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La economía que sonó Belgrano

Por Luis Carranza Torres* y Sergio Castelli**
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Apenas vuelto de España, con el título de leyes bajo un brazo y el nombramiento de secretario perpetuo del Consulado en el otro, Manuel Belgrano no paró de hacer cosas por este país, que todavía no tenía conciencia de que lo era. (Ver también: El Manuel Belgrano económico)

Pensó Argentina antes incluso que tuviéramos ese nombre. Y lo hizo desde lo económico. Por eso decíamos que a la par de creador de la bandera, don Manuel es también nuestro primer ideólogo, el primer economista y hasta el primer ecologista de nuestra Patria.

Conceptos como diversificación de la matriz productiva, integración de los sistemas educativo y productivo, así como ser un firme defensor del desarrollo económico sustentable, son algunas de las ideas que tuvo hace ya dos siglos, y que aún hoy parece que nos quedan grandes. O más bien, necesitamos ponerlas en práctica hace mucho. Pero como siempre, los intereses individuales de algunos priman sobre los colectivos de todos.

Eso le pasó también a Belgrano. Sus iniciativas fueron constantemente bloqueadas por los comerciantes monopolistas españoles, únicos beneficiarios del sistema de monopolio de importaciones y exportaciones que imperaba por estas tierras. Y que las condenaba a su atraso.

Desde 1794 hasta 1810 se dedica a promover el cambio económico. En 1796, traduce y presenta en sociedad Principios de la Ciencia Económica Política, de orientación fisiócratica, cuyas ideas seguía.

Tanto en «El Telégrafo Mercantil», de Francisco Antonio Cabello, como en el «Semanario de Agricultura, Industria y Comercio», de Vieytes, aparecen sus artículos acerca de la importancia de promover el desarrollo económico de estas tierras.

Cabe destacar -especialmente- que en este último periódico se mencionó por primera vez el concepto de patria y se habló de los habitantes como «argentinos”. Luego, Belgrano publica, a partir del 3 de marzo de 1810, su propio semanario, llamado el “Correo de Comercio”.

En todos ellos, para escándalo de los miembros del consulado y de los comerciantes monopolistas en general, propone un mejor aprovechamiento de la tierra, para hacer de la agricultura la base económica virreinal, introducir abonos, intensificar la lucha contra las plagas y establecer todo un sistema de premios y subsidios a los fines de estimular una mayor producción agrícola mediante una adecuada educación tecnológica que incluía préstamos para siembra adelantados a cuenta de futuras cosechas, y para construcción de viviendas rurales.

Pero también, ese impulso económico no era algo que iba a darse en el aire. Debía ser apuntalado y sostenido por el avance de las ciencias y de la educación en general.
Es por ello que funda una Escuela de Náutica y la Academia de Geometría y Dibujo. Pero dedicó sus mayores esfuerzos a la creación de una escuela de agricultura práctica. Acaso lo de mayor urgencia para cambiar un estado de cosas, y por lo mismo, lo más resistido de parte de quienes buscaban con total dedicación que nada cambiase.

En la próxima veremos de la propia pluma del prócer, cuáles eran esas medidas suyas. Prepárense, estimados lectores, para más de una sorpresa. Muchas mantienen intacta la vigencia de su necesidad, dos siglos después.

 * Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas.** Agente de la Propiedad Industrial.

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