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Programar en la escuela = aprender a pensar

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Las TIC, desde hace varias décadas, representan una promesa incumplida en educación. Todavía hoy, la tiza y el pizarrón siguen siendo las herramientas que prevalecen en el aula, a pesar de que vivimos en un mundo digital, cada vez más cambiante, dinámico e interactivo.

Por Sergio Gabriel Logares * 

Es temprano y hace frío. Todavía falta un rato para que salga el sol, en pleno mes de julio. Pero dentro de la sala de informática los alumnos de la seño Pao, de sexto grado, ya trabajan frente a las computadoras. El desafío es programar un juego en Scratch, un entorno de programación para niños, que sirva para tomar conciencia acerca del efecto devastador de los derrames de petróleo y sus consecuencias para la naturaleza. Una ballena gris se mueve por la pantalla, esquivando las manchas que se desplazan aleatoriamente sobre el mar. Cada alumno realiza la programación, aplicando bloques, usando ciclos iterativos y empleando variables.

Un rato más tarde, los chicos de segundo grado, con la seño Ivana, construyen juntos escenarios digitales con diferentes hábitats, en los que deben colocar animales que- si se ubican en entornos inadecuados- abrirán automáticamente globos de historieta explicando por qué no pueden vivir en el bosque y sí en la sabana.

Mueven el mouse para aplicar estructuras condicionales y programan los movimientos y eventos al detectar el contacto de cada objeto con el entorno elegido. Ya cerca del mediodía, los alumnos de la sala de 3, de la seño Valeria, dibujan personajes en la computadora, que luego animarán en una historieta interactiva con el fin de prevenir accidentes en el hogar.

Mientras tanto, los alumnos de cuarto y quinto grado del profe Alexis, en la materia Sistemas Digitales de Información, comienzan a crear juegos en inglés, que serán luego sometidos a rigurosos “testers”… los chicos de primero, segundo y tercer grado.

Las tecnologías de la información y la comunicación, atraviesan de lado a lado todos los niveles del Centro Educativo Santo Domingo, como atraviesan todas las actividades cotidianas de la sociedad.

Hace un par de meses, durante una capacitación docente en otra provincia, les pedí a las maestras que eligieran habilidades o competencias que consideraran deberían dominar sus alumnos para poder desempeñarse con éxito en el mundo de los próximos 50 años. En la lista, los términos que más se repitieron fueron: dominio de la tecnología, capacidad para trabajar en equipo, adaptación a los cambios, poder entender al otro, proactividad, creatividad y dinamismo.

A continuación, analizamos cuánto tiempo les dedicaban en sus clases a que sus alumnos aprendan estas habilidades. En la mayoría de los casos, a pesar de reconocer lo valiosas que son estas competencias, no se encontraban contempladas con la correspondiente importancia en los desempeños planificados para el aula. La mayoría del tiempo se dedicaban a reproducir información de diferentes áreas del conocimiento o a resolver ejercicios estereotipados y fuera de contexto.

Poco para la creatividad, para la adaptación a entornos cambiantes, para la producción o construcción conjunta. Las TIC, desde hace varias décadas, representan una promesa incumplida en educación. Todavía hoy, la tiza y el pizarrón siguen siendo las herramientas que prevalecen en el aula, a pesar de que vivimos en un mundo digital, cada vez más cambiante, dinámico e interactivo.

Cuando analizamos la forma en que las empresas de tecnología más reconocidas trabajan, con horarios flexibles, con entornos agradables y amenos, con estructuras edilicias que facilitan la creatividad y el encuentro, con toboganes que conectan diferentes niveles, salas de relajación, instrumentos musicales y juegos, nos damos cuenta de que el mundo es otro, pero la forma en que educamos a los niños se ha quedado en el tiempo, atrapada por un contexto industrial, donde lo más importante era ingresar a la fábrica al escuchar el silbato, tal como los alumnos ingresan al aula el toque del timbre.

Este nuevo mundo necesita una nueva educación, que sea capaz de que la creación, la flexibilidad y el verdadero trabajo en equipo, surjan desde la raíz, con entornos y actividades agradables y que produzcan aprendizajes duraderos, en lugar de la repetición fugaz de datos que se pueden conseguir a tan solo unos clics de distancia.

Con gente que sea capaz de producir y no se limite a usar lo que otros construyeron. Y en este sentido, las tecnologías de la información y la comunicación constituyen un recurso vital y atractivo. Pero para eso es preciso dejar atrás estructuras anquilosadas y animarse a probar nuevos paradigmas, en los que la uniformidad no sea la regla. Nadie dice que sea fácil, pero en algún momento tenemos que empezar.

En los países desarrollados prevén un profundo déficit de ingenieros para las próximas décadas y ya están implementando nuevas dinámicas y metodologías desde la escuela primaria, porque nadie puede descubrir una vocación de una actividad que ignora por completo. Y porque como decía Steve Jobs: “Todo el mundo en este país debería aprender a programar una computadora, porque te enseña a pensar”. En las aulas de Santo Domingo, paso a paso, sin hacer mucho ruido, los alumnos se preparan para el futuro.

* Director Grupo Educativo Santo Domingo, miembro del Cluster Córdoba Technology.

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