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Evan McMullin, el candidato del espanto

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Por Silverio E. Escudero

A medida que transcurren los días la campaña electoral en Estados Unidos gana en temperatura. Las polémicas dentro de los partidos mayoritarios están lejos de morigerarse.
Los seguidores de Bernie Sanders (BS) aún no han digerido la derrota a manos de la ex Secretaria de Estado. Le exigen que asuma la agenda del derrotado y garantice su cumplimiento en caso de acceder a la Sala Oval. ¿El giro a la izquierda de Hilary Clinton sería una carta de triunfo?
En el campo republicano la situación es aún más compleja. El Gran Partido Viejo, otra vez en su larga historia, se encuentra en una encrucijada. Su futuro depende del rumbo que elija. Ésa es, y no otra, la razón por la que millones de partidarios hayan decidido no suicidarse, aun a costa de una derrota, en la hoguera sacramental que propone el desmesurado Donald Trump.
La cruzada de salvación la encabezarían un conjunto de cinco gobernadores más una treintena de senadores y representantes de distintas regiones de Estados Unidos que, por el momento, han elegido el sigilo y la discreción. Las reuniones se han sucedido a matacaballos. Era menester arribar a un acuerdo mínimo e imprescindible y encontrar quién, en nombre de todos, sea capaz de poner el cuello en la guillotina, cargando de por vida el costo de ser héroe o villano.
El acuerdo ocurrió al fin. Desde hace una semana Donald Trump ya no está solo en el horizonte republicano. Lo enfrenta –como candidato independiente- Evan McMullin, un ex agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y antiguo director de política del Partido Republicano en la Cámara de Representantes que hace suyas las mejores banderas republicanas y rescata el legado histórico de Thomas Jefferson, Abraham Lincoln, Ulysses S. Grant y Rutherford B. Hayes, entre “cientos, miles, de hombres de buena voluntad que sueñan con un Estados Unidos mejor.”
El lanzamiento del nuevo pretendiente fue sobrio. Bastó un comunicado de prensa que lleva como título «Nunca es demasiado tarde para hacer lo correcto». En un todo firme y decidido, McMullin, asegura que Estados Unidos merece algo mejor que Donald Trump o Hillary Clinton. Por esa razón se ofrece “humildemente como un líder que puede dar una opción a millones de conservadores” que han quedado a la intemperie; que no se sienten contenidos por el candidato oficial que tampoco los quiere ni pretende representar.
Las preguntas por estas horas se suman por miles. Éstas son apenas las primeras de una larga serie que se recogen en los mentideros políticos, en las redacciones de los más diversos medios de comunicación: ¿Quién es Evan McMullin? ¿Quién está detrás de su candidatura? ¿Cómo se financiará una campaña llamada al fracaso? ¿Qué ofrecen los demócratas a cambio de tamaño favor?
McMullin es -definitivamente- una figura de segundo orden que se transformó en un suceso en las redes sociales. Sus datos vitales señalan que este mormón nacido en Utah, en el oeste de Estados Unidos, se graduó con cierto suceso de la Universidad Brigham Young y obtuvo un máster en Administración de Negocios en la Universidad de Pennsylvania. Fue enviado por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días como misionero a Brasil y más tarde fue voluntario en la oficina de reasentamientos de refugiados en Amán (Jordania), dependiente del Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas. Más tarde se alistó en la CIA, cumpliendo misiones de contraterrorismo e inteligencia en Oriente Medio, África del Norte y Asia del Sur.
A tres meses de las elecciones presidenciales, que se celebrarán el 8 de noviembre, está dispuesto al sacrificio. «Oponerse a Trump es anteponer los principios al poder, una virtud que algunos en Washington están raudos a abandonar», escribía tiempo atrás en sus cuentas de Twitter. Hoy, en su manifiesto, escribe: “Al igual que millones de estadounidenses, había esperado este año nos trajera mejores candidatos que, a pesar de las diferencias de partido, pudieran ofrecer visiones convincentes de un futuro mejor. En cambio, nos hemos quedado con dos candidatos que son fundamentalmente no aptos para las responsabilidades que buscan”.
“Hillary Clinton es una política de carrera corrupta que ha manejado imprudentemente información clasificada en un intento de evitar la rendición de cuentas y poner en riesgo vidas estadounidenses, incluyendo las de mis antiguos colegas. Ella no pasa las pruebas básicas de juicio y la ética que ningún candidato presidente debe dejar de cumplir. Por otra parte, ella sólo ofrece ideas económicas rancias como la misma edad, el control del gobierno de arriba hacia abajo que nos ha llevado ocho años de crecimiento históricamente bajo”, describe McMullin.
Y también habla de su compañero de partido: “Donald Trump hace un llamamiento a los peores temores de los estadounidenses en un momento en que necesitamos unidad, no división. Los republicanos están profundamente divididos por un hombre que está peligrosamente cerca de ganar la posición más poderosa del mundo y muchos, con razón, lo ven como una amenaza real a nuestra República. Dada su inestabilidad personal obvia, poniéndolo al mando de nuestro arsenal militar y nuclear sería profundamente irresponsable. Su obsesión por hombres fuertes y demagogos como Vladimir Putin es un anatema para los valores estadounidenses. No podemos ni debemos elegirlo”.

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