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El modelo dialógico (I)

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El objetivo propuesto para este artículo es describir la sucesión de conocimientos que da sustento al Modelo Dialógico empleado como soporte teórico en el campo de la mediación.

Por Silvia Elena Capetinich *

Se trata de un modelo operativo preciso y científicamente fundado, que ofrece una metodología con la cual es posible evaluar la eficacia de las intervenciones de mediación, para evidenciar en qué medida es capaz de alcanzar los objetivos que se propone. Además, coloca a disposición de la comunidad una herramienta que le permite observar cuáles son los beneficios de la mediación; esencialmente, el restablecimiento de la potestad autónoma de gestionar las controversias y los conflictos generados en dicha comunidad, la disminución del tiempo y energía insumidos en servicios de seguridad, de justicia; y también acuerdos autosustentables.

El mediador podrá ofrecer una actuación eficaz si brinda “un servicio que lleve a las partes a alejarse cada vez más de los criterios de error-razón, víctima-culpable para comenzar a adoptar criterios relativos a las consecuencias de las acciones que son realizadas, a la definición de objetivos compartidos, al análisis de aspectos críticos respecto de los objetivos prefijados y a la individualización de estrategias compartidas. Estos criterios permitirán alcanzar la estipulación de acuerdos cuyo sostenimiento esté garantizado por el grado de participación compartida generado en el proceso de mediación” (Gian Piero Turchi – Universidad de los Estudios de Padua, Master “La mediación como instrumento operativo en los ámbitos familiar, penal y comunitario”)

El primer aspecto a tomar en cuenta para detallar la cadena de conocimiento citada es la adecuación epistemológica al plano de realismo del objeto investigado, es decir, las modalidades cognoscitivas empleadas deben ser las que correspondan al mismo plano epistemológico en el cual está situado el objeto de intervención. En segundo lugar, corresponde que la argumentación sea rigurosa, utilizando la ciencia y el paradigma pertinente a tal campo de aplicación.

Teniendo en cuenta lo anterior, el estudio del lenguaje se realiza en un nivel de realismo conceptual bajo la lente del Paradigma Narrativístico, inscripto a su vez dentro de los Paradigmas Interaccionistas. La denominación “Narrativístico” se debe a que la materia prima con la cual trabaja es el lenguaje en su dimensión de proceso (reglas de uso). Colocar el lenguaje en esa dimensión permite fundar la Ciencia Dialógica como ciencia del logos, diferenciándose así de la semiótica, la pragmática, la sociolingüística, todas ramas de la lingüística que hacen referencia a las dimensiones metacomunicativas del lenguaje, ubicadas para su estudio en un nivel de contenido de él, es decir que comunican sobre la forma de comunicar los contenidos.

Al vincular y aplicar a este desarrollo teórico el Principio de Incertidumbre de Heisenberg resulta que el lenguaje en su constante fluir genera procesos discursivos cuyo resultado a nivel de nuevas configuraciones discursivas es incierto. Es decir, el modo en que las unidades simbólicas y las reglas de aplicación del lenguaje se unen para generar las reglas de uso (el proceso generador) es cierto, pero la interacción de esas reglas de uso puede darse de infinitas maneras, por lo tanto, el resultado es incierto.

Se conforma, de este modo, el marco conceptual para el desarrollo de la Teoría de la Identidad Dialógica. Se trata del nexo que permite el pasaje desde el marco científico y epistemológico hacia la praxis, que se distingue de la práctica por estar científicamente fundada y ser por lo tanto metodológicamente correcta. Según esta identidad podemos distinguir teóricamente cinco dimensiones en el espacio discursivo: en primer lugar, la Matriz Colectiva, polaridad denominada “propter omnia’”, integrada por todos los repertorios discursivos disponibles en el espacio discursivo. Cualquiera de ellos podrá ser usado por las otras dimensiones en la formación del proceso discursivo. En segundo término, la polaridad “personalis”: primeras personas del singular y plural, voz narrante que “informa”; interviene en procesos denominados de autoatribución.

La tercera polaridad, “alter”, segundas personas del singular y plural, interviene en procesos de heteroatribución y produce una narración. La interacción de las tres polaridades mencionadas genera lo que el modelo denomina “identidad dialógica”. Se forman diferentes planos de interacciones entre las mencionadas polaridades.

La energía que produce la interacción está dada por la propiedad intrínseca de los repertorios discursivos, que hace que las unidades simbólicas se unan en archipiélagos de significados (así se concibe la primera partición del espacio discursivo), que opera continuamente como una fuerza de atracción, definida como “coherencia narrativa” que actúa sobre cada una de las polaridades y en consecuencia sobre la identidad dialógica, generando una cuarta dimensión.

La quinta dimensión del tiempo discursivo está siempre presente y se contrae cuando las polaridades ‘personalis’ y ‘alter’ coinciden discursivamente. La distancia entre una polaridad y otra tiende a desaparecer; entonces el mediador puede intervenir interrumpiendo el proceso de tipificación, que es justamente el objetivo de su rol, para que se comience a desplegar esa dimensión y el espacio discursivo recupere plasticidad. (Continuará).

 

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