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Estatuas de perros que hicieron justicia

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 Por Luis R. Carranza Torres

Los nobles sentimientos que inspiraron los llevaron a ser recordados artísticamente en el bronce 

En más de un juicio, la conducta de un perro ha determinado el curso de los acontecimientos. Alguno de ellos, por dicha causa, incluso tiene estatuas en lugares públicos.
El 23 de septiembre de 1870, en los tribunales de justicia de Warrensbourg, condado de Johnson del estado de Misuri, el abogado George Graham Vest, representando al granjero Charles Burden, llevó a juicio a su vecino, el acaudalado Leonidas Hornsby por haber matado a su mejor perro de caza, un galgo llamado «Old Drum» (viejo tambor), de un balazo en la cabeza.
Es en tal proceso que Vest pronuncia, en su discurso de cierre, las palabras que pasaron a la historia universal de los juicios, con el nombre de “Elegía al perro”: «Caballeros del Jurado: El mejor amigo que un hombre pueda tener (…) El único, absoluto y mejor amigo que tiene el hombre en este mundo egoísta, el único que no lo va a traicionar o negar, es su perro».
Cuando el jurado se reunió, todos sus miembros, sin excepción, estaban profundamente conmovidos por las palabras de Vest. En razón de ello, por unanimidad, impusieron a Hornsby pagar daños por 550 dólares. Que la suma fuera 400 dólares más de lo que marcaba la ley no pareció inquietar a nadie. Ni a la Suprema Corte de Missouri, donde el condenado apeló y Vest le ganó nuevamente.

Después, el discurso tomó vida propia y es así como la frase «el perro es el mejor amigo del hombre» llega hasta nosotros. En recuerdo del pleito, en 1958 la ciudad de Warrensburg, donde el discurso tuvo lugar, erigió una estatua de bronce de Old Drum, justo en las afueras del edificio de tribunales en que se juzgó su caso.
Fue, además, uno de los primeros juicios en que se indemnizó por el valor afectivo herido del dueño, por sobre el costo material del animal.
El otro caso de un perro con estatua es en nuestro país. Chonino era un ovejero alemán nacido el 4 de abril de 1975, que dos años después ingresó a la Policía Federal Argentina (PFA) con la matrícula Nº 716, siendo entrenado como perro de seguridad. Su primer «acto de servicio» fue, nada menos, que en el estadio de River Plate, en el partido inaugural del Mundial de Fútbol de 1978. En la noche lluviosa del 2 de junio de 1983 fue asignado para un patrullaje de la Comisaría 45° y en un control de rutina, cuando los policías Jorge Ianni y Luis Silbert pidieron identificarse a unas personas que merodeaban en la zona de la Av. General Paz y Lastra, éstas extrajeron armas y comenzaron a disparar a quemarropa a los policías. El guía de Chonino cayó al suelo, muy malherido con un disparo en el pecho; el otro agente recibió dos disparos en el estómago, sin poder siquiera sacar su arma reglamentaria. Chonino entonces se abalanzó sobre ellos, siendo objeto de los disparos de los delincuentes, a quienes no obstante pudo poner en fuga.
Se dice que cuando llegaron las patrullas de refuerzo, alertadas por los disparos, tanto los policías como el perro estaban en un gran charco de sangre. Su guía, agonizando, estiró el brazo y lo llamó,»Chonino», siendo ésta su última palabra. El perro, como pudo, también moribundo, se acercó y apoyó su cabeza en la mano abierta del policía.
Su acción no sólo había hecho huir a los agresores, al costo de la propia existencia. Al morder a su atacante, se había quedado entre sus dientes con parte de un bolsillo de su campera, en donde estaban los documentos del agresor. Merced a ello pudo identificárselos y cinco días más tarde, ser detenidos.

La admiración por el comportamiento del perro llevó a que Chonino fuera homenajeado, dentro y fuera de la policía, de diversas formas. Es por él que se celebra cada año, el 2 de junio, el Día Nacional del Perro, a iniciativa de la periodista y escritora Cora Cané, que la alentó desde su sección «Clarín Porteño» en el diario homónimo de Capital Federal.
Por su acción Chonino fue condecorado post mortem y sus restos inhumados con iguales honores que los del personal policial caído en acto de servicio. En la actualidad descansan en el Círculo de la PFA. Una estatua suya de bronce se halla en el interior del Predio de Policía Montada, en el barrio de Palermo. También lleva su nombre la Pista de Adiestramiento de Canes de esa fuerza.
Por su parte, la ciudad de Buenos Aires impuso, en 1991, su nombre a un pasaje en ese mismo barrio que une la avenida Casares con la calle Salguero.
Como dijo el 2 de junio de 1998 el jefe de la División Perros de la federal, al imponer el nombre de «Chonino» a la recién inaugurada Pista de Adiestramiento de Canes de la repartición: «A Chonino se lo recordará siempre por su lealtad, valor y amor a su guía. En homenaje a él se eligió el 2 de junio para honrar a todos los perros que nos dan un ejemplo de nobleza y valentía, virtudes dignas de imitar por los seres humanos y a los cuales debemos de valorar y proteger mucho más de todo el padecimiento que sufren por culpa de quien debería de ser su mejor amigo».
Por eso, esas estatuas evocan no sólo lo que les debemos sino lo mucho que pueden enseñarnos tales nobles animales con sus acciones.

 

 

 

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