Hay que terminar con las intrigas palaciegas y darle protagonismo al pueblo organizado

“Nuestra Comunidad tenderá a ser de hombres y no de bestias. Nuestra disciplina tiende a ser conocimiento, busca ser cultura.Nuestra Libertad, coexistencia de las libertades que procede de una ética para la que el bien general se halla siempre vivo, presente, indeclinable.

El progreso social no debe mendigar ni asesinar, sino realizarse por la conciencia plena de su inexorabilidad.

La náusea está desterrada de este mundo, que podrá parecer ideal, pero que es en nosotros un convencimiento de cosa realizable. Esta Comunidad que persigue fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más feliz, es aquella en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultáneamente”

La Comunidad Organizada

Es evidente que ante esta deplorable y persistente realidad nuestra sociedad no vislumbra el surgimiento o la aparición de un líder que nos marque el camino hacia la solución de nuestras desventuras. Nos invaden las propuestas individualistas o mesiánicas, o el sálvese quien pueda que, muy lejos de generar alguna expectativa, solo magnifica la decadencia de la clase dirigente y sus propias instituciones.

Millones de argentinos sufren el escarnio de políticas lesivas que dañaron sus dignidades y los empujaron hacia el lodazal de la miseria al intentar, con perfidia, despojarlos de las esencias humanas.

Pero los políticos se olvidan de que los individuos que se refugian y abroquelan, formando pueblos y comunidades, se convierten en ciudadanos con el propósito de ser parte del conjunto y dar lo mejor de cada uno, para orgullo de sus hijos y las generaciones futuras.

Por eso los pueblos fuertes, sanos y unidos finalmente asumen el rol principal y se convierten en la fuerza organizada de las razones que son las únicas capaces de superar cualquier ataque o intento de avasallamiento. Es por eso que las minorías sectarias y excluyentes buscan degradarlos y desunirlos para dominarlos.

Incontrastable fracaso del modelo actual

Es por demás evidente el rotundo fracaso de este modelo de gobernanza, que durante 40 años ha estado orquestado por una dirigencia que termina - con pocas excepciones - siendo la máxima culpable de semejante crisis. Es aquella la que está malhiriendo a millones de argentinos y frustrando la posibilidad de que Argentina alcance un crecimiento económico y desarrollo social trascendentes.

El sistema político-institucional se fue degradando hasta convertirse en un engendro con poca o nula participación de la sociedad en la toma de decisiones esenciales y ausencia total de autocríticas. Así, se conformó un escenario totalmente preparado para las confrontaciones que -permanentemente- obstruyen toda posibilidad de acuerdos y consensos. El gobierno y los congresales quedan en manos de los partidos y coaliciones y de sus infiltraciones en la justicia.

Prometer al pueblo solucionar todos los problemas cuando los votos lleven a la presidencia no sólo es un acto de soberbia sino de estupidez, ya que como hemos comprobado, el mismo contexto que existe en la campaña electoral persistirá también cuando asuman los cargos institucionales obtenidos en las elecciones.

Aseguro que ninguno de los candidatos a presidente con solo ganar las elecciones podrá hacer lo que no se hizo en 40 años, porque eso mismo ha sucedido con los anteriores gobiernos. Y hoy mucho más que antes, ya que frente a estas dramáticas circunstancias menos podrá gobernar si no lo acompaña y participa la sociedad en su conjunto.

Por eso es la hora del pueblo, porque es ineludible la asunción de sus responsabilidades, única manera de superar esta decadencia. Sólo es el pueblo quien convive permanentemente con las vicisitudes que lo aquejan y no los políticos, que suelen hacerse cargo en alguna coyuntura o determinada circunstancia histórica.

La inflación

El tema que hoy acapara las opiniones de políticos, empresarios, economistas, periodistas y sociedad en su conjunto es la economía y esencialmente el descalabro producido por una inflación incontrolable y la corrida cambiaria que impactó en forma desmesurada en el consumo popular.

A ello se le suma todo lo concerniente al desequilibrio fiscal y el incumplimiento de los pagos ante el FMI, conmocionando aún más a la sociedad y generando un escenario de imprevisibles consecuencias.

Justamente sobre la incidencia de la deuda y los acuerdos firmados con el FMI, el sector de mayor poder dentro de una de las coaliciones más importante realizó una concentración popular en La Plata, estableciendo como uno de los puntos más sobresalientes la de una re-discusión de las cláusulas de dicho acuerdo, pero no para no pagar.

Sobre el endeudamiento con el FMI distingo en estos 40 años de democracia dos hechos que ponen en evidencia las disquisiciones teóricas de muchos políticos sobre las relaciones con el FMI: cuando gobiernan suelen hacerse a un lado.

Uno fue lo que sucedió en 1983, cuando el gobierno democrático tuvo la oportunidad de revisar y cuestionar las deudas otorgadas por el FMI al gobierno de facto y antidemocrático del 76, pero lamentablemente eso no se hizo.

El segundo suceso se produjo cuando el gobierno actual que asumió el 10 de diciembre de 2019 no revisó ni discutió la legalidad del otorgamiento del crédito de 45.000 millones de dólares que el FMI entregó a la gestión anterior. El crédito contradecía los estatutos del mismo FMI y tampoco Argentina calificaba para acceder a dicho fondo. Este acuerdo fue aprobado por mayoría, tanto en Senadores como en Diputados.

Y es entonces, cuando realmente se intenta cumplir con los compromisos asumidos, cuando comienzan los desbarajustes económicos y las disquisiciones ideológicas, callando u ocultando lo que se debería haber hecho antes de firmar dichos acuerdos.

El pueblo organizado como protagonista

“En nuestra Patria, siguiendo el proceso natural de maduración política, fue aumentando la participación de los ciudadanos en las urnas. Con ello las elecciones han adquirido un significado de legitimidad distinto al de la legalidad: hoy la elección legalmente realizada, pero con alta abstención o volatilidad en los votos - es legal, pero no otorga un poder legítimo. La Legitimidad viene del Pueblo en su totalidad y no solamente de aquella parte que acepta reglas del juego, pero legitimidad nunca.

El Pueblo fué comprendiendo que no debía permanecer indiferente ante los problemas políticos nacionales y adoptó la decisión de ser protagonista de su historia, rompiendo con los esquemas tradicionales que intentan relegarlo a la simple condición de espectador.

El cambio ya no consiste en una abstracción vacía. El Pueblo todo quiere conocer el signo, el sentido y el contenido de las políticas de Estado, porque el pueblo es parte de él.

Finalmente cabe una reflexión relativa al poder de decisión: a lo largo de la historia, dicho poder se ha ido conformando, tejiendo una red de compromisos políticos que representan a diferentes intereses

Tales intereses pueden ser internos o externos. Si las alternativas son neocolonialismo o liberación y optamos por la liberación, el ajuste de ese poder es indispensable para que responda a nuestros intereses.

La Nación no se simula. Existe o no existe”.

Modelo Argentino para el Proyecto Nacional

Conclusiones

Todos vemos que el momento que estamos viviendo es grave por la pobreza extrema, la inseguridad, la desocupación, la inflación con la caída estrepitosa del consumo y del valor de nuestros salarios, la crisis productiva de las pymes, la declinación educativa, del sistema de salud, etc. También es grave por el deplorable comportamiento de los políticos, ya que carecen de la sinceridad, inteligencia y capacidad necesarias para resolver estas graves circunstancias.

Y esto pasa mientras se derrumban nuestras ilusiones junto a este modelo democratico que, en caída libre, muestra a partidos y coaliciones esforzándose por sostener sea como sea este aquelarre para llegar a las elecciones.

¿No será hora de que nos preguntemos qué logramos con llegar sea como sea a las elecciones? Sobre todo cuando ningún partido o coalición posee la envergadura ética y moral para concertar una reunión conjunta con todas las fuerzas políticas, de trabajadores, empresarios, comerciantes, docentes, agropecuarios, etc. Es decir la sociedad en su conjunto.

Si se concretara este encuentro con todas las entidades políticas, sectoriales y sociales no solo lograríamos llegar a las elecciones, sino - fundamentalmente - podríamos consensuar el tratamiento de los ejes principales, imprescindibles y necesarios para iniciar un programa integral de recuperación nacional con todo el pueblo organizado.

(*) Ex ministro de Obras y Servicios Públicos de Córdoba.

Nota del editor

El pueblo no existe

Por Javier Boher

El pueblo es una entelequia, un recurso político válido pero una realidad inexistente. Aunque es una aspiración muy presente en algunos movimientos políticos, la misma existencia humana contradice los fundamentos de su existencia. La heterogeneidad social, la diversidad de ideas y modos de vida, los distintos proyectos de país o los diferentes valores que posee cada colectivo de personas hace que la idea misma de unidad (muy presente en algunos partidos políticos) pueda ser puesta en tela de juicio. Casualmente por eso los constituyentes eligieron hablar de unión, que implica la interrelación de partes disímiles, no la unificación bajo una misma identidad homogeneizadora.

Los fallos que el autor de la nota de opinión atribuye a la democracia no existen. Son, en todo caso, los costos que se deben pagar por sostener un sistema en el que la igualdad de derechos es una pieza central. Las libertades políticas que van de la mano de ella permiten que los ciudadanos -sin necesidad de perderse como anónimos en una masa informe como “el pueblo”- se puedan reunir de acuerdo con sus intereses para tener participación en la toma de decisiones.

En todo caso, el problema más visible del sistema es la pulsión autoritaria de pasar por encima de las instituciones republicanas, que sabiamente están consagradas en nuestra Constitución -que ayer cumplió 170 años-. La más de las veces se intenta derribar el sistema institucional de frenos y contrapesos con argumentos basados en la supuesta “voluntad del pueblo”, algo que no existe, ni puede existir, fuera de los deseos de aquellos que no toleran la disidencia.