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“La presencia de los jóvenes en el tejido social se torna crucial”

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En distintos debates de la actualidad se constata la importancia de las nuevas generaciones, de sus conflictos, sus consumos y sus formas de vivir. Esta temática será central en el próximo Seminario Internacional del Centro de Investigación y Estudios Clínicos de Córdoba (CIEC)

Por Luz Saint-Phat – [email protected]

¿De qué hablamos cuando nos referimos a la juventud? ¿De su lenguaje siempre novedoso? ¿De su forma de vivir? ¿De su edad? ¿De las formas en las que un grupo de personas se divierte, consume, se relaciona, se enamora?
En el marco de debates y discursos diferentes que hacen permanente referencia a la juventud, esta temática será abordada por el Centro de Investigación y Estudios Clínicos de Córdoba (CIEC) en el próximo Seminario Internacional, que ocurrirá los días 28 y 29 próximos.
“Jóvenes 2017. Inhibiciones, síntomas y angustia” es el título de este encuentro que convocará a psicoanalistas de orientación lacaniana de distintas partes del país y del mundo.
A días del seminario, la psiconalista cordobesa Gisela Smania -miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) y de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL), además de adherente y responsable del Área de Enseñanza del CIEC- aborda la cuestión de las juventudes en la era contemporánea, en diálogo con Comercio y Justicia

-¿Por qué la elección de la temática “jóvenes” para el próximo seminario internacional del CIEC? ¿Cuál es el papel de los jóvenes en la actualidad?
-Constatamos que el asunto de los jóvenes agita hoy todo tipo de debates. Basta arrimarse a los medios de comunicación para advertir cómo asoman preocupaciones de las más variadas, cuyo objeto principal son los y las jóvenes, sus problemáticas y sus modos de vivir. Asistimos, por ejemplo, a discusiones referidas al consumo en las fiestas electrónicas, al interrogante por los fenómenos de aglutinamiento, por los problemas inherentes al lazo social como el llamado bullying, la epidemia de la violencia en su sentido más amplio, o la discusión sobre los difíciles bordes de la imputabilidad. También se debate sobre los interrogantes de la incidencia de la pasión creciente por los objetos tecnológicos, entre otros aspectos. Esto, sumado a la pregunta siempre abierta sobre cómo constituyen los jóvenes y adolescentes sus respuestas frente al encuentro con la sexualidad, el tratamiento renovado que hacen del lenguaje, su relación con la autoridad, con el saber.  En ese sentido es que podemos constatar cómo la presencia de los jóvenes en el tejido social se torna crucial, con sus modos de llevar el cuerpo, de reunirse, de habitar la ciudad. Sin embargo, lo más importante en este contexto es no avanzar rápidamente en ningún tipo de estandarización o caracterización “psicologizante” de la juventud. Por el contrario, se trata más bien de conmover el sentido común en el que, en muchas ocasiones, estas discusiones se posan.

– Las juventudes de hoy ¿son distintas de las de otras épocas? ¿Cuáles son sus desafíos, sus motivaciones, sus dificultades, sus características específicas, según se puede vislumbrar hoy en la clínica?
– Me gusta el plural juventudes, va en la línea con lo que decíamos recién. No hay una definición universal, unívoca, a la medida de todo el mundo. La propia definición de adolescencia – que no es un término psicoanalítico- conserva en sí misma elementos cronológicos, biológicos, sociológicos, históricos, morales, estéticos. Es, podríamos decir, una categoría siempre en construcción, que va de la mano de su época.
Ahora bien, ya señalar que posee el carácter de una construcción es suponer que puede también deconstruirse, como si toda la cuestión girara alrededor de cómo se producen los nombres, las categorías, las definiciones. Y no, precisamente no es un asunto de modas. Si cada época viste con sus propios semblantes aquello que pasa en este tiempo especial de la vida que designamos bajo el nombre de juventud, nos toca precisamente extraer de ellos sus consecuencias reales, captar cómo tocan, afectan a cada quien. Es un hecho que, desde la salida de la infancia en adelante, muchas cosas quedarán definitivamente conmovidas. Y ese sacudón, esa especie de tormenta y empuje es algo que acontece, es bien real. La pregunta es cómo eso se traduce en nuestra práctica, cómo aparecen estos avatares en las inhibiciones, los síntomas y la angustia de los jóvenes de nuestro tiempo.

– Hace días, una consultora privada indicó que siete de cada diez jóvenes argentinos no encuentran trabajo. ¿Es ésta una problemática que se escucha en el consultorio? ¿Qué herramientas o mecanismos aparecen frente a esta dificultad que impone el mercado laboral en el país?
-Ése es un aspecto muy importante para tratar. Constatamos cada vez más este proceso que conduce a los jóvenes a su exclusión del mercado laboral. Y es sólo una de las formas que toma hoy el problema, estructural, de la segregación. En el consultorio escuchamos cada vez más las condiciones de precarización en el terreno laboral, también en el acceso al saber. Sabemos que “tener un trabajo” no sólo debe pensarse en un sentido estrictamente pragmático sino que es una manera de estar en el lazo social, una manera de identificarse, de ser en el mundo. Un trabajo brinda nada más ni nada menos que un lugar y un lazo. Tal vez sea éste hoy uno de los nuevos terrenos de la soledad. Escuchamos a los jóvenes hablarnos de cómo de la mano de la desocupación, el tiempo -en su dilación infinita- se vuelve en ocasiones una experiencia insoportable. Se abre aquí entonces, puedo decirlo así, toda una ‘clínica de los afectos’ en la cual la tristeza, el tedio, el aburrimiento y ‘la certeza silenciosa’ de la angustia, fundamentalmente, están a la orden del día. Ésa es la paradoja: en un mundo plagado de exigencias, donde la promesa de felicidad propia del coaching del mercado encuentra cómodamente su sede; en un mundo en el que, además, hay que volverse experto para todo, es cada vez más constatable el lugar de desecho que luego eso ocupa.

– ¿Qué aportes puede hacer el psicoanálisis para pensar las juventudes de hoy, que puedan servir de orientación para comprender mejor las transformaciones que están sucediendo?
-Este punto viene tal vez a posarse en cada una de las cosas que hemos situado. Se trata de una posición ética. Un psicoanalista apuesta a acompañar a quien lo demanda a producir su brújula. El encuentro con un psicoanalista, tal vez, permita inventar un estilo, una estrategia subjetiva, un cálculo que no esté sometido a los imperativos homogeneizadores y que vaya ligado a la posibilidad de no retroceder frente al propio deseo. Es -para concluir- fundamental sostener la pregunta ¿qué designa lo joven? Creo que, en lo que concierne a mi práctica llevada adelante con chicas y chicos de diferentes edades, uno se deja enseñar, se anima a ingresar en una práctica de la palabra inédita, novedosa. El desafío para el psicoanálisis está asumido, en el intento de estar a la altura de interpretar por dónde sopla lo nuevo.

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