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Polémica por la mujercita del semáforo (II)

Por Alicia Migliore*
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La presencia de la mujercita en el semáforo, a pesar de toda discusión, indica que hay mujeres en las calles de la ciudad.

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Al profundizar nuestro análisis y agudizar nuestra mirada podremos acceder a nuevas concepciones a partir del feminismo, entendido como un sistema de creencias, ideas, presupuestos teóricos y políticas prácticas que instaura, defiende y promueve los derechos del colectivo de mujeres en la sociedad.

Si mantenemos a las mujeres invisibles en las ciudades, relegadas al ámbito privado, desconocemos su “derecho a la ciudad”, entendido como el rescate del ser humano en su condición de sujeto protagonista de una ciudad que él mismo construye.

Ese “derecho a la ciudad” comprende el derecho al uso, al disfrute en calidad de ciudadanas, merecedoras de la atención pública, y sólo será posible reconociendo la participación que las mujeres tenemos en la construcción social y urbana.

Surgirán entonces realidades vinculadas con la condición femenina y el uso del espacio público:

• Adquirirán particular relevancia todas las medidas urbanas que garanticen accesibilidad, considerando su posible estado de preñez, su circulación con niños en cochecitos o con niños pequeños, o con adultos mayores o con personas con discapacidad física o intelectual, por el rol de cuidadora que se le asigna y asume la mujer en nuestra sociedad.

• La seguridad que debe ofrecer el espacio público será otro aspecto sensible de las ciudades, donde se deberá garantizar el desmalezado de sitios baldíos, plazas y caminos vecinales para evitar espacios de riesgo físico para las mujeres, quienes pueden ser reducidas y abusadas sexualmente y que, en muchos casos, quedan confinadas al hogar por los temores a circular.

• En este álgido tema de la seguridad urbana deberá tomarse especial consideración en la instalación y mantenimiento de las luminarias, procurando iluminación total, porque la oscuridad posibilita emboscadas de trágico final para las mujeres, víctimas de violencia de género y sexual, además de hechos delictivos en general.

• No escapará al requerimiento de la ciudad segura, para el goce pleno del derecho a la ciudad por parte de las mujeres, la elaboración de un mapa de seguridad ciudadana con activa participación policial.

• Es noticia cotidiana el “arrebato” y se lo considera un hecho delictivo menor, casi contravencional…, pese a que la mayor cantidad de víctimas, por su indefensión, casi excluyentemente, son mujeres y niños, incapaces de reaccionar y repeler la agresión.

• Entre las cifras que se omiten u ocultan en las estadísticas de inseguridad debemos incluir las graves consecuencias que estos (aparentemente inofensivos) arrebatos producen en las mujeres: fracturas, traumatismos, incapacidades -parciales o totales, transitorias o permanentes-, pérdidas laborales, interrupciones involuntarias de embarazos, lesiones que, en algunos casos, conducen a cuadriplejías o muerte. Proyectos de vida truncados y hogares destruidos por un accionar delictivo que no es ponderado ni combatido adecuadamente.

• Sincerar el mercado negro de teléfonos celulares y erradicarlo contribuirá a preservar la salud y la vida de las mujeres.

• Determinar las “zonas rojas” de la ciudad donde en forma ininterrumpida las mujeres son atacadas para despojarlas de carteras o teléfonos, y combatir el delito con el control adecuado significará una señal de valoración de la vida de las mujeres.

• Educar en todos los niveles del sistema educativo en el respeto de la igualdad de los seres humanos, cualquiera sea su condición sexual, permitirá disminuir la vulnerabilidad de estos grupos más propensos a ser víctimas de violencia.

• Llevar adelante programas de difusión pública que pongan de relieve el valor vital de todos los integrantes de la sociedad, sin preeminencias ni subordinaciones arcaicas, conducirá a un crecimiento humano de cada de sus integrantes.

• Visibilizar a las mujeres que transitan nuestras calles será un modo de aceptar paulatina y progresivamente que allí estamos, en paridad de derechos y obligaciones, con la protección y medidas adecuadas que resulten pertinentes.

El derecho de las mujeres a la ciudad se articula con su derecho a la libertad ambulatoria, a la libertad sexual, a la integridad física, a la vida, y las responsabilidades competen a los niveles de gobierno de la ciudad, de la provincia y de la Nación.

El feminismo empezó en el momento en que comenzó la subordinación de las mujeres, y éstas han estado subordinadas casi siempre y en todas partes; el desafío es revertir esa injustificada subordinación. Es de desear que la mujercita del semáforo nos señale y subraye la presencia femenina en las calles de la ciudad, y entre todos los sectores involucrados contribuyamos a la protección y respeto a las mujeres.

(*) Abogada – Ensayista. Autora del libro Ser Mujer en Política

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