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La marca, garantía de calidad en defensa del consumidor

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Por Sergio Castelli * y Paula Heredia **

La popularidad no sólo afecta a las estrellas de la música o del arte. La preferencia masiva del público respecto de un producto, que siempre va de la mano de la notoriedad de la marca que lo identifica, también implica un gran riesgo patrimonial. Por lo general, la falsificación de un producto también implica la copia del signo que lo identifica, sea que éste se presente adulterado o lisa y llanamente se utilice una copia servil. La estrategia es simple, digamos burda: imitar productos populares y plagiar su marca, que obviamente el público escoge con preferencia, por supuesto siempre en detrimento de la calidad original. De esta forma se engaña al consumidor para que adquiera un bien que no es el que desea.

Un problema, que parecía a prima facie insignificante dado su mercado marginal, se convierte con el transcurso de los años y la adquisición de volumen en un gran dolor de cabeza para los empresarios. Víctima de esta maniobra resultó la famosa y riquísima golosina de maní Mantecol, cuyos fabricantes denunciaron ante la Justicia y consecuentemente la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) prohibió la venta de aquél al constatar que era falso. Así lo indicó el organismo mediante la disposición 3604/2022 publicada en el Boletín Oficial.

Lo interesante de este caso es que es el propio consumidor, mediante sus reclamos, el pone en conocimiento al legítimo elaborador de que el producto por ellos “conocido” presentaba sabor y elementos distintivos extraños. 

Ello conllevó una investigación de la empresa, que determinó que el producto investigado no era elaborado ni comercializado por Mondelez Argentina, fabricante del original y titular de la marca. Se constató que se distinguía con una versión de rótulo parecida a la que se utilizaba en el año 2014; pero que cuyos colores de papel que lo envolvían era diferente y carente de registros. Por eso la Anmat la prohibió. 

A pesar de todas las alarmas que encienden estos casos testigos, resulta sumamente dificultoso despertar verdadera conciencia sobre la inevitable necesidad de proteger en forma amplia las distintas presentaciones de una marca, sea que éstas identifiquen productos o servicios. Las empresas deben asegurarse de tener debidamente registradas todas las formas que utilizan para darse a conocer ya sea en los envases, etiquetas, publicidad, slogans, logos, promociones, etcétera. 

Precisamente en defensa del consumidor la marca es un reservorio de garantía, es el signo que lo orienta en la elección hacia la calidad escogida. ¿De qué otra manera podrían identificar el bien o el servicio de su elección sin esta distinción? 

La marca que inicialmente indicaba procedencia, hoy es un sello de garantía, independientemente de dónde se lo fabrique, sea China o San Luis, asociando al producto o servicio a cualidades y características constantes.

Frente a esto, podríamos preguntarnos: ¿por qué una marca se falsifica más que otra? La cuestión está ligada a la demanda, al hecho de que se deseen más unos productos que otros, y a su facilidad técnica para copiarlo. Lo cierto es que la falsificación y -por qué no- la piratería es moneda corriente. Internet, con su aporte a la conectividad, ha facilitado la comercialización y el acceso a este tipo de productos. A menudo se compra sin saber que no es auténtico y sin haber tenido la oportunidad de examinarlo minuciosamente. Esto no sólo es fastidioso para el cliente sino que, además, puede acarrearle serios problemas.

Sin embargo, la otra cara de la moneda es que la aparición de productos y servicios, con el anonimato que otorga el canal virtual, puede hacer disminuir el sentido de culpa en la compra de servicios falsificados. En este sentido, el surgimiento de las nuevas tecnologías de la información y comunicación es un claro ejemplo de que las posibilidades de intercambio se multiplican y los efectos perversos del consumo de falsificaciones, pese a seguir existiendo, son menos evidentes para el consumidor.

La marca y su preservación son sumamente importantes en este intercambio ya que el consumidor tiene el derecho de elegir de entre diferentes productos y servicios aquel que más le convenga; pero para ello resulta necesario que exista una libre competencia entre proveedores que permita una oferta variada y una aceptación expresa del consumidor en la adquisición de un producto o servicio. Para concluir, lo que importa es la competencia justa, la información certera y no la competencia desleal, que es mala por la simple razón de que los consumidores son engañados y los derechos de las compañías, violados. En este contexto, la mayor responsabilidad recae sobre el titular de la marca ya que el consumidor no posee las herramientas necesarias para detener la falsificación, sólo puede denunciarla.


* Agente de la propiedad industrial ** Abogada

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