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La psicología al servicio de la mediación: la trilogía de las emociones (II)

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Por Claudia Sciú (*)

En el artículo anterior decíamos que las emociones han estado y están al servicio de la supervivencia; también mencionamos que esta condición está dada por procesos que se localizan en diferentes zonas del cerebro y que se han ido desarrollando a lo largo de la evolución de la especie.

Esto último se vincula con un sustrato neurológico, zonas más antiguas de nuestro sistema nervioso como el cerebro reptiliano y el límbico con 500.000 y 300.000 años de evolución, que son más potentes que nuestra capacidad de reflexionar y de dar respuestas más adecuadas a situaciones amenazantes. La responsable de la reflexión está dada por la zona más evolucionada de nuestro desarrollo cerebral, llamada neocortex. Dicha zona tiene apenas 100.000 años de aparición frente a las otras más antiguas, la reptiliana y límbica, que impulsan respuestas automáticas e inconscientes, tan vigentes hoy como entonces. 

Las últimas investigaciones en neurociencias nos permiten conocer que el mundo emocional humano funciona por infinitas conexiones neuronales y que estos tres “cerebros” -el reptiliano, el límbico y el neocórtex- actúan fuertemente vinculados y en milésimas de segundo, regulando nuestro comportamiento. 

Veamos pues: Paul Gilbert, en la base de su modelo terapéutico, dice que hay tres sistemas de regulación emocional particularmente importantes que funcionan entre sí y nos permiten afrontar las vicisitudes que la vida nos presenta. 

Por diseño natural, los sistemas están orientados para hacer cosas diferentes y trabajan con los otros sistemas para que se mantengan en equilibrio entre sí. Cada sistema se activa frente a las diferentes circunstancias de la vida, tienen un correlato neuropsicofisiológico, en tanto y en cuanto se activan emociones, hormonas y conductas.

Decíamos en el artículo anterior que hay un conjunto de emociones agradables y desagradables; recordamos que las emociones de tenor agradable son todas aquellas que nos mueven hacia la situación que nos genera alegría y felicidad y aquellas que nos desagradan -como miedo, ira- nos mueven a “alejarnos de”. 

Veamos los sistemas: un sistema llamado de amenaza cabe mencionar que es “por defecto” el más fácil de activar, ya que a lo largo de la evolución humana ha operado y opera como sistema de protección y supervivencia.

El propósito es reconocer la amenaza, que se activa cuando percibimos peligro; las emociones que se disparan son miedo, asco, ira y las hormonas que se activan son cortisol y adrenalina, llamadas hormonas del estrés; alertan al cuerpo para que tomemos acción y la conducta es de ataque, huida o paralización, comportamientos que nos permitan suprimir el malestar.

Es importante mencionar que este sistema se activa ante una amenaza real o una fantasía de amenaza para la vida, como serían los pensamientos catastróficos, o en situaciones que generan estrés o frustración.

La persona entra en lo que se llama la “mentalidad de amenaza”, ya sea que la situación sea real o no, hace que la atención, el pensamiento, el comportamiento, la emocionalidad estén orientados hacia la amenaza, y activando a la mente a trabajar al servicio de la protección y la seguridad. Para la clasificación de Gilbert este sistema está representado por el color rojo.

Otro sistema es el de logro: se activa cuando estamos frente al alcance de metas y objetivos. La finalidad es motivarnos a la búsqueda de recursos para alcanzarlos.

Los sentimientos asociados son alegría, motivación, consecución y orgullo; la hormona liberada es la dopamina, que está presente cuando sentimos placer. El sistema de logro nos ayuda a esforzarnos, focalizarnos, y ver las cosas de manera interesante. El comportamiento es ir hacia adelante, movilizando el deseo de avanzar para conseguir lo que anhelamos. En la clasificación está representado por el color azul. 

Por último, el sistema de calma o afiliación: es importante conocer que compartimos este sistema con otros mamíferos; basta pensar en las mascotas para advertirlo. Su activación permite sentirse seguro, confiado y contento cuando se está en relación con otras personas en las que se confía. La finalidad es regulatoria de los otros dos sistemas, ya que tiene la capacidad de regular la amenaza o la hiperactivación. Nos ayuda a recuperar el equilibrio y a regular los niveles de estrés.

Los sentimientos asociados son contención y calma, de seguridad sin necesidad de conseguir algo. Este sistema está conectado con afecto, conexión, compasión y bondad. Las hormonas liberadas cuando el sistema se activa son oxitocina y endorfinas, las hormonas sociales por excelencia; hay evidencias de que la oxitocina se relaciona con el apoyo social. El color que lo representa es el verde. 

Tener presentes los sistemas de regulación emocional contribuye en una gestión más precisa y adecuada de las emociones existentes en los procesos humanos en general y en los procesos de mediación en particular. 

En el próximo artículo vincularemos lo visto con los recursos propios de mediadores. (Continuará)

(*) Lic. en Psicología Mat 2644 – Mediadora Especialidad Familia Mat 316

Comentarios 2

  1. elda jorgelina lagos says:

    Excelente nota sobre el funcionamiento del cerebro y su relación con las emociones.

  2. matias maccio says:

    Gracias Claudia! estoy reaprendiendo a ver estas cuestiones en la mesa y me resulta una guía para el autoconocimiento. Cariños.

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