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El delirio presidencial de proclamar ”el Estado soy yo” 

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Por Luis Esterlizi (*)

Encrucijada institucional

Frente a los acontecimientos que se fueron sucediendo con la presentación al Congreso de la Nación que realizó el actual Presidente con su DNU y la denominada “ley ómnibus”, muchos ciudadanos fuimos sorprendidos no sólo por la forma compulsiva y extemporánea sino además por su identificación clara y precisa con lo que se entiende como un acto de imposición dictatorial. 

Esta propuesta avanza -claramente- en forma descarada con el fin de someternos a un cambio absoluto y total de nuestra identidad cultural, cercenando derechos y restringiendo las formas y sentido de nuestras organizaciones con sus roles y funciones, construídos a partir de nuestra evolución social, exigiendo además al Poder Legislativo, tiempos perentorios para su aprobación.

Leandro Boyer, corresponsal de La Voz del Interior en Buenos Aires, con fecha del pasado día 28, opinaba: “Con el megaproyecto de ley que reveló en la víspera intenta sumar poder para allanarse el camino (…)”. La presente ley contiene delegaciones legislativas al Poder Ejecutivo Nacional de emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, social, previsional, de seguridad, defensa, tarifaria,energética y sanitaria,con especificación de las bases que habilitan cada materia comprendida y con vigencia durante el plazo específicamente previsto, reza el artículo 1 del texto, y “solicita que ese estado de situación se extienda hasta el 31 de diciembre de 2025, pero también la facultad para extenderlo por otros 2 años más, hasta el final de su primer mandato”.

En ese sentido, el título del presente artículo trata de emular situaciones y actitudes similares en el arte de gobernar a las de Luis XIV, quien -como rey de Francia- asumió la totalidad del poder público para sobrepasar a los otros dos poderes del Estado. Por tales circunstancia, algunos historiadores le adjudican la frase “el Estado soy yo”. 

“Coronado rey a los cinco años, Luis XIV se convirtió más tarde en la imagen misma del absolutismo monárquico europeo. Los historiadores -sin embargo- están en desacuerdo acerca del origen de esa frase e incluso si el rey las pronunció o no. Unos afirman que el monarca acudió al parlamento, con traje de caza y una fusta en la mano y dirigiéndose al primer ministro exclamó “el Estado soy yo”, para vencer la resistencia a la aprobación de varios edictos expedidos por él. Otros historiadores -por ejemplo, Jacques Antoine Dulaure en su Historia de París 1853- cuentan que fue dicha como réplica al comentario de un miembro de la corte acerca de los conceptos: rey y Estado. André Maurois, en cambio, sostiene que Luis XIV nunca pronunció esa frase aunque no duda de su espíritu absolutista. En todo caso , la frase “el Estado soy yo” es la expresión más pura de la concepción autocrática de la vida política. Significa que el gobernante encarna al Estado, que su voluntad es la suprema ley y que resume en su persona todos los atributos y potestades estatales”. (Wikipedia).

Decadencia y dictadura en democracia

El modelo de gobernanza que intenta imponer La Libertad Avanza es aquel que instala un proceso retrógrado, imitando en lo político e institucional al que se establecía hace aproximadamente 370 años, imponiéndoles a los poderes Legislativo y Judicial, el sistema espurio de la oferta y la demanda por medio de negociaciones incompatibles con la ética y la moral, dejando de lado la defensa irrestricta de derechos e intereses de todos los ciudadanos que aseguran la existencia e institucionalidad de una sociedad. 

Por lo tanto, la desaparición de las entidades intermedias, habla a las claras de que estamos en presencia del ejercicio antidemocrático más allá de que cada argentino pueda gozar de la libertad individual para hacer lo que le plazca. 

A ciertos cuadros de la actual dirigencia política, gremial, empresaria, comercial, etcétera parece que se les congeló parte del cerebro y sólo funciona en función del interés personal o grupal mientras los derechos e intereses de Argentina en su conjunto, quedan a merced -solamente- del manejo autocrático del Presidente. 

Efectivamente, este Gobierno, nuevo pero con viejas ideas y claras pretensiones oligárquicas, denostando al Estado y en contra de las entidades intermedias sociales y sectoriales, lo que persigue es imponernos sus obtusas ideas, para poder decidir sobre la soberanía territorial, ideológica y cultural, así como el modelo de relaciones interinstitucionales restringiendo el poder de discernir al pueblo organizado, como claro modelo de un liberalismo cavernario.

Desprecia y denuesta el concepto de la justicia social y anula ipso facto la participación institucional de los sectores organizados en la toma de decisiones estratégicas, ya que el absolutismo gubernamental se concentra en medidas exclusivamente económicas y financieras, en las cuales solo importan números y porcentajes. Para él -hasta ahora- el factor humano no existe.

Por lo mismo, no habla ni promete políticas públicas que revolucionen la educación, la salud, los servicios, el trabajo, el perfil industrial y tecnológico, o sea lo que directamente tiene que ver con las esperanzadas políticas de Estado que propongan el crecimiento económico y el desarrollo social de los argentinos. 

Esta realidad asegura que, de esta manera, si la Argentina en su conjunto no se realiza, nadie jamás podrá realizarse. 

El federalismo 

Por último,una necesaria referencia al muy proclamado federalismo, para entender y comprender el papel que -a mi criterio- deberían ejercer los gobernadores. 

No habría ninguna razón para hablar de federalismo si no existiese un territorio que contiene varias provincias y -aunque éstas posean sus disimuladas independencias- nada serían en una Nación entregada a la voracidad incontrolable de un liberalismo en total crisis ética y moral. 

Hoy los gobernadores, con las necesidades lamentables que sufren sus pueblos, deben maniobrar ante quien se ha convertido unipersonalmente en el Estado. Sin embargo, es imposible desconocer que el verdadero federalismo es aquel que hermana a todas las provincias en un mismo territorio libre y soberano, identificando a una Nación, libre, justa y soberana ya que hablar de federalismo en una Argentina doblegada, es una clara utopía y una decisión que en el fondo esconde las semillas de la entrega y traición a la patria. 

De allí que cada provincia será libre y soberana y se desarrollará política, económica y socialmente siempre y cuando Argentina logre su definitiva liberación nacional; si no, por el contrario, serán provincias colonizadas por sus recursos estratégicos, como venía sucediendo y hoy se intenta abiertamente a partir del actual Gobierno Nacional. 

(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba 

“En este marco de impotencia, el liberalismo sólo atina a huir hacia adelante insistiendo y profundizando las causas de su propia crisis. Así en la adopción de un cortoplacismo extremo, se reemplazan las formas de acumulación económica basadas en un capitalismo productivo, por un capitalismo especulativo, vaciado de valores, que ha terminado por transformarse en parasitario de los pueblos y destructor de la naturaleza.

Por este mismo cortoplacismo, se busca garantizar una voraz concentración del poder en el presente, con el propósito de estar en mejores condiciones de resolver a su favor cuando se manifiesten los efectos negativos de las decisiones absurdas e irracionales de hoy”.

(Extracto del documento final del Congreso de Filosofía y Metapolítica, sobre Comunidad Organizada – Agosto de 1999).

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