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La ruta del vino tucumano combina aromas, colores y paisajes

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El corredor que cruza los valles Calchaquíes alberga, a lo largo de un centenar de kilómetros, 14 bodegas que proponen diversas actividades en torno a la elaboración de productos regionales

La provincia de Tucumán atesora una interesante propuesta de turismo enológico que abarca desde Tafí del Valle hasta el corredor de la ruta 40 en los Valles Calchaquíes, un circuito de alrededor de cien kilómetros que celebra la historia y la cultura del trabajo de 14 bodegas en los terruños regionales.  

La también conocida como Ruta del Vino Tucumano brinda los colores, sabores y paisajes en comunión con la experiencia y sabiduría de la gente. El recorrido, que trepa desde los 1.750 metros sobre el nivel del mar (msnm) hasta los 3.000 msnm se caracteriza por su suelo de arenoso a pedregoso, permeable, suelto, limpio y profundo, una amplitud térmica que imprime la concentración de aromas, azúcares y colores, vientos que aseguran la sanidad de las uvas y una diversidad de cepas que sintetizan el mundo del vino. 

El malbec y el torrontés están presentes en las barricas de esta área vitivinícola tucumana, donde aseguran que la exposición al sol es uno de los principales condimentos en una zona donde febo reina durante 350 días del año.

La región también se caracteriza por su diversidad de propuestas, con emprendimientos vitivinícolas artesanales, boutique e industriales, acompañados por una combinación de la historia de los pueblos originarios, lo ancestral, lo español y lo jesuita. 

Vale destacar que en los Valles Calchaquíes existen viñedos desde fines del siglo XVI y que desde el XIX allí se elabora la bebida nacional. 

En general, en estos viñedos se trabaja la tierra en forma orgánica, con abonos naturales de guano y orujo, en tanto que el riego es por goteo, con aguas de alta montaña o pozos profundos.

Vanguardia y tendencia 

Entre las bodegas que integran este paseo, se destacan: Luna de Cuarzo, creada por la primera mujer tucumana que desarrolló su emprendimiento vitivinícola; Finca Albarossa, propiedad de una familia italiana que se enamoró de este terruño y cuenta con un  hospedaje boutique para disfrutar de los viñedos; y Los Amaichas, única bodega del país y la tercera del mundo en ser administrada y dirigida por una comunidad de un pueblo originario.

Luna de Cuarzo se fundó en 2011, en el km 4.305 de la ruta 40, en Colalao del Valle. “La luna, cuando sale, es blanca como el cuarzo. Por eso elegimos este nombre para la bodega”, comentó Silvia Gramajo, dueña del emprendimiento. 

“Los expertos definen los suelos calchaquíes como sanos, buenos, con mucho sol y buen clima, razón por la cual los vinos son perfumados, intensos y aromáticos”, explicó Gramajo. 

“Por algo los pueblos originarios florecieron en este valle”, agregó la bodeguera, en tanto que destacó que “acá hacemos todo nosotros. Son dos hectáreas y media de viñas, muy cuidadas, con técnicas orgánicas, con cosecha en luna llena y algunas plantas aromáticas como el burrito, el paico, lavandas, romero y jarilla que brindan sus aromas persistentes”.

De Italia a los valles 

Finca Albarossa es un proyecto vitivinícola que inició en 2010 la familia Giacomo Spaini. En un principio contaba con 13 hectáreas con cepas malbec y cabernet franc, luego sumó un torrontés ligero y hoy abarca alrededor de 120 hectáreas al pie del cerro de La Mina (4.762 msnm), donde también se ubica el hotel boutique.

“Plantamos olivos alrededor del hotel porque está relacionado con este cultivo en Italia”, contó el dueño del establecimiento, ubicado en el kilómetro 4.282 de la ruta 40, cerca de Colalao del Valle, de Amaicha del Valle y de la ciudad sagrada de Los Quilmes.

En este enclave se puede apreciar la producción de los vinos, cuyas botellas lucen etiquetas creadas por el artista tucumano Enrique Salvatierra, así como recorrer las fincas y viñedos, conocer a los artesanos ceramistas y textiles, realizar travesías en vehículos doble tracción, cabalgatas, senderismo y hasta visitar el Observatorio que se encuentra en Ampimpa, a tan sólo 24 km. de la ruta 40, sobre la 307 (provincial).

Experiencia ancestral 

La bodega comunitaria Los Amaicha (ruta provincial 307, km 115, Amaicha del Valle) es un emprendimiento único en Argentina y el tercero en el mundo administrado y dirigido por una comunidad de un pueblo originario, en este caso de Amaicha del Valle, que se rige con una organización integrada por un consejo de ancianos y el cacique, Miguel Flores.

“Son cuarenta productores de uva de distintos pueblos de los valles que integran Amaicha del Valle, Los Zazos, Ampimpa, Encalilla, El Paso, Colalao del Valle, hasta la ciudad sagrada de Los Quilmes, quienes participan en esta bodega donde se procesan entre 16 mil y 18 mil kilos por vendimia para elaborar un vino muy natural”, explica Gabriela Balderrama, representante de la bodega. 

“Hacemos un vino casi orgánico. En cuanto al riego, hay entusiasmo para el verano porque hubo mucha helada este invierno y esperamos que el deshielo traiga agua”, agregó Balderrama.

“La gente que visita la bodega se emociona mucho con el trabajo de la comunidad Amaicha y con la celebración de la Pachamama, que se realiza en agosto. Es una ocasión muy importante y en momentos como estos tiempos difíciles, es una gran paz interior que uno vuelve a sentir”, concluyó.


Los Amaicha, primera bodega dirigida por un pueblo originario

La comunidad de Amaicha del Valle tiene la fuerza que le imprime la historia y la propiedad de sus tierras desde el principio de los tiempos. Después de la llegada de los españoles lograron mantener la propiedad de sus tierras mediante cédula real de 1716.

Fue en 2015 cuando surgió el proyecto y en 2016 fundaron este emprendimiento, la primera bodega dirigida por un pueblo originario y la tercera en el mundo.

Cada 1 de agosto se celebra la Pachamama, la veneración a la Madre Tierra. Desde el principio de la pandemia, el pueblo mantuvo los cuidados preventivos y aplicó los protocolos, de manera que en la actualidad se puede visitar, se recorre la finca, se conocen los cuidados de los viñedos y el proceso del vino y hasta su degustación, para lo cual cuentan con una sala especial, aunque en este momento se desarrolla al aire libre.

Sus vinos se conocen con la marca “Sumak Kawsay”, en lengua ka kan, que en castellano significa “buen vivir”. Son elaborados con uva criolla y malbec.

La bodega fue diseñada con el concepto ancestral de recintos circulares de piedra. Tiene un área de recepción, otra de degustación, la sala de elaboración y cava, y recibió el reconocimiento de la “Marca Tucumán” que otorga el Instituto de Desarrollo Productivo tucumano.


Luna de Cuarzo

La finca Luna de Cuarzo fue diseñada “dentro de la Pacha”, según relata su dueña, Graciela Gramajo, quien describe que “su bodega es subterránea, no sólo la cava sino también la sala de elaboración, donde “veneramos las propiedades de la tierra y nuestra deidad la Pachamama, de la cual somos parte y respetamos”.

“En el valle calchaquí el paisaje es parte del enoturismo. La tierra, el clima, el sol son tan especiales que se logra mucha calidad en los vinos; no cantidad, sino calidad”, puntualizó la directora, y agregó que “con las líneas de vinos de autor que se elaboran en esta bodega, como ‘Faustino del Pozo’ y ‘Desata’, se logró un torrontés con mucho perfume y un cosecha tardía de muy alta calidad”.

En cuanto a la línea “Bío” (por su producción biodinámica que se rige por los ciclos de la luna), el torrontés es seco; y del ‘13. Malbec’, el nombre se debe a que se guarda durante 13 lunas en tanque”. 

En la zona también son famosos los quesos tafinistos, surgidos con recetas de varios siglos, de cuando se instalaron los jesuitas en Tafí del Valle. Hoy cada estancia elabora su queso,  ideal para maridar con los malbec. En este caso, muchos eligen el Luna de Cuarzo Gran Reserva, un vino de guarda en el que, dicen, se sienten los secretos calchaquíes.


Opciones para conocer la ruta

Caminando, degustando o hasta en bicicleta son las diversas opciones para conocer las fincas, las uvas, los vinos y vivir la experiencia de recorrer la Ruta del Vino Tucumano en las diferentes épocas del año, desde la vendimia, la poda en invierno y el raleo. Así como para acercarse a sus hacedores, los dueños de cada finca y los expertos que acompañan para contar los datos, encantos y la pasión de este producto de la tierra.

Las bodegas que integran este circuito son: Bodega Cerro El Pelao (Tafí del Valle), Bodega y viñedos Fortaleza (Tafí del Valle), Bodega Los Zazos (Amaicha del Valle), Bodega Comunitaria Los Amaichas (Ruta 307 kilómetro 115, localidad el Tío/ Amaicha del Valle), Finca Albarossa (Ruta 40, km 4282 – Colalao del Valle), Estancia Rural Río de Arena (Ruta 40, km 4305 – El Bañado), Finca La Churita (Ruta 40, km 4306 – Colalao del Valle), Finca La Orilla (Ruta 40, km 4307 – Colalao del Valle), Altos La Ciénaga (Ruta 40, km 4307 – Colalao del Valle), Bodega y viñedos Luna de Cuarzo (Ruta 40, km 4307 – Colalao del Valle), Chico Zossi (Ruta 40, km 4308 – Colalao del Valle), Las Arcas de Tolombón (Ruta 40, km 4313 – Colalao del Valle), Bodega Vertientes Tintas (Av. Cesareo Segura s/n – camino principal al dique Los Zazos – Amaicha del Valle) y Bodega Valle de Choromoro (Ruta 311, km 3 – Trancas),  la única bodega geográficamente ubicada en otra zona, ya que Trancas está en el Valle de Choromor.

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