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Jujuy: ni Milagros ni Macondos

Por Mauro Berengan (*) - Exclusivo para Comercio y Justicia
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La muerte del joven militante de San Pedro de Jujuy, Ariel Velázquez, colocó esa provincia norteña en el centro de la escena nacional.

Las acusaciones apuntaron rápidamente a la organización barrial Tupak Amaru y, entre vientos electorales, el debate llegó a la cadena nacional y las primeras planas. Construyeron así dos discursos antagónicos respecto de la realidad provincial: por un lado un norte cuasi bárbaro y atrasado, que ve acechada su institucionalidad por una especie de malón indígena cuya dirección gobierna las masas (que, siempre irracionales y pasivas, se dejan gobernar) mediante el clientelismo y la violencia. Por el otro, un “milagro en Jujuy” a partir de la obra comandada por Milagro Sala, que habría dignificado los sectores populares liberándolos de la opresión, mejorando sus condiciones materiales.

Como todo discurso, ambos toman aspectos parciales de la realidad que son cargados -mediante la asociación con otros elementos- de un significado político intencionado. Pero ¿hay verdad en los discursos? ¿Es Jujuy un milagro o un Macondo?

Esta provincia padece una profunda concentración de la tierra en torno al ingenio Ledesma, que no aporta al erario sumas significativas. Con el desarme industrial y las privatizaciones de los 90, el Estado absorbió gran cantidad de mano de obra que, sumada a la reducción de la coparticipación federal, lo desfinanciaron. Ocho gobernadores en la década fue su resultado.

Si Jujuy vivió la decadencia del pueblo de García Márquez, fue por aquellos años. Lejos de la pasividad, el pueblo jujeño demostró una gran capacidad organizativa y de movilización. El Frente de Gremios Estatales fue quizás su mejor ejemplo. En este contexto nace, en 1999, la organización Tupak Amaru como brazo de desocupados de la Central de Trabajadores de la Argentina.

Esta organización, expresión de los sectores populares, ha sabido ganarse el odio histórico de las oligarquías que desdeñan todo lo bajo y de color.

También el de sus medios de comunicación, por lo que encontrar expresiones xenófobas y de desprecio a lo popular entre los jujeños es moneda corriente. Además, ha realizado innegables obras que repercutieron en la calidad de vida de la gente, fundamentalmente en el barrio Alto Comedero de la capital. Obras cuyos recursos, si bien surgen de la buena relación con el Estado nacional, son producto también de la presión a la provincia mediante movilizaciones y piquetes que retroalimentan el imaginario conservador condenatorio de los sectores más pudientes, cerrando el círculo de la ofensa de clases. Algo de esto ocurre en Jujuy.

Pero también desde abajo, desde otras veredas de los sectores populares, brotan las críticas a “la Tupak”. Pues cierta es la pobreza, y cierto es que Milagro Sala maneja una cuantiosa suma de capital con la cual impone condiciones a sus representados.

Los testimonios de exvecinos del barrio relatando desalojos forzosos por no haber cumplido ciertas retribuciones constan a quien escribe. El manejo discrecional de recursos y el clientelismo parecen ser realidades inapelables, como la violencia a ellos asociada. Además, la alianza que Milagro Sala mantiene con Eduardo Fellner, tres veces gobernador de Jujuy, candidato a un nuevo período y cuestionado ministro interventor junto a Schiaretti de Santiago del Estero, agudiza la acción clientelista uniendo Estado-organización.

Desde esa otra vereda, “el Perro” Santillán ha construido también una organización: el movimiento Tupaj Katari. Referente nacional de las luchas obreras en los 90, Santillán desapareció de la escena mediática por muchos años, pero no de la militancia. Cimentó el movimiento en organizaciones barriales y de derechos humanos, funcionando como un espacio asambleario no exento de la impronta personal de las trayectorias.

Vuelto hace dos años a la lucha sindical en el gremio municipal, Santillán será candidato a gobernador con un espacio propio, pues el apoyo dado en el ámbito nacional al Frente de Izquierda no prosperó en una alianza local. Sus chances no son muchas pero es una novedad la participación electoral de las organizaciones populares, y el caso de Santillán despierta entusiasmos locales y nacionales por su recorrido.

Así, la elección jujeña se decidirá entre Eduardo Fellner y Gerardo Morales. La UCR no pudo alcanzar la gobernación desde la vuelta de la democracia, pero esta vez, montada sobre la ola conservadora macrista que reproduce uno de los discursos aquí esgrimidos, parece contar con posibilidades.

La realidad jujeña parece entonces compleja, pero es necesario no caer en la vorágine discursiva de las campañas mediáticas en tiempos electorales.

La muerte de Ariel Velázquez -como haya sucedido- debe fortalecer las críticas y las acciones contra las formas verticalistas, clientelares y violentas de la política. Pero su uso mediático debe también ser cuestionado.

En Jujuy no hubo “milagro”, la injusticia y la inequidad allí continúan, pero no hay tampoco mera desolación, miedo y corrupción. Lo que seguramente hay es voluntad de organización y lucha, su pueblo lo ha sabido demostrar y así continuará haciéndolo, porque los avances, transformaciones y conquistas de derechos nunca han ocurrido por milagro.

(*) Licenciado en Historia por la UNC. Docente e investigador.

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