ESCUCHARAdvertimos en nuestra entrega del miércoles pasado que las elecciones generales en Gran Bretaña serían dramáticas. Contra todas las especulaciones, el Partido Conservador obtuvo, en las elecciones del 7 de mayo, la mayoría absoluta de las bancas de la Cámara de los Comunes del Parlamento británico. Las cabezas de los tres líderes opositores rodaron inmediatamente. Eran los mariscales de la derrota.
Se les acusa de haber creído a pie juntillas la opinión de los encuestadores, quienes habían dibujado un escenario que los electores repudiaron al encargarle la formación del nuevo gobierno a David Cameron que, en su fuero interno, aspira a desplazar del recuerdo de los británicos a Margaret Thatcher y reflejarse en Benjamin Disraeli, Austen Chamberlain y Winston S. Churchill.
Todo el mundo está pendiente de las consecuencias que tendrán los resultados que modificaron el escenario europeo. No habrá necesidad de esperar dos años para valorar los cambios que se suceden en las tensas y trabajosas relaciones entre Londres y Bruselas -la capital de la Europa Comunitaria-. Las diferencias están a la vista de todos.
La mayoría de los británicos -explican a los distraídos- siempre ha tenido la sensación de que el Reino Unido (RU) da mucho más de lo que recibe de la Unión Europea (UE). Después de la crisis de la economía comunitaria preocupa gravemente el uso que hacen los inmigrantes del sistema de bienestar. A pesar de que se ha comprobado que los británicos expatriados que viven en otros países del Viejo Continente gastan más del sistema de salud y reciben una fuerte ayuda monetaria de los organismos comunitarios y de los sistemas de previsión del resto de Europa.
En cualquier caso, consciente del escenario y del peso que ha tenido la inmigración a la hora de depositar el voto, Cameron prometió una serie de medidas para abordar la cuestión. No quiere que el crecimiento vegetativo de las comunidades africanas y asiáticas rompa el equilibrio político racial existente. Teme que se refleje en el mediano plazo en la Cámara de Comunes y aparezcan candidatos “no convenientes” para la tradición británica.
El 27 de mayo próximo será el “día D”, cuando el premier presentará su programa de gobierno mediante el tradicional Discurso de la Reina, en el cual incluiría cuatro puntos esenciales para su gobierno. 1. Los inmigrantes -comunitarios y extracomunitarios- que vengan sin oferta de trabajo no tendrán “derecho a la paga” que hasta ahora recibía todo aquel que buscaba empleo en el país. 2. Los inmigrantes -comunitarios y extracomunitarios- que no encuentren trabajo en un plazo de seis meses deberán abandonar el país. 3. Los inmigrantes -comunitarios y extracomunitarios- no tendrán derecho a recibir prestaciones sociales hasta que lleven viviendo en el RU cuatro años. 4. Los inmigrantes -comunitarios y extracomunitarios- no recibirán el subsidio familiar por hijos que vivan en el extranjero.
Es el mismo Cameron -ahora fortificado en el Parlamento- al que no le tembló el pulso cuando, en enero de 2014, decretó que tanto europeos como extracomunitarios tienen que esperar un plazo de tres meses para acceder a prestaciones sociales elementales.
Fuentes diplomáticas de absoluta confianza avisan que Londres y Bruselas han abierto canales de negociación para discutir el eventual alejamiento del RU. Habida cuenta de que, de celebrarse hoy mismo el referéndum, 51% de los británicos daría la espalda a la UE.
Del otro lado del Canal de la Mancha, la Comisión Europea dejó claro que cualquier reforma al Estatuto Comunitario se debería plantear no antes de noviembre de 2019. Sin embargo, minutos después de conocerse el triunfo inesperado de la mayoría absoluta conseguida por el primer ministro británico, el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, recalcula y valora el nuevo escenario y declara estar “abierto a escuchar las propuestas del Reino Unido y a mantener un diálogo constructivo y cordial». Eso sí, Juncker ha establecido luces de alerta no negociable: no aceptará modificaciones que afecten las libertades fundamentales de la UE, incluida la libertad de movimiento y la protección social y gremial de los trabajadores.
El sector más radical de las filas tories -conservadores- exige al primer ministro que rebaje a 100.000 personas la inmigración neta anual del RU. Sin embargo, Cameron no quiere poner límites pues obstruirían la búsqueda de consensos. Es consciente de que, si lo hace, se tropezaría con una rotunda negativa de la siempre intransigente Angela Merkel, que ve con mejores ojos una gradación de las prestaciones sociales a los extranjeros en toda Europa, incluidos los países mediterráneos que viven al borde del default.
Cameron, insistimos, quiere recrear el poderío de Inglaterra, sentándola definitivamente a la mesa de las decisiones mundiales. Londres, sueña el primer ministro, debe guiar Europa y el mundo. Aunque en enero de 2013, cuando se anunció formalmente que si salía reelegido convocaría el referéndum de permanencia, hacía circular por los despachos de 10 Downing Street un valioso documento llamado Fresh Start Project (Proyecto Nuevo Comienzo). Allí se plantea renacionalizar total o parcialmente en 11 áreas altamente estratégicas: Comercio, Desarrollo regional, Agricultura, Pesca, Presupuesto e instituciones, Política social y empleo, Servicios financieros, Medio ambiente, Interior y justicia, Inmigración y Defensa.
El plebiscito europeo podría no ser el único a efectuarse. Los nacionalistas escoceses, que han conseguido unos resultados históricos al hacerse de 56 de los 59 escaños reservados a la región en la Cámara de los Comunes, sobre la independencia escocesa antes de los comicios regionales del próximo año.
