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Sabino Acquaviva responde al surgimiento en Europa de “los cachorros de las Brigadas Rojas”

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La pospandemia provoca debates que, hasta la aparición del virus covid-19 y sus mutaciones, estaban guardados en los desvanes o en rincones ocultos de miles de bibliotecas. Ésa es la razón primera por la cual, cada quien, en la medida de sus posibilidades, ha recuperado su caja de herramientas de emergencia para avizorar un futuro que se torna complejo.

Ésa es la razón por la cual han retornado, como novedades editoriales, a los escaparates de las grandes librerías del mundo, auténticos clásicos de la literatura política de los 150 años.

Ésa es la razón por la cual los trabajos de Sabino Acquaviva (1927–2015), quien fue profesor de Sociología en la Universidad de Padua, presidente de su Departamento de Sociología y de la Escuela de Ciencias Políticas de la misma universidad; y, por cierto, profesor visitante de la All Souls College, Oxford, y de la Universidad de Nice, están disputando espacios en los principales mesones de las más importantes librerías.

Sabino Acquaviva, a pesar del paso del tiempo, es considerado el mayor experto italiano en terrorismo y en naturaleza y motivaciones del movimiento guerrillero internacional. Su experiencia de docente y de campo le permitió discutir con las distintas vertientes de las Brigadas Rojas y con las direcciones de los movimientos guerrilleros latinoamericanos.

De sus textos, en italiano, alemán e inglés, a los que hemos accedido en tiempo oportuno, recomendamos Guerrilla y guerra revolucionario en Italia; Terrorismo y guerra revolucionaria; Terrorismo y guerrilla; Necesidades y sistema social, que son algunos de sus títulos más recomendables traducidos al castellano.

De una antigua entrevista realizada por el diario La Repubblica,  traducido en Argentina por La Razón, que se ha reactualizado por el retorno de los cachorros de las Brigadas Rojas, extraeremos algunos conceptos para que actualicemos un debate olvidado o, al menos, postergado en estas latitudes.

Cuando a mitad de los años 70 pocos creían que el terrorismo podía acabar ensangrentando las calles y plazas italianas, Sabino Acquaviva, el sociólogo de la Universidad de Padua (que para muchos acabaría siendo cuna de Autonomía Obrera y la fragua de una buena parte del terrorismo de extrema izquierda del país) publicó una serie de artículos, papers y enjundiosos textos sobre el tema.

Sólo cuando las Brigadas Rojas se manifestaron con toda su virulencia y el terrorismo sembró muertos en las principales ciudades del país, se convirtió en una especie de oráculo, habida cuenta de que el resto de las sociedades políticas y académicas habían desechado la cuestión.

Los cronistas de La Reppublica han entrevistado, en su despacho decanal, al sociólogo experto en terrorismo, ese docente que se negó a colaborar con las fuerzas represivas que pretendían reclutarlo para que asesorara los interrogatorios bajo tortura en las mazmorras policiales.

Preguntado Acquaviva sobre el estado del terrorismo en Italia a mediados de los años 80, expresó:

“A mi juicio, el terrorismo hoy no tiene ya muchas perspectivas en Italia. Aquí el terrorismo nació a través de una compleja elaboración. No hay que olvidarse de que en Italia hubo siempre una gran tradición revolucionaria. Como en España, en un periodo reciente, arranca de la resistencia. Ahora bien, la cultura revolucionaria militar de la resistencia no se había extinguido nunca completamente. Tuvo dos momentos culminantes: el atentado a Palmiro Togliatti en 1948 y otro en los años setenta. Después, la cultura revolucionaria enmudeció. Renació en 1968. Era la primera vez que en Italia existía una cultura de izquierda y revolucionaria no controlable, la que no estaba controlada por el Partido Comunista”.

Un poco más adelante, el entrevistado sostiene: “Pasan así otros 10 años, dicha cultura fue elaborada y poco a poco se convirtió en una realidad. Así se llega a 1977. Los estudiantes del 68 podían gestionar ahora en primera persona la nueva cultura revolucionaria no controlada por la izquierda oficial. Y se lanzan a realizarlo. Pero en el espacio de cinco años todo se disuelve.

Coincide además con el hecho de que el marxismo histórico entra en crisis. Ya se puede ser intelectual y progresista sin ser o sin apellidarse marxista. Por eso, cuando intentaron pasar a la lucha armada, lo máximo que consiguieron fue realizar algunas acciones terroristas. En realidad era un puñado de supervivientes del 68 con casi 30 años, que hoy ya son viejos. Por eso pienso que no existe el espacio para una acción revolucionaria armada”.

La siguiente pregunta versó sobre las razones del fracaso de la lucha armada cuando parecía contar hasta con el acompañamiento de grandes núcleos de la sociedad. La respuesta fue tajante: porque en realidad era una cultura, con la de Toni Negri, “meramente humanística, ideológica y poco pragmática”. Según el autor, equivocaron “totalmente”, porque, contando entonces, como contaba, la nueva cultura revolucionaria extremista de izquierdas, con unas 10 mil personas, podían haber realizado “mucho más”.

El primer error cometido por las Brigadas Rojas fue pretender transcendencia política y mediática, continúa el maestro italiano, sin contar con una fuerte estructura logística. “Tuvieron demasiada prisa y cuando salieron se equivocaron de plano. Baste pensar que empezaron matando a un famoso magistrado, a un conocido de Carabinieri, a un periodista socialista y al político democratacristiano más apreciado por toda la izquierda, como era Aldo Moro, el 9 de mayo de 1978″.

Las consecuencias, naturalmente, fueron inmediatas. La sociedad se puso de pie, alarmada. Los campesinos, montañeses y obreros metalúrgicos levantaron sus voces ante el asesinato, cerrando los caminos de la huida. 

Las Brigadas Rojas, que habían escogido como material de adiestramiento el Manual del Guerrillero Urbano, de Carlos Marighella, entraron en un período dogmático que provocaba conflictos internos hacia dentro de las células revolucionarias y se favorecía la delación juzgando, en tribunales militares, a presuntos elementos corruptos que en muchos casos asesinaron a notables cuadros que se habían distinguido en combate o en la planificación de las acciones guerrilleras. 

Cuenta Acquaviva: “Todo el país se organizó para acabar con ellos -se preparó técnicamente la magistratura, se modernizó el aparato militar y político de la izquierda- y se les puso duramente en contra. Además, las Brigadas Rojas, con su ansia de lanzarse a la clandestinidad y a la lucha armada, acabaron con el movimiento que era el agua en la que podían vivir».

Es decir, los brigadistas se equivocaron en todos los campos. “Yo siempre he sostenido que la guerrilla urbana -reflexiona el Maestro de Padua- no puede vencer. Un principio clásico es la movilidad. Las Brigadas Rojas, por el contrario, escogieron la técnica de centros fijos, donde se movían con facilidad las fuerzas del orden. Y acabaron derrotados».

De esta manera hemos retornado a nuestra tradición de recuperar textos olvidados, para favorecer el debate de este presente que aparece incierto, precario, aleatorio y azaroso…

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