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La imprevisible caída de la cosecha de soja en la campaña 2017/18

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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Dicha oleaginosa comenzó a cultivarse en nuestro país en el año 1975 y, para la cosecha 2002/03 se había logrado concretar un resultado de 30 millones de toneladas. Sorprendentemente, pocos años después dobló esa cifra

 Por Salvador Treber

La actividad agrícola argentina siempre se caracterizó en casi todo el siglo XX por las preferentes producciones de trigo y maíz, acompañadas -en medida bastante menor, hasta mediados de dicho siglo, por un el lino-, oleaginosa de la cual Argentina llegó a ser el primer productor mundial con tres millones de toneladas anuales, seguida por India con 700 mil. Por esta prolífica producción agrícola, Argentina fue bautizada “el granero del mundo”, lo cual es explicable pues recién en el año 1960 llegó a tener 29 millones de habitantes pero sus rindes le permitían atender las necesidades alimentarias de 440 millones de personas.
En el mundo, Estados Unidos, con un territorio tres veces mayor que el nuestro, es -por amplia brecha- el primer productor de maíz, con 365 millones de toneladas; trigo (160 millones de tn) y soja (110 millones de tn), razón por la cual su producción, especialmente la que corresponde a la cuenca de los ríos Missisipí-Misourí, le permite ser el gran proveedor ecuménico. Por su parte, Brasil, con una superficie bastante semejante, por su ubicación geográfica subtropical es obligado importador de trigo para atender la alimentación diaria de su población pero es el segundo productor mundial de soja (95 millones de tn).

Nuestro país, con algo menos de tres millones de km2 de superficie, tiene una amplia llanura fértil y está situado casi en su totalidad bajo el Trópico de Capricornio, por lo cual goza de un clima templado que favorece dichos cultivos y la cría de ganado vacuno que, como consecuencia de las oportunas cruzas, es muy cotizado en este aspecto.
Después de la Segunda Guerra Mundial se pretendió dejar de exportar semilla de lino en bruto y vender, previa elaboración, su aceite y harina; iniciativa ésta que causó un recio choque con EEUU, el mayor adquirente, que al tratar Argentina de venderle aceite y demás subproductos de lino en vez de la semilla, resolvió drásticamente dejar de comprarnos y optó por incentivar a sus propios productores a sustituir dichas importaciones.
Ello gravitó decisivamente para dejar de cultivarlo con intensidad y sustituirlo en la trilogía de principales cultivos por el sorgo, desde 1950. La introducción de la soja se hizo en calidad de ensayo en 1975, siempre en búsqueda de un tercer cultivo complementario de exportación, con resultados sorprendentes pues -en menos de tres décadas- se logró concretar una cosecha anual de 30 millones de toneladas, la cual se duplicaría en pocos años más.
Pese a que somos los terceros productores mundiales de dicha oleaginosa, detrás de EEUU y Brasil, es el máximo cultivo argentino que, en muy alta proporción (80%), se exporta. Por tal causa, la prolongada sequía que asoló la Pampa Húmeda el año pasado produjo una vertical caída de su cosecha (29%), la más baja de la última década, y de 19% en la de maíz. Respecto de la soja en la cosecha 2017/18, el rinde promedio por hectárea bajó a sólo 22,2 quintales, el menor promedio desde el ciclo 2011/12, en que había caído a 21 qq.

Localización espacial de la problemática actual
Dado que el máximo rendimiento promedio ascendió a 31,9 qq/ha y en algunas áreas se llegó a 50 qq, ello ha permitido advertir por vía de comparación interanual la vertical caída ocurrida en la última cosecha. También, debajo de los precedentes récords alcanzados en cada una de ellas aparecen, como virtuales “islas”, ciertas áreas en el departamento Villa María (provincia de Córdoba), así como los departamentos de Venado Tuerto, Idiazábal, Montes de Oca y Rosario (provincia de Santa Fe).
El factor más negativo ha sido, paradójicamente, el exceso de lluvias; ello contrastó con lo que sucedía en el resto de la Región Centro; aun sí, los rendimientos en aquéllas se ubicaron entre 35 y 45 qq aunque en el resto de dicha región llegaron apenas a la mitad.
En Hughes, al sur de la provincia de Santa Fe, donde las lluvias fueron similares a las de los años precedentes, cultivaron soja de primera pero se advierten diferencias apreciables entre los lotes bajos que se asientan en una napa muy próxima y en las más altas, que carecen de ella. Las exigentes condiciones vigentes este año -a causa de circunstancias climáticas inapropiadas- hicieron caer los rindes en forma generalizada alrededor de 30%, por lo cual no se lograron cubrir los costos de producción y cosecha.

La aguda sequía impuso graves pérdidas a los productores e incluso indujo a muchos para tratar de evitar o disminuir el cultivo de soja.
A su vez, en el área norte de la provincia de Buenos Aires, habitualmente muy apta para el cultivo de soja de primera, se verificó un severo deterioro en el rendimiento ya que allí, con gran frecuencia, se advierten gravísimas mermas, todas superiores a 50%, salvo en ciertos “manchones” en los que, según señala un asesor internacional especializado, se advierte que “la soja de primera arrancó, en general, con el perfil muy cargado de humedad a la siembra, por lo que se bancó mejor el sogazo, del que en parte pudo escapar”.
Como ejemplo, en Chivilcoy (provincia de Buenos Aires) y alrededores la soja de primera exhibió rindes muy variables.
En efecto, oscilaron entre 2.500 y 5.000 kg/ha sin poderse explicar las causas de semejantes diferencias. Aun así, también en este caso los beneficios de la última campaña son de alrededor de 30% menos respecto a los considerados normales para la soja de primera, advirtiéndose que, en cuanto a las de segunda, la merma fue bastante superior.
En resumen, los promedios en las zonas en las que durante dicho semestre llovieron 100 mm o algo más, que fueron pocas, la cosecha no registro merma alguna…

En la provincia de Córdoba también los rindes fueron muy variables y, comparando las diversas subregiones, oscilaron entre 10 y 25 qq. En realidad, sólo en este último caso, los contados productores que lograron atenuar los efectos y no sufrieron las fuertes pérdidas comprobadas en toda la provincia, sin exponer causas, prescindieron de requerir ayuda oficial.
Debe tenerse muy presente que, en la campaña 2016/17, los rindes en soja de primera se ubicaron alrededor de 5.000 kg/ha. Es indispensable señalar, además, que en el lapso cuatrimestral noviembre 2016-febrero 2017 llovieron 115 milímetros.
Ello no sucedió en el mismo período de 2017/18 y las consiguientes pérdidas por ello son muy evidentes. Se advierte como un caso extremo que, en la provincia de Entre Ríos, la mencionada temporada fue muy crítica, pues allí la soja de primera rindió apenas entre 900 y 1.100 kilos por hectárea y, sólo muy excepcionalmente, en alguno pocos casos llegó a 1.200 kilos.
Dado que en la cosecha anterior de dicha provincia se había llegado a un promedio de 3.000 kilos/ha, queda en evidencia que las pérdidas interanuales ascendieron a 70%. Para el caso de la soja de segunda, el rinde se redujo a una media de 650 kilos/ha, muy lejos de los 2.600 kilos promedio de 2016/17.
En el norte santafesino se detecta un promedio de 23 qq, muy semejante al de Santiago del Estero, donde llegó a 25 qq; mientras en Chaco dicha media fue de 28 qq. Obviamente, donde se produjeron algunas lluvias, el rendimiento virtualmente se duplicó y sus productores han realizado diferencias muy considerables aprovechando esa “ayuda del cielo”.
Otro enfoque para evaluar el grado de deterioro de la situación interanual surge de comparar los rindes medio obtenidos respecto a las de un período inmediato anterior, subdivididas por cada área de cultivo y/o regiones.
A ese efecto debe recordarse que, en función de su resultado total abarcando integralmente el país, la cosecha en el último quinquenio precedente registró una media de 31,9 qq/ha, mientras la de 2017/18 apenas llegó a 24,6 qq con una baja de 22%.
En el centro-norte de la provincia de Córdoba, idéntica comparación permite advertir que el promedio usado como referencia fue de 33,4 qq/ha y la caída ocurrida en la última cosecha hizo trepar la merma a 40%. En el sur de dicha provincia, dado que su promedio fue de 32 qq, la caída relativa fue de 37%.
En la provincia de Santa Fe también se ven situaciones problemáticas semejantes pues también en el centro-norte el promedio quinquenal fue de 30,5 qq y en la última cosecha cayó a 19,2 qq/ha (-36,1%).
Por su parte, en la identificada como zona núcleo se diferencian la subzona norte, en que el promedio quinquenio fue de 36,4 qq/ha, el mayor del país, pero que en la última cosecha pasó a 29,1 qq/ha; es decir -20,1%, constituyendo la tercera menor merma. En la identificada como núcleo-sur pese a que la media quinquenal también llegó a 36,4 qq/ha, en la última cosecha bajó a 30 qq/ha (-17,6%), la segunda baja de todas las regiones.
La zona que incluye el norte de la provincia de La Pampa y el oeste de la de Buenos Aires merece un párrafo aparte.

Al cotejarse el correspondiente precedente promedio plurianual de 34,9 q1/ha respecto de su última cosecha, en que se redujo a 30,2 qq (-13,5%), surge como la menos castigada pues ese índice testifica que fue la menor merma interregional.
En cambio, en la zona localizada en el centro-este de la provincia de Entre Ríos se consumó la peor caída pues, frente a la media de 28,3 qq/ha, en la última cosecha 2017/18 descendió en forma casi catastrófica a 10,8 qq/ha; lo que implica una merma excepcional del -61,8%.
Es probable que haya quienes objeten la prioridad en cuanto a las exportaciones agrarias de soja, pero diversificar tales envíos con iguales resultados no es nada fácil.
Testimonio de ello es la larga e inconclusa negociación del Mercosur con la Unión Europea para abrir recíprocamente sus respectivas fronteras, eliminando los tributos que las traban y, en algunos casos, las imposibilitan.
La verdadera causa es que Francia, gran productor de trigo, pretende conservar ese privilegio a toda costa y teme que, eliminados los aranceles de importación, Argentina ponga en peligro su virtual monopolio en Europa Occidental y Europa Central.

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