jueves 21, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Apps y salud mental: alcances y límites para el bienestar

APPS EN LA MIRA. Impulsan un registro que incluirá a profesionales de diversas disciplinas
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Aplicaciones para el seguimiento del estado de ánimo, para la identificación de patrones de pensamientos negativos, para promover hábitos saludables y meditar parecen haber llegado para quedarse. Los pros y los contras de estas herramientas digitales que se instalaron en el campo de la psicología

La inteligencia artificial (IA) y las app vienen ganando terreno en el campo de la psicología y es inevitable hablar de ellas sin analizar su actual desarrollo, lo que depara el futuro y las dudas sobre sus efectos. 

Las aplicaciones en bienestar humano o salud mental son herramientas digitales que dicen tener como objetivo mejorar la calidad de vida de las personas, ya sea por medio de la promoción de hábitos saludables, la prevención de enfermedades mentales o la asistencia en el tratamiento de trastornos psicológicos. Así introduce el tema Patricia Altamirano, ex decana de la Facultad de Psicología, hoy directora del Campus Virtual de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), quien aporta un amplio análisis sobre los alcances y límites que deberían tenerse en cuenta en esta materia -cercana para algunos y aún inimaginable, para otros. 

Las plataformas digitales están diseñadas para usuarios directos o profesionales de la salud mental y utilizan IA para mejorar sus prácticas, a partir de la utilización de datos a gran escala. Estas aplicaciones suponen una serie de conceptos sobre el comportamiento humano y sobre cómo intervenir en el dolor subjetivo.

“Hay aplicaciones en bienestar humano -aquellas de meditación- que ofrecen ejercicios de respiración y meditación guiada para reducir el estrés y la ansiedad, así como para mejorar el sueño. Hay juegos y actividades para reducir el estrés. Una importante cantidad de aplicaciones ofrecen múltiples herramientas para el seguimiento del estado de ánimo, la identificación de patrones de pensamientos negativos y la promoción de hábitos saludables. Hay algunas que ofrecen herramientas de diagnóstico y tratamiento. Incluso otras que utilizan terapia en línea con un profesional de la salud mental”, ejemplifica la especialista a Comercio y Justicia.

También menciona las app que son propuestas para intervenir en políticas públicas como una desarrollada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en coordinación con el Ministerio de Salud de la Nación, diseñada para ayudar a los equipos de salud. 

Asimismo, habla de “Yana”, otra aplicación de salud mental que utiliza un chatbot para brindar apoyo para el bienestar emocional. “El chatbot imita el comportamiento humano y se basa en la terapia cognitivo-conductual de tercera generación, que enfatiza la funcionalidad de la conducta, el contexto y las contingencias, así como la construcción de significados vitales, la regulación emocional y el mindfulness”, completa.

Aclara que son fáciles de usar y están disponibles 24/7 y casi todas disponen de una versión gratuita y otra paga

Muchas de estas aplicaciones recibieron acreditaciones de organizaciones para la revisión de aplicaciones de atención y salud, como lo son ORCHA (una expresión de la Sociedad Americana de Psicología) o la europea DHAF, que apuntan a poder evaluar las tecnologías de salud digital de manera objetiva y basada en evidencia, e incluye componentes para evaluar la privacidad y la seguridad, la garantía y la seguridad clínicas y la usabilidad. 

“Las app crecen y crecen bajo los contextos privados, sin reglamentación de los Estados y hay veces que crecen -inclusive- sin el sustrato de la evidencia empírica y de la mirada académica de la psicología, la psiquiatría, de las distintas expresiones académicas”, advierte Altamirano. 

Para ella, la aplicación es una herramienta muy útil, de futuro, que, atento a que el tiempo en que la IA y el machine learning funcionen mejor, cada vez van a ser mejores. “Probablemente mantengan los sesgos que tienen los diferentes colectivos. No es neutra la aplicación pero aprende con las personas que ingresan”, detalla. 

También advierte sobre los límites con el ejemplo de una plataforma que cuenta con escalas de depresión, escalas de autoritarismo. “Si se toma una escala y se la hace, ese resultado opera sobre uno. Uno se queda sólo con el impacto y si está mal (psicológicamente) es altamente improbable que encuentre una salida de esa situación. En cambio, un proceso terapéutico le hace a la persona una serie de tests diagnósticos, o la escucha o hace lo que fuera, pero la devolución es algo que está acorde con lo que ella puede escuchar, no con lo que se puede disparar con una acción violenta o suicida o lo que fuera”, distingue.

Altamirano afirma que todavía no hay estudios de los impactos negativos de las app, porque las empresas no los quieren sostener: “Lo que están haciendo es implantar una metodología que no es mala per se, pero que no tiene los suficientes acuerdos entre la comunidad de terapeutas para poder decir ‘esto vale la pena y no va a traer efectos negativos”. 

Además, señala las particularidades contextuales que deben tenerse en cuenta. “Depresión” y “procrastinación” tienen en Argentina una expresión diferente que en Europa “porque allí todavía hay un estado de bienestar, pero aquí hay incertidumbre; estamos más como Israel y la Franja de Gaza. En Israel, por ejemplo, funcionan aplicaciones, el Estado tiene varias, que están relacionadas con las crisis de ataque de pánico en guerra”.

Los problemas
Una de las principales preocupaciones en el mundo de las app en cuestión es la privacidad y seguridad de los datos personales, que está relacionada con el uso y venta de esta información. 

En este sentido, la psicóloga advirtió que nadie querría que afirmaciones negativas del estilo “nadie me quiere” o fantasías eróticas, sueños o situaciones de autocompasión estuvieran a disposición de una empresa privada, que, teniendo la propiedad de estos datos, los vendiera para obtener una ventaja comercial. “De hecho, cada vez que jugamos con aplicaciones y nos piden que les ayudemos a ver si están bien sus resultados, somos expertos que podemos ejercer control de las respuestas, sin que la empresa pague nada por esta acción”, relata sobre el paso de consumidores a prosumidores en este mundo de la IA. 

Por otra parte, existen preocupaciones sobre la calidad de la atención brindada por la IA en la salud mental, ya que los algoritmos pueden tener sesgos y limitaciones inherentes en la comprensión de la comunicación no verbal. Esto puede conducir a diagnósticos o tratamientos inexactos. 

“También es importante señalar que la IA no puede proporcionar el mismo nivel de seriedad y encuadre ético académico que los terapeutas humanos. No es transparente sobre qué estudios avalan su efectividad. No es un reemplazo de la terapia. Si uno está en una situación de acoso laboral o maltrato doméstico, las respuestas necesarias no son las obvias. Seguramente, frente a un jefe maltratador ya alguien nos dijo qué podríamos hacer, pero eso no significa que no tengamos miedo o dudemos de la acción. En estos momentos las aplicaciones no nos podrán ayudar a tomar esa decisión, o a buscar una estrategia alternativa”, concluyó. 

Hacia el futuro
Las crisis vitales seguirán existiendo, como los problemas vinculares, las preguntas por el sentido que tiene vivir, los sentimientos y las decepciones. En tanto existan problemas, se buscarán soluciones, o puertas de esperanzas para sentirse mejor. Por ende, los recursos de salud psíquica siempre estarán escasos.
“Por ello, los sistemas de IA, que además se entrenan aprendiendo con cada dato, con cada respuesta nuestra, tienen un futuro muy importante en el tema del acompañamiento y el bienestar psíquico. Aunque se programan con secuencias estandarizadas y algoritmos en inicio conocidos, la individualización del aprendizaje, cada día avanza y, con su avance, el conocimiento de estas herramientas de todos nuestros datos subjetivos”, analiza la ex decana de Psicología de la Casa de Trejo.

Sobre el futuro, planteó varios horizontes distintos: “Un futuro distópico, en el que la máquina se apropia de las decisiones humanas y dependemos como humanos de ellas. Distópicos esperanzadores, en los que estos sistemas nos permiten alcanzar el bienestar humano planetario y convivir con estas aplicaciones de igual a igual. Tanto como los que opinan que esto tendrá un párate ético y que no avanzará más. En cualquier horizonte, el futuro ya llegó y está entre nosotros”, concluyó.

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