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Królewiec, el nombre polaco de Kaliningrado

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El gobierno de Polonia sustituyó unilateralmente el nombre de Kaliningrado por Królewiec, el nombre original de esa ciudad nacida en la Edad Media, lo que ha generado profundo malestar en Moscú. 

Considera el Kremlin que la decisión de Varsovia fue un acto “demencial” y “hostil” en medio de la tensión política y militar que vive la región, donde las operaciones de falsa bandera se han hecho habituales. 

Las razones del cambio identitario se leen en el texto del comunicado de la Comisión para la Normalización de Nombres Geográficos de Fuera de la República de Polonia, donde se afirma que el nombramiento en 1946 de Kalinigrado, en honor del otrora presidente del Presídium del Sóviet Supremo de la URSS, Mijail Kalinin (muerto en junio de 1946), fue un acto incompatible e innecesario a los ojos de la historia: “Un bautizo artificial sin relación con la ciudad ni con la región”. 

Królewiec es la versión polaca del nombre dado a la ciudad en el siglo XIII por la Orden Teutónica -que tuvo gran protagonismo en la Tercera Cruzada a Jerusalén-, a la que por entonces pertenecía el territorio.

El Kremlin elevó su voz clamando venganza. “Eso ya no es rusofobia, son procesos que rozan la locura y que ocurren ahora en Polonia”, ha denunciado el portavoz de la Presidencia rusa, aseverando que llevará el caso a los tribunales internacionales y organismos especializados de Naciones Unidas.

Kaliningrado es un enclave estratégico entre Lituania y Polonia -que ha descripto oportunamente esta columna- en la costa del Báltico. Fue conocido por el nombre alemán de Königsberg hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue anexionada por la Unión Soviética y rebautizada, como se ha dicho, como parte de un controvertido homenaje.

Varsovia establece vínculos fidedignos entre la actividad política de Kalinin con la masacre de Katin, acaecida en 1940, en la que miles de oficiales polacos y civiles notables fueron ejecutados por las fuerzas soviéticas. 

“A la luz de los acontecimientos relacionados con el ataque ruso a Ucrania, la imposición del llamado imperio ruso (…) nos obliga a fijarnos en la importancia de los nombres impuestos que son controvertidos y no pueden ser aceptados por Polonia”, explican los ámbitos gubernamentales.

Además, el gobierno polaco aprovecha la circunstancia para anunciar que espera concluir a finales de año la ampliación de un canal navegable de 1.300 metros de longitud que conectará el puerto polaco de Elblag con las aguas abiertas del Báltico.

Evitará así que sus barcos utilicen el canal construido por Rusia frente a Kaliningrado y que ha sido motivo de numerosas controversias superadas en los estrados de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Partes de prensa explican que “durante varios siglos, antes de la II Guerra Mundial, el área se conocía como Königsberg y formaba parte de Prusia Oriental. Sin embargo, después de la II Guerra Mundial, la ciudad y la región en general quedaron bajo administración soviética”.

Tras el colapso de la Unión Soviética, Kaliningrado se convirtió en parte de Rusia y es albergue de la flota rusa del Báltico en el puerto de Baltiysk, uno de los pocos puertos europeos rusos libres de hielo en invierno. 

El comunicado polaco abunda en antecedentes históricos casi desconocidos para Occidente. Mijail Kalinin fue uno de los seis signatarios del Politburó soviético que ordenaron ejecutar a más de 21.000 prisioneros de guerra polacos en Katin -actualmente territorio de Rusia- en 1940.

La invasión a Ucrania en 2022 y sus campañas propagandísticas llevaron a Polonia a reevaluar los controvertidos “nombres impuestos” reivindicando para: “Cada país (el) derecho a usar en su idioma los nombres tradicionales que conforman su patrimonio cultural, pero no se le puede obligar a usar denominaciones que le son inaceptables», dijo el comité.

Hagamos un poco de historia. Moscú culpó inicialmente a los nazis por la masacre de Katin efectuada entre 5 de marzo de 1940 y finales de mayo de 1940, cuando tropas alemanas descubrieron las fosas comunes, en 1943.

Al imponer Moscú su régimen político en Polonia tras la Segunda Guerra Mundial, los familiares de las víctimas no pudieron hablar públicamente de los crímenes ni averiguar nada durante cinco décadas.

Rusia, sólo en 1990, reconoció que la Unión Soviética ordenó la masacre. Cuestión que siempre ha incomodado al zar Vladimir Putin y que se refleja en el aparato propagandista ruso en el exterior.

Con la reciente adhesión de Finlandia a la OTAN y, si se completa la de Suecia, más del 97% restante de los 8.000 km de litoral báltico quedará en manos de países de la alianza: Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Alemania, Dinamarca, Suecia y Finlandia.

Esto hace que el valor de Kalinigrado para Rusia cotice aún más al alza.

Expertos aseguran que este pequeño territorio es crucial tanto para la ofensiva de Moscú contra Ucrania como para asegurar sus defensas contra cualquier hostilidad de los países de la OTAN.

De hecho, en varias ocasiones se han conocido informes sobre el despliegue de armas nucleares de Rusia en Kaliningrado.

Moscú no lo niega. Tampoco lo reconoce en forma explícita. 

«El despliegue de un arma u otra, el despliegue de unidades militares, etcétera en territorio ruso es un asunto exclusivamente soberano de la Federación Rusa», afirmó en 2018 el portavoz del Kremlin, Dimitry Peskov.

El presidente lituano asegura que Moscú ya desplegó armas nucleares en esa estratégica región del Báltico.

Kaliningrado es el único de los 46 oblasts de Rusia que no tiene frontera terrestre con otra región del país.

El ejército polaco -tal como lo relatamos en la edición de Comercio y Justicia del pasado 7 de junio (pág. 6A)-, colocó de manera temporaria cientos de kilómetros de alambradas de púas de 2,5 metros de altura e instaló cámaras y sensores de movimiento a lo largo de la línea de demarcación de 232 km.

Los funcionarios polacos temen que Rusia pueda usar esa frontera como una nueva ruta de migrantes de terceros países hacia la UE, tras revelarse informes de un aumento de vuelos directos a Kaliningrado desde Oriente Medio y otras regiones.

Así Polonia erigió una valla de acero de 5,5 m de altura en parte de su frontera con Bielorrusia, después de dispararse el número de migrantes que cruzaban desde allí a su territorio, así como al de Lituania y Letonia.

“Kaliningrado ha sido un punto focal de las preocupaciones de seguridad rusas desde que se anunció la primera ola de ampliación de la OTAN en la década de 1990”, le dijo a BBC Mundo Ruth Deyermond, profesora de Seguridad Post Soviética del Departamento de Estudios de la Guerra del King’s College de Londres.

«Inevitablemente, en los períodos en que aumentan las tensiones entre Rusia y la OTAN, también aumentan las preocupaciones sobre Kaliningrado», agregó.

Las autoridades del enclave ruso están dispuestas a resistir ante una probable invasión polaca de carácter preventivo. Aseguran, además, que se mantienen habilitadas vías de suministro propias en frente a un bloqueo por las sanciones a Moscú.

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