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El genocidio armenio y el reconocimiento esperado

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Florencia Rusconi de Agopian (*)

El 24 de abril se cumplieron 106 años del genocidio armenio. Hoy los armenios lo conmemoran con una tristeza y angustia que les parte el corazón, con los recuerdos de los hechos ocurridos el año pasado en su tierra ancestral.

Sin embargo, en el presente se sienten plenamente reconfortados  y vivificados por el afirmación que hizo el presidente de EEUU, Joe Biden, quien oficialmente reconoció el genocidio armenio el sábado pasado.

Es el primer presidente estadounidense que identifica como tal la masacre de 1,5 millón de armenios a manos del imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial. “Cada año, en este día, recordamos las vidas de todos los que murieron en el genocidio armenio de la época otomana y nos comprometemos de nuevo a evitar que esta atrocidad vuelva a ocurrir”, afirmó.

El mandatario hizo el anuncio mediante un comunicado emitido el 24 de abril, en coincidencia con un nuevo aniversario del inicio de la masacre de armenios en 1915, cuando tropas del imperio Otomano combatían la Rusia zarista durante la Primera Guerra Mundial en la región que hoy en día es Armenia. “El pueblo estadounidense honra a todos los armenios que perecieron en el genocidio que comenzó hoy hace 106 años”, aseveró Biden.

La declaración probablemente aumente las tensiones con Turquía, un aliado de la OTAN que rechaza con vehemencia la calificación de genocidio que ya ha sido adoptada por numerosos países, incluyendo Francia y Rusia. Sin embargo, en el texto, Biden busca conciliar.

Turquía niega la existencia de las matanzas entre 1915 y 1923. El actual presidente de ese país, Recep Tayyip Erdogan, repite el argumento de que se trató de “lamentables excesos”. Un hecho que tiene profundas raíces. La decisión de Biden acerca a encontrar la verdad histórica.

El reconocimiento del genocidio armenio es una penosa asignatura pendiente que requiere de urgente reparación.

Recordemos que el año pasado, en plena pandemia, Armenia sufrió el escarnio de la guerra con Azerbaiyán

En esa región del Cáucaso, a partir del 27 de septiembre y hasta el 10 de noviembre de 2020, Azerbaiyán, con apoyo de Turquía comenzó una nueva agresión contra los armenios en Artsaj (o Nagorno Kharabaj) destruyendo iglesias, hospitales y casas. Turquía suministró drones, envió comandantes, fuerzas especiales y mercenarios jihadistas que cometieron crímenes de guerra. 

Azerbaiyán utilizó “bombas de racimo” (armamento prohibido) contra población civil y bombardeó con fósforo blanco los bosques de Artsaj creando una catástrofe ecológica. Genocide Watch (23/10/2020) alertó sobre peligro de genocidio por parte de Azerbaiyán contra los armenios.

Antes y durante la guerra Azerbaiyán vociferó una retórica de odio. En 2012, el presidente de ese país, Ilham Aliev, declaró: “Nuestros principales enemigos son los armenios de todo el mundo”. En 2020, la retórica xenofóbica llegó a un extremo.

En Azerbaiyán -desde los años 90 hasta hoy- el poder total está en manos del clan Aliev. El presidente anterior a Aliev fue su padre y la actual vicepresidente es la esposa del primer mandatario deshumanizador, hecho que se comprobó cuando Aliev dijo que “expulsaría a los armenios como perros”.

Ya pasó más de un  siglo del primer genocidio del siglo XX. Las masacres que en el imperio Turco-Otomano se produjeron (en busca de la “turquificación” total de la nación) se descargaron sobre el grupo étnico armenio. Más tarde, Adolf Hitler, buscando convencer a su Estado Mayor de la solución final acerca del problema judío, habría de decir su frase fatídica: “¿Alguien recuerda el genocidio armenio?”

Un libro explora cómo Hitler y el nazismo se inspiraron en Mustafá Kemal “Atatürk”, fundador de la Turquía moderna. 

De acuerdo con el libro Atatürk in the Nazi Imagination (Atatürk en el imaginario nazi), del historiador y director del Centro Haifa de Estudios Alemanes y Europeos de Israel, Stefan Ihrig, Hitler se inspiró en Kemal para llevar adelante sus políticas en la Alemania nazi.

El reconocimiento del genocidio armenio en el mundo:

El genocidio armenio está reconocido por una treintena de países y por la comunidad histórica.

El 20 de abril de 1965, Uruguay fue el primer país que reconoció el genocidio armenio. 

En Francia, el reconocimiento se produjo mediante una ley en 2001, y se celebró por primera vez un día nacional de conmemoración, el 24 de abril de 2019. La negación del genocidio ahí no se penaliza, a diferencia de Suiza, Chipre o Eslovaquia.

En febrero de 2020, en el contexto de fuertes tensiones entre Damasco y Ankara, el parlamento sirio lo reconoció oficialmente.

El Parlamento Europeo reconoció el genocidio armenio en 1987.

Entre los países donde se ha votado recientemente una resolución reconociendo el genocidio figuran Holanda en 2018 y Portugal en 2019. En Alemania, el Bundestag (la cámara baja) también adoptó una resolución en 2016, aunque la canciller Angela Merkel la calificó de no vinculante.

El 24 de abril de 2015, en plena conmemoración de Armenia por el centenario del genocidio, el papa Francisco lo mencionó como el “primer genocidio del siglo XX”.

En nuestro país, por ley 26199 el Congreso de la Nación Argentina se declaró el día 24 de abril de todos los años como “Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos”, en conmemoración del genocidio de que fue víctima el pueblo armenio. Esta ley fue sancionada el 13 de diciembre de 2006 y promulgada el 11 de enero de 2007 con el espíritu de que su memoria sea una lección permanente sobre los pasos del presente y las metas de nuestro futuro.

Hagop Tabakian, director del Consejo Nacional Armenio de Buenos Aires, expresó que la ley es una norma “contra la violencia impune del pasado y favor de la tolerancia y el respeto entre los hombres”.

Me detendré en la ley 26199, que en su art. 1 expresa: “Declárese el día 24 de abril de todos los años como ‘Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos’, en conmemoración del genocidio de que fue víctima el pueblo armenio y con el espíritu de que su memoria sea una lección permanente sobre los pasos del presente y las metas de nuestro futuro.”

En la  Legislatura de la Provincia de Córdoba se aprobo el 6 de septiembre de 2006 la ley 9315 que instituye el 24 de abril como “Día de Conmemoración del genocidio contra el Pueblo Armenio”.

Las acciones de Turquía, que ahora combinan tecnología occidental y métodos medievales de asesinato por terroristas, nos recuerdan una vez más los crímenes contra la humanidad y la civilización en la declaración conjunta de las tres potencias de la Entente, Gran Bretaña, Francia y Rusia, el 24 de mayo de 1915.

Así las cosas, las graves acusaciones dirigidas contra Turquía por los países de la Entente en 1915 y los Estados Unidos poco después en la Primera Guerra Mundial, por parte de su residente Woodrow Wilson, quedan legalmente vagas y suspendidas, dando lugar a nuevos crímenes. 

Turquía, el perpetrador impune, ha estado maniobrando hábilmente entre los polos de poder del mundo durante más de 100 años para evadir la responsabilidad y llevar a cabo nuevos actos genocidas no sólo contra los armenios sino también contra los griegos, asirios, yezidis, kurdos y árabes.

Además, hoy el liderazgo turco, que está de facto fuera del control de la comunidad internacional y se deja llevar por el viento tiránico, como los líderes de la Alemania nazi, no fue castigado en ese momento y representa una amenaza no sólo para Armenia sino para todos sus vecinos y el mundo civilizado entero.

El fenómeno turco se manifiesta ahora también en el trabajo sistemático de una enorme maquinaria de propaganda dirigida a la destrucción de la cultura material y espiritual creada por sus víctimas y la falsificación constante y sistemática de la memoria histórica de los pueblos de la región.

La Convención para la Prevención y la Sanción del Genocidio fue adoptada en 1948, pocos años después del Holocausto. Su autor, Rafael Lemkin, definió las principales características del concepto de genocidio, incluyendo no solo el Holocausto sino también el  genocidio armenio. 

De ellos, el traslado forzoso de niños de un grupo a otro bajo el artículo 2, punto E de esa convención no ocurrió durante el Holocausto judío.

Los dos mayores crímenes contra la humanidad y la civilización durante la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial, el genocidio armenio y el holocausto judío, delinearon las líneas rojas que definieron el siglo XX. Líneas rojas que garantizaron la convivencia pacífica en el planeta Tierra y se convirtieron en parte integral de toda la conciencia humana. 

Protegerlos y prevenir nuevos genocidios depende ante todo de la voluntad de Estados Unidos, el garante más poderoso de la libertad y los derechos humanos en el mundo.

Sólo llamando a este crimen por su claro nombre legal -”genocidio”- será posible superar la actual política de ignorar e incluso alentar las aspiraciones genocidas de Erdogan por parte de algunos representantes irresponsables de la comunidad internacional. 

Todas las demás soluciones, en lugar de enfrentar al perpetrador y la víctima y la reconciliación real, continuarán sirviendo para expandir aún más las peligrosas ambiciones de Erdogan, desempeñando constantemente el papel de Hitler del Este, mediante el ocultamiento sistemático de la verdad y la justicia.

En este momento histórico, no sólo las víctimas inocentes del Genocidio Armenio sino también las almas de millones de mártires que han pasado por los caminos de la violencia y el sufrimiento, esperan ver claramente el concepto «genocidio» en los mensajes del presidente estadounidense Biden.


(*) Abogada. Docente jubilada de la cátedra de Derecho Internacional Público, Facultad de Derecho, UNC

Comentarios 1

  1. Mario A. Barbera says:

    La autora no solo nos comparte la alegría amarga del reconocimiento del genocidio Armenio por parte de la mayor potencia de Occidente. También nos ofrece un detallado recorrido por la historia de tales crímenes no solo señalándonos el primer genocidio del siglo XX sino también las terribles ramificaciones mundiales de tan espantoso suceso. En síntesis desnuda y expone a nuestra conciencia el pecado original de estos tiempos que consiste en la banalización del mal.

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