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El Cordobazo, 50 años después

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Por Miguel Brandán (*)

Este 29 de mayo se cumple el 50º aniversario de un hecho histórico para Córdoba y el país. Mucho se ha escrito sobre aquella jornada que tuvo como protagonistas a trabajadores y estudiantes. Tanto desde la derecha conservadora como de algunos sectores de izquierda se han vertido innumerables interpretaciones, todas teñidas de ideologismo sectorial.
En los hechos históricos, las interpretaciones responden de manera inevitable a la tendencia política de quien investiga y escribe. La derecha lo atribuye a una “escalada insurreccional” y un ejercicio de la guerrilla en ciernes.
La izquierda le da especial y casi excluyente merito a Agustín Tosco, un gran dirigente sindical al que no se puede menoscabar e ignorar por su inclinación ideológica. También hay quienes sitúan El Cordobazo dentro del fenómeno de rebelión mundial que, encabezado por la juventud y el estudiantado, acontecía por aquellos días, siendo la referencia más clara el Mayo Francés de 1968.

Contexto histórico
Golpe de Estado de por medio, el general Juan Carlos Onganía gobernaba el país desde 1966 y la principal fuerza de oposición era el peronismo, especialmente la vertiente sindical.
Envuelta esta última en contradicciones, pero oposición al fin. La clase política tradicional, incluida la peronista, no levantaba la voz en esos días del onganiato.
Sólo trabajadores y estudiantes encabezaban la resistencia. En aquel mayo de 1969, los acontecimientos contra la dictadura se precipitaron. El día 19 se produce el Correntinazo, un duro enfrentamiento entre estudiantes y la policía. Como saldo de la represión policial muere, entre numerosos heridos y detenidos, Juan José Cabral, estudiante de Medicina.
Al día siguiente se produce el Rosariazo, encabezado por estudiantes, también con graves consecuencias. Muere allí el alumno de ciencias económicas Adolfo Roque Bello.
A su vez en Córdoba, y ante el anuncio de la derogación de La Ley del Sábado Inglés (trabajadores con derecho a cobrar como día íntegro la media tarea del sábado) el gremialismo cordobés empieza a jugar un rol preponderante.
El 12 de mayo el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (Smata) convoca a su cuerpo de delegados a una asamblea general en el local de Córdoba Sport Club, un mítico estadio de boxeo, ubicado en calle Alvear. En ese acto, y ante la presencia de 6.000 personas, la represión no se hizo esperar.

Smata era, en ese momento, el sindicato mejor organizado y de mayor cantidad de afiliados de la capital cordobesa ya que Córdoba era el centro industrial más fuerte del país a partir de la pujante industria automotriz. El mismo era dirigido, desde 1958, y por sucesivas reelecciones, por el peronista Elpidio Torres.
En este punto, cabe detallar la situación sindical a nivel país. Desde 1968, la Confederación General del Trabajo (CGT) se había dividido en dos. Por un lado estaba la CGT Azopardo, “legalista”, bajo el liderazgo implícito de Augusto Vandor a la que pertenecían la mayoría de los grandes sindicatos como la UOM, Smata, Uocra, UTA y Textiles. Por otro lado estaba la CGT de los Argentinos, liderada por Raimundo Ongaro, que agrupaba a sindicatos con propuesta de lucha más frontal contra la dictadura: gráficos, Luz y Fuerza, petroleros, portuarios, telefónicos, etcétera.

Los hechos en Córdoba
Frente a los hechos antes expuestos (Correntinazo, Rosariazo y la derogación del Sábado Inglés) y ante la convulsión causada en todos los ámbitos, ambas centrales sindicales deciden convocar a una huelga general para el 30 de mayo.
En Córdoba, los tres máximos referentes gremiales, Agustín Tosco (Luz y Fuerza), Elpidio Torres (Smata) y Atilio López (UTA) que mantenían estrechos y fluidos contactos, más allá de las divisiones a nivel nacional, deciden adelantar la huelga para el jueves 29 de mayo con abandono de lugares de trabajo. A esto, se le sumó la intención de realizar una gran concentración en Bv. San Juan y Vélez Sársfield.
La columna principal de trabajadores partió desde la planta IKA (hoy Renault) en Santa Isabel alrededor de las 10. Por una desinteligencia, la UTA de Atilio López había decretado el paro de transporte antes de lo previsto y los obreros decidieron caminar hacia el lugar de concentración (9 km). A la cabeza de la marcha iba Elpidio Torres y la cúpula directiva de SMATA. En el trayecto, se sumaron cientos de trabajadores de talleres metalúrgicos. A la altura del Hogar Escuela Pablo Pizzurno ya se podían contabilizar casi diez mil trabajadores.
Allí empezó la represión por parte de la Guardia de Infantería y Caballería. Ante esta situación, la columna se dividió en dos para no dar batalla lejos del punto de concentración. La primer columna cruzó los terrenos de la Ciudad Universitaria y bajó por Hipólito Yrigoyen. A ella se sumaron estudiantes de la Facultad de Derecho y de Ciencias Exactas. La segunda, encabezada por Elpidio Torres, bajó por los barrios Güemes y Bella Vista hasta Arturo M. Bas y Bv. San Juan. Allí, en esa última intersección, un policía de la Guardia de Caballería disparó su pistola al “bulto”.

Cayó muerto el obrero Máximo Mena. La reacción de los manifestantes fue de furia incontenible y las fuerzas policiales, apostadas en La Cañada y Belgrano, huyeron en desbandada hasta la Central de Policía frente a la Plaza San Martin. Allí permanecieron hasta que el Ejército y Gendarmería, en horas de la tarde, entraron al centro.
Mientras estos hechos sucedían, la primera columna llegó a la vieja Terminal de Ómnibus (Vélez Sársfield al 600) engrosada por estudiantes y trabajadores de otros gremios.
En este punto, las fuerzas policiales abrieron fuego sin miramientos, dejando tres estudiantes muertos. Ingresó, entonces, al centro una columna de trabajadores de la Fábrica Militar de Aviones. Simultáneamente, según lo previsto, desde Humberto 1º y General Paz, avanzó la columna de Luz y Fuerza con Agustín Tosco a la cabeza. Desde el Camino a Pajas Blancas (Aeropuerto) se sumaron operarios de Ilasa, Sutiaga y Gráficos. Otros gremios venían por 24 de Septiembre. Todos los grupos acababan concentrándose en Colón y General Paz.
Allí también se incorporaron los universitarios de Medicina provenientes del Hospital Clínicas. Este grupo fue el que, por la noche, se refugió en el barrio Clínicas, cercando el sector con barricadas y fogatas, provocando masivos cortes de luz en las estaciones de EPEC de la zona.
Por la calle Agustín Garzón bajaron, desde San Vicente, obreros barraqueros de alimentación y cuero, más los del Ferrocarril Mitre. Al llegar a avenida Sabatini (ruta 9) y Tránsito Cáceres de Allende, en la esquina de la actual Terminal de Ómnibus, se sumaron las columnas del nudo industrial de Ferreyra.

Nada quedó librado al azar. Cada columna fue encabezada por el gremio más numeroso que asumía la responsabilidad de la coordinación, asegurando la llegada al lugar de concentración.
Pese a la represión, muchas columnas pudieron llegar a Bv. San Juan y Vélez Sársfield, donde se realizó un acto relámpago, gritándose las consignas del movimiento obrero y el repudio a la dictadura. Durante esas horas, la violencia de la represión y resistencia fue intensa resultando en heridos, muertos y detenidos. Según los números oficiales, 14 fueron los muertos.

La represión
Al promediar la tarde, hizo su entrada a la ciudad el Ejército y Gendarmería, al mando del general Carcagno, con el propósito de desalojar a huelguistas y estudiantes. Los incidentes continuaron durante toda la noche.
El día 30 de mayo fueron atacados por Policía y Gendarmería los locales de Luz y Fuerza y Smata, ocasionando grandes destrozos para culminar en la detención de los gremialistas Tosco y Torres que se encontraban en sus correspondientes sedes sindicales.
Ambos dirigentes fueron trasladados, esposados y maltratados, a la Central de Policía. Esa misma noche fueron embarcados en un avión de la Fuerza Aérea y confinados en una cárcel del sur argentino.
El Cordobazo marcó el principio de la caída de Juan Carlos Ongania, quien renunció un año después.

(*) Analista político. Militante peronista.

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