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Un mecánico de los relojes biológicos estudia engranajes para vivir mejor

GARBARINO PICO. En su laboratorio del Centro de Investigaciones de Química Biológica UNC.
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Uno de los especialistas en cronobiología de Córdoba describe los avances en la materia y cómo los nuevos conocimientos pueden beneficiar la vida cotidiana de trabajadores, enfermos e incidir positivamente  en la producción.

Por Carolina Klepp – [email protected]

Eduardo Garbarino Pico es cronobiólogo; su pasión en develar cómo y por qué el organismo cambia según los horarios y se adapta por medio de complejos procesos. Sostiene que vivimos en un “mundo rítmico”, que evolucionamos al ritmo de la salida del sol y la llegada de la noche, donde la incidencia de la luz y temperatura impacta en el funcionamiento del cuerpo.

“La cronobiología es la parte de la biología que se dedica a estudiar cómo cambian en el tiempo los procesos biológicos, la fisiología, el funcionamiento del cuerpo, y eso se puede estudiar tanto al nivel de una célula, como a nivel de un organismo, o incluso una población. Hay ritmos poblacionales como el de las larvas de las moscas que nacen a una hora del día; incluso en el hombre también hay horas del día en las que es más probable que ocurran los partos naturales. Esto cualquier maternidad lo sabe, es durante la madrugada cuando más chicos nacen”, describió el investigador de 45 años, uno de los científicos repatriados que años atrás regresó de Estados Unidos para seguir su línea de estudio en el Centro de Química Biológica de la UNC, el lugar que lo vio surgir en el campo de la investigación junto a Mario Guido, la persona que le abrió las puertas como ayudante de laboratorio y hoy es su director.

Para graficar la importancia y la utilidad que tiene saber cada vez más acerca de los engranajes de los relojes biológicos, Garbarino Pico habla de las flores y los animales para introducirse luego en los seres humanos. “Hay plantas que florecen en una época del año y muchos animales se reproducen solamente en una época del año y esto es importante tenerlo en cuenta para la producción”.

Según el científico, los ritmos biológicos más estudiados son los denominados circadianos, que se llaman así porque “son los ritmos cercanos al día”, en los que dos factores ambientales fundamentales para todos los seres vivos, como son la luz y la temperatura, cambian cada día con la rotación de la tierra. Esto hace que tengamos ciclos de sueño y vigilia, hábitos de comida rítmicos, hormonas que aumentan a un horario del día mientras a otros bajan al igual que la presión arterial e incluso la temperatura corporal. Y enseguida define su campo de acción: “Yo soy un biólogo celular, soy un bioquímico, estudio a nivel de reacciones bioquímicas y cosas que suceden en una célula. Particularmente, estoy estudiando los rítmos circadianos de unos gránulos de ARN que existen en las células que se llaman gránulos de estrés”.

Cuándo se le consulta por qué se producen y qué implican estos gránulos, lanza su hipótesis. “Los gránulos de estrés se forman porque cuando una célula se estresa tiene que cambiar todos los metabolismos, todo su funcionamiento para responder a ese estrés y no morir; entonces, las proteínas que tienen que ser fabricadas son otras que las que se fabrican normalmente. Entonces, los ARN mensajeros que normalmente están siendo traducidos en proteínas se guardan en estos gránulos y la maquinaria de síntesis de proteína se empieza a usar para fabricar proteínas necesarias para sobrevivir, para responder a ese estrés y se sabe que la respuesta a esto no es la misma a cualquier hora del día”.

“La cronomedicina, en pañales”
Como ejemplo, señala que se ha demostrado que para pacientes de cáncer hay quimioterapias que son mucho más efectivas -o más dañinas- a una hora que a otra.

“Todavía la cronomedicina está en pañales; convencer a los médicos de la importancia de esto todavía es difícil”, advierte. En contrapartida, tal vez el tema del jet lag, cuando se viaja a un país con otro huso horario distinto, es uno de los aspectos más conocidos de los relojes biológicos. “Al principio no se tiene sueño cuando es de noche, no se tiene hambre cuando los demás tienen hambre, hasta que el reloj biológico propio se pone en hora al nuevo reloj ambiental externo”, explica.

Garbarino Pico sigue enumerando cómo -conociendo estos procesos de los relojes biológicos- se puede vivir mejor. Por ejemplo, si los empleadores lo tienen en cuenta para las personas que trabajan de noche, quienes tienen horarios rotativos y suelen terminar teniendo problemas de salud. “Se ha demostrado incluso que la incidencia del cáncer es mayor en esa gente, así como en cosas no tan graves como úlceras, problemas gástricos, problemas para dormir, de humor, de depresión. Hay que planificar mejor el trabajo de esta gente y para ellos es muy útil tener en cuenta esas cosas”, subrayó.

“Quizá algún día lo que yo estudio, como está vinculado al estrés celular, sirva para entender mejor cómo un medicamento puede interactuar con una célula, a qué hora del día es mejor dar determinada medicación o cómo el estrés puede afectar más a una hora que a otra”, concluyó.

Finalmente, enumeró que tanto la NASA como la Fuerza Aérea de Estados Unidos y hasta algunos equipos de fútbol invierten dinero en estudiar los ritmos biológicos de sus equpos para evitar que los cambios horarios en sus constantes viajes les perjudiquen la salud.

De la inspiración de Cousteau a la cronobiología

“Para mí es maravilloso decir que me gano el sueldo estudiando y haciendo experimentos y tratando de sacar conclusiones generando conocimiento nuevo. Me siento un afortunado porque es un trabajo muy lindo”, dijo quien empezó a estudiar biología al ver y disfrutar los documentales de Jacques-Yves Cousteau.

Eduardo Garbarino Pico dio clases en colegios secundarios, hizo su carrera trabajando en el laboratorio del Colegio Manuel Belgrano, como ayudante de laboratorio, hasta que le comentaron que una persona buscaba a alguien para trabajar -su actual director Mario Guido, quien le propone trabajar en cronobiología-.

Inició el doctorado en 2009 y lo terminó en 2003. De 2004 a 2007 hizo su posdoctorado en Estados Unidos. En 2009 volvió a Córdoba por un programa generado por la Universidad Nacional de Córdoba con financiamiento de la Agencia Nacional de Ciencia y Técnica.

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