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Obrero de la palabra solidaria y creadora

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“Un recuperador de la memoria real y colectiva sudamericana y un cronista de su tiempo” (Casa de las Américas).

Escritor emblemático de una época forjada entre sueños revolucionarios, el uruguayo Eduardo Galeano -fallecido ayer a los 74 años- supo plasmar en sus escritos ese viento que sacudió a más de una generación comprometida en la lucha por un mundo mejor que caracterizó las últimas cuatro décadas del siglo pasado, en pos de aquel hombre nuevo vaticinado por el Che.

El autor de Las venas abiertas de América Latina falleció ayer en el sanatorio Casmu de Montevideo, a raíz de cáncer de pulmón, por lo que se encontraba internado en la capital uruguaya.

Con un ideario de izquierda que lo llevó desde muy joven a recorrer los poblados de su patria como integrante de la juventud socialista, el autor de Memoria del fuego -en el cual hace una recuperación de las raíces indigenistas- y Las venas… -dos de sus libros más famosos, traducidos a varios idiomas- desbordó ampliamente los límites de la literatura.

Cronista de su tiempo, Galeano mantuvo a lo largo de toda su vida su denuncia contra todo tipo de injusticias, incluso en el nuevo siglo hizo suyas las consignas ecologistas para frenar el deterioro del planeta y no titubeó en denunciar a las pasteras que contaminan las aguas en su querido país.

Para él siempre fue importante la recuperación del pasado pero también el futuro, la incertidumbre frente a un mundo donde se enseñorea la pobreza, sumado al tema de las grandes migraciones de personas en el continente que deambulan sin rumbo fijo, expulsadas de sus lugares de origen.

La visión de una América Latina unida frente a la adversidad fue una señal de esperanza que se vio reflejada en su narrativa que se remonta a títulos como Los días siguientes (1963), los relatos de Vagamundo (1973), El libro de los abrazos (1989), Patas arriba. La escuela del mundo al revés (1998) y una carta al futuro -escrita en 2011- que sintetiza sus anhelos.

«Nos estamos quedando sin mundo. Los violentos lo patean, como si fuera una pelota. Juegan con él los señores de la guerra, como si fuera una granada de mano; y los voraces lo exprimen, como si fuera un limón. A este paso, me temo, más temprano que tarde el mundo podría no ser más que una piedra muerta girando en el espacio, sin tierra, sin agua, sin aire y sin alma», advierte.

«(…)Yo le pido, nosotros le pedimos, que no se deje desalojar. Para estar, para ser, necesitamos que usted siga estando, que usted siga siendo -apunta-. Que usted nos ayude a defender su casa, que es la casa del tiempo».

Eduardo Germán Hughes Galeano nació en Montevideo el 3 de septiembre de 1940, era hijo de Eduardo Hughes Roosen y de Licia Ester Galeano Muñoz, de quien tomó el apellido para firmar como escritor o periodista.

Cuando era un adolescente comenzó a publicar caricaturas para El Sol, un periódico socialista en Uruguay, con el pseudónimo de «Gius»; también fue obrero en una fábrica de insecticidas y pintor de carteles – entre otros oficios-, a pesar de provenir de una familia de la clase alta.

Se inició como periodista a comienzos de 1960 como editor del semanario Marcha y del diario Época; luego del golpe de Estado en su país del 27 de junio de 1963 fue encarcelado y posteriormente se instaló en Argentina.

Una década después fue el director de la revista cultural y política Crisis, fundada por Federico Vogelius (1919-1986): «Fue un largo acto de fe en la palabra humana solidaria y creadora (…) Por creer en la palabra, en esa palabra, Crisis eligió el silencio. Cuando la dictadura militar le impidió decir lo que tenía que decir, se negó a seguir hablando», dijo al cierre, en agosto de 1976.

Ese mismo año su nombre integró la lista de condenados por la dictadura militar argentina, presidida por Jorge Rafael Videla, y viajó a España, donde escribió la trilogía Memoria del fuego (Los nacimientos), 1982; Las caras y las máscaras, 1984, y El siglo del viento (1986), en los cuales revisita la historia del continente latinoamericano.

El uruguayo estuvo casado con Silvia Brando, con quien tuvo una hija, Verónica Hughes Brando; luego, con Graciela Berro Rovira, con quien tuvo dos hijos: Florencia y Claudio Hughes Berro, y por último con Helena Villagra.

En 2007 le diagnosticaron un cáncer de pulmón pero fue operado rápidamente y el diagnóstico precoz hizo que no tuviera ninguna secuela de esa enfermedad.

Por su obra, Galeano fue galardonado con el Premio Casa de las Américas 1975 y 1978; Premio del Ministerio de Cultura del Uruguay 1982, 1984, 1986; American Book Award 1989; Premio Stig Dagerman 2010 y Premio Alba de las letras 2013.

En ocasión de recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de La Habana, en 2001, el escritor dijo: «He amado a esta isla de la única manera que es, digna de fe, con sus luces y sombras», mientras que el jurado definió con certeza al escritor y periodista como «un recuperador de la memoria real y colectiva sudamericana y un cronista de su tiempo».

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