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Precursoras de la equidad en el derecho

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Abrieron el camino a la mujer en los distintos ámbitos jurídicos

  Luis R. Carranza Torres

El 8 de marzo de cada año se conmemora en todo el mundo la lucha de las mujeres por la igualdad, el reconocimiento y el ejercicio efectivo de sus derechos. Una fecha que nace de una injusticia laboral, la de las 129 mujeres que murieron en un incendio en la fábrica Cotton de Nueva York, durante una huelga por mejores condiciones de trabajo.
Instaurada en diversos países, en 1977 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la designó fecha internacional.
Los ámbitos del derecho no han sido extraños a las luchas por la igualdad de género. Siempre digo que ha sido una paradoja que, desde los tiempos antiguos, a la justicia invariablemente se la representara con una imagen de mujer cuando, primero por edicto del pretor y luego en las Partidas, se les prohibió ejercer la profesión de las leyes.
Es por eso que, en los tiempos modernos, las abogadas son algo reciente. De poco menos de siglo y medio. Arabella Mansfield fue en 1869 la primera mujer habilitada en Estados Unidos por el equivalente a nuestro colegio de abogados, en el estado de Iowa, para ejercer la abogacía. Para eso debió antes acudir a los tribunales para obtener la declaración de ilegalidad de las normas que restringían el examen únicamente a los varones.

La rumana Sarmiza Bilcescu fue la primera en Europa en obtener un título de derecho en la Universidad de París, en 1887, estudiando por tres años en un ambiente adverso, tan hostil que a veces algunos profesores se negaron a que entrara en el aula para escuchar sus clases. En 1890 se convirtió en la primera mujer del mundo en lograr un doctorado de Derecho. Tenía sólo 23 años. Su tesis doctoral, titulada «Sobre la condición jurídica de la madre», mostraba la desprotección en la legislación de la época respecto de las mujeres en general y de las madres en particular.
Fue asimismo la primera en ser admitida en una institución de matrícula europea, la asociación de abogados del condado de Ilfov, en Rumania, pero dejó la práctica seis años después para dedicarse a la defensa y promoción del derecho al acceso a la educación de las niñas y los niños de su país mediante becas, sobre todo en el ámbito rural, así como el acceso de las mujeres a la educación superior.
En nuestro país, tuvimos que esperar la primera década del siglo XX para que una mujer obtuviera el título de abogada: María Angélica Barreta fue quien lo recibió, en 1910, en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata.
En nuestra Córdoba, Videla Elisa Ferreira obtuvo el título en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), en 1929. También fue la primera mujer profesora en esta universidad.
La española Victoria Kent Siano fue la primera mujer, tras recibirse en la Facultad de Derecho de la Universidad Central, cursando la carrera como alumna no oficial, en ser admitida en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Corría el año 1925. También fue, seis años después, la primera mujer del mundo que ejerció como abogada en un tribunal militar, al defender ante el Consejo Supremo de Guerra y Marina a Álvaro de Albornoz por el delito de rebelión.
En contraste con esos tardíos inicios en materia de titulaciones, en el transcurso del siglo, Argentina logró hitos no menores en ese tránsito a la igualdad: en 1970, Margarita Argúas, jurista del derecho internacional privado, graduada en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, donde también se doctoró con diploma de honor, se convirtió en la segunda mujer en el continente en integrar el máximo tribunal de un país. Once años antes que la Corte Suprema de Estados Unidos tuviera su primer sitial femenino, en virtud del nombramiento, en 1981, de Sandra Day O’Connor por el presidente Ronald Reagan.
La primera en el continente americano había sido María Cristina Salmorán, jurista mexicana especializada en derecho del trabajo, egresada y doctorada en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), nombrada en 1961 ministra de la Suprema Corte de Justicia durante la presidencia de Adolfo López Mateos.
Los diarios de la época nos recuerdan el marco de escepticismo en que asumió, impregnado de comentarios y bromas sexistas -por expresarlo de algún modo-. Se decía que la Corte no podría sesionar en pleno porque «siempre les faltará un miembro», renombrándose al órgano judicial como «Suprema Corte y Confección». Su trabajo en el tribunal, con votos sobre el salario mínimo y la jornada laboral, que luego fue recogido por la legislación, hicieron caer a tierra tales prejuicios.
Por Córdoba, en 2009 María Cristina Curtino, reconocida societarista, se convirtió en la primera mujer presidente del Colegio de Abogados de Córdoba. Cabe destacar que el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, desde su creación al presente, nunca ha tenido una mujer en su presidencia.
Por ese tiempo, uno de los hitos de este camino global me tocó en lo personal. Mi amiga y socia María Daniela González se convertía, en 2010, en la primera directora de la recién creada Sala de Bioética en el Instituto de Estudios Jurídicos del Colegio de Abogados de Córdoba. Sumaba así a una presencia femenina en el área académica colegial que ha venido creciendo hasta nuestros días.
No es poco el camino transitado. Aun cuando falte bastante por recorrer.

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