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El destino de Argentina como comunidad organizada y nación soberana

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Por Luis Esterlizi (*)

Perspectivas

A días del último acto electoral, como resultado del cual será electo el próximo Presidente de Argentina, es importantísimo que las organizaciones intermedias tomen plena conciencia de que constituyen una comunidad organizada, pero aún sin integrarse a un destino común. Ello es fundamental para acordar la participación conjunta en la toma de decisiones y en la concreción de un plan emergente que solucione los problemas más acuciantes de nuestra sociedad. 

Esto presupone propuestas y acciones por medio de políticas de carácter público-privado que recompongan el tejido social dignificando, a los argentinos más desamparados y a los que ya no tienen las espaldas requeridas para soportar el peso descomunal del descalabro político, económico y social.

Esta convocatoria debe involucrar a todas las entidades intermedias en la misión de terminar con la pobreza, consensuando un plan de corto plazo, consecuente con las propuestas de las instituciones del trabajo, de la producción, de las tecnologías, etcétera, coadyuvando al crecimiento de las economías regionales en su misión de recomponer el mercado interno de los argentinos.

De esta manera el Presidente elegido expondrá la autoridad que le confiere el cargo pero también la que posea por méritos propios, respaldada por la ética y la moral, condiciones sine qua non para terminar con la pelea por el poder y la corrupción, tanto en los sectores públicos como privados.

Además, frente a una crisis de carácter estructural, el Gobierno deberá constituir un ámbito de funcionamiento permanente e independiente de los cambios gubernamentales, denominado Consejo para el Proyecto Nacional, cuya misión principal sería encarar lo que estratégicamente le falta a Argentina que es el proyecto nacional, como compendio y guía de los ejes medulares que definen el futuro de Argentina y los argentinos.

Este ámbito de definiciones geopolíticas debería estar integrado con los representantes de las instituciones partidarias, de la producción, del trabajo. del comercio, sociales, tecnológicas, etcétera, etcétera.

En cuanto a la faz económica, sabemos que la economía forma parte de la filosofía moral de los gobiernos y esto debe entenderlo no sólo la clase política sino -además- el sector privado, por lo que empresarios, comerciantes, trabajadores, etcétera, deben tomar conciencia de que una sociedad se realiza por medio de la igualdad de oportunidades y de que los negocios o intereses particulares no deben ser los únicos beneficiados ya que el crecimiento económico se corresponde -sí o sí- con el desarrollo social.

Por lo mismo, las empresas que operen en el segmento exportador deben obrar bajo el diseño de un plan de mediano plazo, que -conjuntamente con el sector productivo- incremente exponencialmente las exportaciones, para que Argentina supere las erogaciones por importaciones en resguardo del superávit comercial, que el país necesita.

Todo esto -por supuesto- nos exige encarar una producción comprometida con la sustitución de importaciones, generando trabajo digno, desarrollo tecnológico y nuevo diseño del perfil productivo e industrial del país. 

Este proceso incluye totalmente la eliminación de los gastos superfluos en las administraciones públicas, aunque la educación, la salud y la dignidad social son objetivos irrenunciables, porque una sociedad sana, lúcida y digna es parte esencial de la fortaleza productiva del país.

Encaminada esta etapa, debemos transitar el sendero de la reivindicación soberana de nuestros ríos,mares, fronteras, Islas Malvinas y territorios del Atlántico Sur. 

Como del dicho al hecho hay un largo trecho, el pueblo organizado y movilizado -más allá de los resultados en las elecciones- deberá estar expectante de cómo se desenvuelve el modelo de gobernanza y si éste realmente habilita la integración de lo público y lo privado para la toma de decisiones estratégicas.

Por lo tanto, a partir de la firmeza de nuestras convicciones adquiridas, según lo sucedido durante estos 40 años de democracia y viendo adónde nos trajeron, es bueno saber que, por ausencia de un proyecto nacional que armonice e integre en la acción, las ideas fuerzas del pueblo argentino, es y siempre será aprovechado por espurios intereses ajenos. 

Éste es otro de los desafíos que debemos encarar los argentinos si queremos dejar de ser una expresión de unidad circunstancial y reaccionar con fervor patriótico, ante las ideas disruptivas que intentan interrumpir nuestro objetivo de conformar una comunidad organizada.

Enmarcado en estos conceptos, nos queda esclarecer definitivamente las esencias de nuestra argentinidad -un tema nada menor- a partir de los aspectos que genuinamente nos distinguen como pueblo libre, independiente y soberano, porque ésas son las improntas heredadas de quienes ofrendaron su vida por sustentar tales principios.

Esta forma original de pensar y obrar, sin duda alguna, nació de nuestra historia, costumbres y valores demostrados contra los intentos por dominarnos de parte de un mundo dominado por los imperios que, por medio de la violencia -cuando no encuentran otro camino- buscan “conquistarnos”, porque profesan la ideología de la dominación.

Los principios y valores, como los pueblos, son eternos

Por eso, un aspecto imposible de soslayar a esta altura de los acontecimientos mundiales y de la enorme disyuntiva que siempre se cuela cuando las potencias dicen que quieren ayudarnos, es que nosotros, como comunidad, solemos quedar desguarnecidos e indefensos por carecer de una ideología genuinamente propia y de una doctrina que sistematice nuestra consolidación social libre, independiente y soberana.

Un individuo piensa y luego existe. Pero un pueblo existe como tal, cuando se expresa como tal. Esto indica que los colectivos sociales -sin importar su magnitud y tamaño- son claramente identificables. 

Según Ernesto Sábato, “los argentinos venimos a ser algo dual, con todos los peligros pero asimismo con todas las ventajas de esa condición: por raíces europeas vinculamos de modo entrañable el interior de la nación con los perdurables valores del Viejo Mundo; por nuestra condición de americanos a través del folclore interior y el viejo castellano que nos unifica y nos vinculamos al resto del continente, sintiendo de algún modo la vocación de aquella patria grande que imaginaron San Martín y Bolívar”.

Hoy más que nunca y frente a la alevosa invasión transcultural que sufren los pueblos, los argentinos debemos reencontrarnos con las huellas marcadas un 25 de Mayo de 1810. 

Primero, por un mundo encaminado hacia la constitución de un nuevo orden mundial y segundo, por la oportunidad de integrar el BRICS, sin abandonar nuestra pertenencia a la unidad continental obviando las perturbaciones de ideologías caducas.

Después del 10 de diciembre 

Estas opiniones intentan contrarrestar la desazón de millones de argentinos, que han llegado hasta estas instancias, agobiados por una democracia arcaica y obtusa, esperando que después del 10 de diciembre, el pueblo argentino pueda ser el dueño de su destino.

Pero si el gobierno electo minimiza el padecimiento de los que sufren la pobreza, niega la concertación con el pueblo organizado, cercena derechos constitucionales, renuncia a la unidad continental, desatiende nuestra soberanía y protección de los recursos estratégicos y coarta la libertad de comercializar con todos los países del mundo, el destino de Argentina está en peligro.

Scalabrini Ortíz en su libro Yrigoyen y Perón, nos dice: ”En nuestra pesquisa dimos en descubrir lo que después debía aparecer como evidente para todos: el cuerpo nacional nos pertenecía sólo con la estricta condición de permanecer en servidumbre de un interés, de una inteligencia y de un espíritu ajenos (…). En esa obstinación ingenua del espíritu nativo, comenzó la lucha por la independencia económica de la Nación (…).De un lado estaban los adictos a la tierra y al hombre consustanciado con ella -del otro- estaban los adictos al capital extranjero y a su conveniencias. Yrigoyen y Perón, Pág. 128.

Insinuaba entonces, que era La hora de los Pueblos.

“Nuestra Patria necesita imperiosamente una ideología creativa que marque con claridad el rumbo a seguir y una doctrina que sistematice los principios fundamentales de esa ideología.

Para ello debemos tener en cuenta que la conformación ideológica de un país proviene de la adopción de una ideología foránea o de su propia creación. Con respecto a la importación de ideologías -directamente o adecuándolas- se alimenta un vicio de origen y es insuficiente para satisfacer las necesidades espirituales de nuestro Pueblo y del país como unidad jurídicamente constituída.

El mundo nos ha ofrecido dos posibilidades extremas, el capitalismo y el comunismo. Interpreto que ambas carecen de los valores sustanciales que permiten concebirlas como únicas alternativas histórico-políticas. Paralelamente, la concepción cristiana presenta otra posibilidad, pero sin una versión política, suficiente para el ejercicio efectivo del gobierno”. 

Extracto del Modelo Argentino para el Proyecto Nacional – Juan Domingo Perón

(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba 

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