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Las coaliciones y los partidos, muy lejos de la realidad que vive el pueblo

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Por Luis Esterlizi (*)

“…..no debemos pensar como los antiguos políticos, que hacen girar todo el mundo alrededor de la próxima elección. Debemos convencernos de que las elecciones constituyen un acto intermedio –importante porque todos participamos– pero sabiendo que el acto final son las obras, es el trabajo, es el sacrificio que debemos realizar todos los argentinos con la más alta dosis de abnegación para que mediante nuestro esfuerzo, pueda construirse una escalera interminable por la cual ascienda el pueblo hacia el bienestar y la felicidad que anhela.”

La realidad como única verdad muestra que oficialismo y oposición no creen que las pasadas elecciones fueron el punto culminante de una película que hace muchos años comenzó a rodarse en Argentina. Las ven como una foto a la cual responden con propuestas coyunturales. Necia actitud, ya que la gravedad de los estigmas y la angustia social reclaman políticas activas y urgentes para superar la penosa y dramática realidad que hoy vivimos.

Como parte de la vieja política, insisten en que el voto de la ciudadanía ratifica el acto que otorga legalidad institucional a quienes promulgarán leyes y gobernarán, mientras, como sociedad satisfecha por haber cumplido con la obligación cívica, nos queda esperar el desarrollo de los acontecimientos.

Cuando los errores de los gobiernos o de sus políticas públicas no sintonizan con lo que votamos, hacemos lo que los políticos saben que haremos: protestar, protestar y protestar. 

“Nos definimos defensores a ultranza de las pymes, pero más de uno participó en forma directa o indirecta en un juicio laboral que fundió alguna. Decimos que es una locura la estabilidad laboral del empleado público pero, si nos tocara estar de ese lado del mostrador, seríamos férreos opositores a que se derogue. Somos inconformistas seriales, reclamamos a viva voz de lo que hay que hacer pero pocas veces estamos dispuestos a asumir la parte que nos toca. La ciudadanía entonces acumula demandas de cumplimiento imposible: simplemente no se pueden satisfacer porque encierran dicotomías en las que una cosa no puede producirse mientras también sucede la otra. Todo a la vez no: ganar, ganar y ganar no siempre es posible”. 

Laura González – La Voz 21/9/21.

Esto es lo que, por experiencia o aprendizaje, quienes incursionan en la vieja política están seguros de que ocurrirá, ya que habrá ciudadanos que protestarán y otros aplaudirán, cosa que no es de extrañar aunque, cada día que pasa, la cantidad de protestas va aumentando y diversificándose en una comunidad que ha sido fraccionada, dividida y desestructurada para fraccionar la protesta en temas diferentes. 

De esta forma, el contexto se complejiza aunque el poder de turno ve facilitado su manejo. Esto es porque para algunos gobiernos, dividir para reinar también facilita la discrecionalidad en la administración de los tiempos, como en fijar prioridades según el poder del sector que protesta. Por eso, a los gobiernos autocráticos los reclamos de un pueblo unido los incomodan porque interfieren la libre gestión.

Este escenario nos hace tomar conciencia como sociedad, al advertir cómo paulatinamente fuimos perdiendo el sentido y la importancia de la unidad del pueblo, que es lo que define la consistencia social de un país, como también cuando nos despojamos de la solidaridad y de los valores individuales aportados a la sociedad, que fundamentan un modelo de evolución social y única posibilidad de poder superar los estigmas que nos agobian. Recordemos que en épocas de dictaduras gritábamos “el pueblo unido, jamás será vencido.

Sumada a esta realidad ciertamente incontrastable, incide perniciosamente lo que denominamos la grieta. Un producto de especulación electoralista generado por coaliciones que, aunque aparenten ser antagónicas, son igualmente acérrimas defensoras del modelo de gobernanza. Ambas utilizan las mismas herramientas descriptas e incluso -internamente- los personalismos prosperan mucho más que las ideas como una muestra de la decadencia. 

Frente a este tremendo contexto político, económico y social, Argentina vivió una jornada electoral que, más allá de los resultados -en desmedro del oficialismo y el mantenimiento del caudal de votos favorable a la oposición-, posiblemente produzca cambios en la composición del poder en el Congreso. Todo ello a consecuencia del desplazamiento de votos positivos, de los invalidados y en blanco, como también por las personas que no fueron a votar o que lo hicieron en un porcentaje de los más bajos registrados últimamente.

Ante un futuro impredecible, ¿que deberíamos hacer como sociedad?

Si en una población integrada por 45 millones de ciudadanos cada uno debe enfrentar las contingencias producidas por las injustas condiciones de vida o las malas políticas públicas (como un Estado que recarga sobre aquellos la ineficiencia o sus excesivos gastos superfluos por medio de aumentos impositivos, tarifas y servicios, etcétera) seguramente nadie por sí solo obtendrá una respuesta.

Aun tomando en cuenta la existencia de miles de asociaciones y entidades sectoriales, profesionales, sociales, cooperativas, etcétera, vemos cómo desaprovechamos la posibilidad de producir acciones concertadas canalizando dichas preocupaciones. Porque cada sector se manifiesta por su cuenta, sin que tampoco se obtengan respuestas definitivas aunque, a veces, alguno algo consigue.

Con esta realidad y lo expuesto en la primera parte del presente artículo, deducimos que aun con el accionar de estas organizaciones intermedias tampoco obtendremos respuestas y menos poder participar en la toma de decisiones estratégicas. Entonces, nos preguntamos ¿por qué? 

Porque es fundamental: ponernos de acuerdo como representantes genuinos de entidades argentinas en consensuar un proyecto de país y de comunidad, sabiendo que todas las organizaciones debemos comprometernos en lo que a cada una le corresponda, siendo imprescindible sumar esfuerzos y ceder posiciones en bien de la sociedad en su conjunto. En esto, los gobiernos tienen la responsabilidad de amalgamar la participación conjunta con el Estado. 

Necesitamos innovar los procedimientos

Por lo tanto, objetivando un camino que nos saque de la bronca, de la apatía o la resignación, debemos convencernos de que: 

  • Si los empresarios entienden que frente a la complejidad e incertidumbre actual es necesario cambiar leyes laborales, lo aconsejable es compatibilizarlas con el sector laboral y el Ministerio del Trabajo. De esta forma, institucionalizaremos los acuerdos con equilibrio y armonía estos dos sectores, porque de ambos depende el crecimiento económico y desarrollo social.
  • Si un gobierno decide enfrentar el proceso inflacionario, deberá aceptar que solo no lo puede resolver. En más de 37 años de democracia, ningún gobernante pudo hacerlo por ignorancia, ya que las ideologías sin participación de la comunidad habilitan ensayos autocráticos, en los cuales el pueblo no será el actor fundamental para resolver los problemas y sí la única víctima.
  • Diputados, senadores, intendentes, gobernadores y presidente del país, cuando asumen, dejan de representar a las coaliciones y partidos porque el voto popular los convierte en representantes del pueblo. Por lo tanto, ética y moralmente corresponde que renuncien a dicha vinculación partidaria. Esta licencia “democrática” es una aberración y clara demostración de la especulación personal o grupal al mancillar el voto del pueblo y conservar sus privilegios como si fuesen dueños de municipios, provincias, etcétera, y no representantes y custodios de los intereses del pueblo.

Argentina necesita revertir estas deficiencias institucionales con el acompañamiento y el protagonismo de la comunidad organizada, fortalecida en su formación intelectual, física y moral, bien alimentada, con todos los servicios esenciales a su alcance y uso, libre de estigmas y de indignidades que la obliguen a depender del delito, las drogas o las dádivas y subsidios. Mientras no logremos esto, seguiremos inmersos en una crisis sin fin.

Al analizar y comprobar el obrar de las coaliciones, partidos y candidatos hasta el momento, y aun después de noviembre con posibles cambios en el Congreso de la Nación, la ética, la moral y las propuestas trascendentes seguirán ausentes en este modelo de gobernanza porque ésa no es la mayor preocupación de quienes administran. Porque, aun sabiendo que las soluciones y cambios estructurales pueden demorar muchos años, parece no preocuparles que más argentinos sean dañados en su dignidad. 

Es por ello que como comunidad organizada debemos avanzar en la conformación de un ámbito de coincidencias esenciales, empezando por aquellas que hace tiempo deberíamos haber acordado. 

Por otra parte, es ineludible consensuar los ejes estratégicos de un proyecto nacional que saque a la Argentina del subdesarrollo, asegure la unidad, el bienestar y el compromiso de la sociedad, única manera de superar los desafíos de un mundo complejo e impredecible.


(*) Presidente del Foro Productivo Zona Norte

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