según la Confederación Argentina de la Medina Empresa (CAME) fueron las afectadas a producir material de transporte (-14,3%) y todos los productos vinculados con la informática (-10,1%).
Aún así, será mejor esperar para sacar conclusiones sobre la evolución que tendrán estas cuentas en el último trimestre pues circunstancias imprevisibles, como lo sucedido en agosto ppdo., tienden a modificar sustancialmente las expectativas ya que en ese corto lapso se sumaron US$705 millones al acumulado. No debe olvidarse que en ellos es habitual que se reduzcan las exportaciones provenientes del agro debido a que la cosecha de soja y maíz corresponde al semestre octubre-marzo, mientras las respectivas mayores exportaciones se concentran entre abril y agosto. Cabe subrayar que esto sucede habitualmente y, por tanto, las comparaciones interanuales son idóneas para seguir y evaluar el ritmo de tales variables.

Otras áreas que coadyuvan a la caída
Tal como antes se señaló, tradicionalmente el ritmo que asume el rubro “construcción”, tanto la del sector público como la del sector privado, siempre apuntalan los períodos expansivos y ocurre lo contrario, agravando la baja de este sector los períodos recesivos. Durante el mes de julio ppdo., en función de su comparación interanual, se verificó una profunda caída de la actividad general de -5,9%; según información dada a conocer por el Indec el 27 de septiembre. Tal índice es sólo inferior al del mismo mes pero del año 2009, cuando llegó a -6,8%. De la revisión de lo sucedido en cuanto a la evolución de las diversas actividades, surge que incidió decisivamente el fuerte descenso en la construcción, que en julio llegó a nada menos que -23,1% y, si se considera el acumulado de los primeros siete meses, sigue preocupando seriamente (-14,1%).
En el área industrial, la automotriz ha sido la rama tradicionalmente líder pues alcanzó a disponer una capacidad instalada apta para producir en sus 11 plantas más de un millón de unidades -sólo pueden hacerlo once países en el orbe- pero en lo transcurrido de 2016 tuvo una baja de -26,1%. Al igual que en 2015, este descenso encuentra motivo en la fuerte disminución de las exportaciones de unidades nuevas a Brasil, que registró un record negativo de -72,4%. Todos los analistas llaman la atención sobre la vulnerabilidad de esta actividad pues su mercado interno, aunque a un ritmo más lento, sigue creciendo aunque no llega a absorber, en el mejor de los casos, más de 2/3 de lo podría ser una gestión productiva normal.
Cabe advertir de que en el segundo trimestre se registró una caída generalizada de la demanda, que asumió tal magnitud que sólo se encuentran antecedentes semejantes en el funesto trienio 1999/2002; aunque la baja de la inversión en el tercer trimestre, según los analistas privados, ha llegado a -7,4% sin que se adviertan signos de recuperación y suponen se extenderá hasta fines de año.
Los analistas tampoco aceptan como factible que en 2017 el índice de desvalorización monetaria se reduzca a 17,9%, salvo que se opte por inducir un esquema fuertemente recesivo que, en un año electoral, parece poco probable.

Los últimos datos conocidos
En el curso de los nueve primeros meses la caída del consumo privado continúa, a punto tal que en febrero se produjo una baja de -2,4%, en mayo -5,% y en agosto llegó a -7,4%, constituyendo un virtual record histórico negativo. Los consumidores, según su nivel de ingreso y frente a una emergencia de semejante gravedad, reconocen que se han visto obligados a hacer recortes en sus gastos familiares. Dichas declaraciones varían pues unos reflexionan que se les terminaron los gastos “por placer o satisfacer algún antojo” y actualmente “apenas sí pueden cubrir alguna eventualidad, que nunca falta”. Pero siete de cada diez reconocen que “además de hacer recortes se han tenido que reducir considerablemente en el consumo de alimentos y vestimenta a lo mínimo”.
Una encuesta realizada por una evaluadora privada advierte que se ha hecho habitual actuar con “los conceptos de crisis en mente” y que 72% de los consumidores reconoce tener “bastante o mucho menos” poder adquisitivo; aclarando al respecto que compran “productos sueltos” y ya “no se apegan a optar por ciertas marcas”. Es muy sugestivo que aclaren los encuestados que han debido circunscribir sus compras estrictamente “ajustadas a la mínimas necesidades”, 42,5% de ellos señaló enfáticamente que ha tenido que renunciar a las vacaciones que contemplaban algún viaje o residencia en hoteles u hosterías.
A fines de septiembre el Indec hizo conocer los índices de pobreza que, según dicha fuente, han trepado a 32,2% de la población urbana de país, mientras la indigencia incluye a 6,3% de ella. Por lo tanto, hay 8,7 millones de pobres en el país y 1,7 millón de ellos revisten como indigentes. Un cuadro dramático que será difícil revertir aplicando medidas de retracción del consumo, reducción del mercado interno, disminución del empleo y del salario.

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