Defensa planetaria y poder espacial

Por Florencia G. Rusconi (*)

Se concluyó para siempre el aura épica heroica y futurista de películas de Hollywood como Armagedón : las misiones espaciales con el objetivo de impactar contra asteroides y desviarlos son ya una realidad.

Este tipo de intervenciones de la humanidad sobre cuerpos celestes abandonó la ciencia ficción para entrar en el de la ciencia a secas con la exitosa colisión de la nave DART contra el asteroide Dimorphos, el 26 de septiembre pasado.

La humanidad ha lanzado al espacio cosas de lo más extrañas pero nunca antes una nave con el propósito de desviar un asteroide. Empecemos por el principio: el 24 de noviembre de 2021 comenzó una misión de la agencia estadounidense NASA para tratar de modificar la trayectoria del asteroide Dimorphos, un satélite del sistema Didymos -de asteroides binarios en el que un asteroide es orbitado por otro más pequeño-.

Claro que no existía peligro alguno de que el cuerpo celeste impactara contra nuestro planeta. Ésta no ha sido ninguna misión in extremis para evitar la extinción de nuestra especie. En cierto modo, se trataba de una intervención controlada con el propósito de comprobar la capacidad de alterar la trayectoria de un asteroide en caso de que alguna vez tuviéremos la necesidad real de hacerlo. Es decir, se trató de un ensayo.

La encargada de llevar a cabo este simulacro de defensa planetaria, el primero de la historia, ha sido la nave DART (por su siglas en inglés de Double Asteroid Redirection Test ). De 570 kilogramos, tenía el tamaño y la forma de una máquina expendedora o una heladera pequeña. Después de diez meses de vuelo por el espacio, el control de misión de la NASA, situado en el Laboratorio de Física Aplicada John Hopkins, en el estado de Maryland, certificó el impacto de DART contra Dimorphos en la madrugada del 26 de septiembre.

La colisión demuestra, por encima de todo, la viabilidad de esta técnica para proteger la humanidad de un asteroide o cometa que pudiere dirigirse contra la Tierra. Así, la NASA ha confirmado su capacidad para llevar a cabo lo que se denomina un impacto cinético , que consiste en estrellar intencionalmente una nave espacial contra un cuerpo celeste para desviar su trayectoria.

Dimorphos es un asteroide pequeño, de unos 160 metros de diámetro (más o menos como el coliseo de Roma). Orbita como una luna menor alrededor de otro asteroide mucho más grande, llamado Didymos. Las dos rocas flotaban a unos 90.000 kilómetros de la Tierra cuando la nave DART impactó contra la más pequeña de ellas a casi 23.000 kilómetros por hora.

El propósito no era sacar a Dimorphos de la órbita de Didymos, ni mucho menos destruirlo, sino alterar, por poco que fuera, su trayectoria. La misión, por supuesto, no acaba en el mero impacto: ahora los investigadores de la NASA observarán el asteroide desde telescopios terrestres para constatar que, efectivamente, el impacto de DART ha sido capaz de alterar su órbita alrededor de Didymos. Se espera que la colisión haya acortado la órbita del asteroide en unos diez minutos, aunque llevará tiempo poder corroborar con mayor precisión el efecto de la colisión.

Por su parte, la Agencia Espacial Europea dará inicio al proyecto Hera, dedicado a examinar en profundidad los asteroides y, en concreto, el cráter dejado por la colisión de la DART.

En síntesis, el objetivo final de esta misión fue poner a punto una metodología que permita en el futuro, y en tiempo récord, desviar un cuerpo celeste potencialmente peligroso para la Tierra.

Puede que usted no lo sepa o que no se hable de ello, pero los asteroides son una amenaza real para la Tierra. Estos cuerpos rocosos vagan sin rumbo por el espacio y pueden entrar en la órbita de un planeta y chocar contra él. La Tierra ya sufrió un golpe así millones de años atrás cuando los dinosaurios dominaban el mundo. Pero ahora vemos cómo ello se convierte en tragedia para la humanidad si tenemos en cuenta que el tamaño de estas rocas espaciales es superior al de nuestra burbuja azul.

Aunque cueste creerlo, unos 17.000 meteoritos caen cada año sobre la Tierra. Ejemplo: en 2013, un asteroide del tamaño de un pequeño edificio entró en la estratósfera de la Tierra, voló sobre Rusia y se desintegró a solo 20 kilómetros del suelo, lo que provocó que una gran cantidad de meteoritos se dispersaran sobre la ciudad de Chelyabinsk.

Es por esto que corresponde examinar qué medidas, planificadas o concretas, están llevando a cabo los Estados para enfrentar (en un futuro cada vez más cercano) las posibles amenazas de este estilo y cómo éstas pueden entrar en conflicto con las disposiciones normativas existentes. Intentando no dejar de lado, en este rápido análisis, consideraciones de política internacional relacionadas con estos fenómenos naturales

La defensa planetaria y los métodos de deflexión (1)

La NASA define la “defensa planetaria” como “todas las capacidades necesarias para detectar la posibilidad y advertir de posibles impactos de asteroides y cometas con la Tierra y luego prevenir o mitigar sus posibles efectos”.

Por eso conviene estar preparados, y por suerte contamos con los medios necesarios. Una de las herramientas que propone la NASA es el misil nuclear Hammer .

Éste consiste en un cohete Delta IV Heavy con una carga nuclear capaz de desviar el asteroide. Pero esto, en la práctica, no es tan sencillo ni simple. El plan no consiste en destruir la masa rocosa sino en sacarla de la órbita con explosiones nucleares. Por otro lado, para que funcione ese plan se necesitan entre 34 y 53 de estos dispositivos lanzados 10 años antes del impacto.

El uso del arma nuclear es en la actualidad el método más efectivo y maduro tecnológicamente para poder detener un objeto en rumbo de colisión. Sin embargo, existen elementos a considerar para poder concluir que estamos en presencia de una técnica válida desde el punto de vista legal y de política internacional.

Al hacer un minucioso análisis de esto y habiendo recorrido las normas relacionadas con la temática en forma cronológica, podemos advertir de que hallamos, en primer lugar, el “Tratado de prohibición parcial de ensayos nucleares en la atmósfera, el espacio exterior y debajo del agua”, de 1963. Éste estableció que los Estados parte se abstendrían de participar en cualquier tipo de ensayo nuclear en los dominios mencionados. Este tratado firmado por EEUU, Gran Bretaña y la entonces URSS (que propuso el acuerdo) fue sumamente efectivo, aunque otros países -como China y Francia- no lo firmaron en aquel momento y realizaron pruebas de armas nucleares. Corea del Norte nunca ha llegado a formar parte de él y ha llevado a cabo también diversas pruebas con armas nucleares.

Posteriormente encontramos el primer instrumento internacional que regula en forma exclusiva las actividades del hombre en el espacio exterior. Hacemos referencia a la “Carta Magna del Espacio”, que es el Tratado del Espacio Ultraterrestre, de 1967. En él, el artículo IV expresa claramente: “Los Estados Parte en el Tratado se comprometen a no colocar en órbita alrededor de la Tierra ningún objeto portador de armas nucleares ni de ningún otro tipo de armas de destrucción en masa, a no emplazar tales armas en los cuerpos celestes y a no colocar tales armas en el espacio ultraterrestre en ninguna otra forma. La Luna y los demás cuerpos celestes se utilizarán exclusivamente con fines pacíficos por todos los Estados Parte en el Tratado. Queda prohibido establecer en los cuerpos celestes bases, instalaciones y fortificaciones militares, efectuar ensayos con cualquier tipo de armas y realizar maniobras militares”.

La especial referencia que se hace al término “armamento nuclear” precisa una clara diferencia con otros tipos de utilización de la energía nuclear, como ser su uso en motores. Esto es así puesto que la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sancionó otros instrumentos que permiten la utilización del elemento nuclear como forma de propulsión de satélites y naves espaciales.

Éstos son los Principios pertinentes a la utilización de fuentes de energía nuclear en el espacio ultraterrestre”, de 1992 , que se complementan con el Marco de seguridad relativo a las aplicaciones de fuentes de energía nuclear en el espacio ultraterrestre”, de 2009, sancionado por la Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre de la ONU con el respaldo de la Comisión sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos.

A pesar de esto, hay que agregar que la locución “armas nucleares” no se encuentra especificada en el tratado de 1967, siendo la Corte Internacional de Justicia la que ha definido éstas como “artefactos explosivos cuya energía resulta de la fusión o fisión del átomo”, independientemente de su propósito. Por lo tanto, cualquier explosivo nuclear que se encuentre en el espacio exterior puede considerarse un arma nuclear, sin tener en cuenta su mayor o menor capacidad destructiva.

Poder espacial de EEUU

El espacio exterior constituye la última gran frontera de las luchas de poder entre las grandes potencias globales. Tradicionalmente dominado por EEUU, el espacio se ha convertido hoy en un objetivo prioritario para China y Rusia, pero también para nuevas potencias regionales como Japón e India. Así, Pekín y Moscú están tratando de minimizar su inferioridad estratégica en el espacio a pasos agigantados.

Este hecho de “defensa planetaria” plantea un interrogante, una segunda lectura y una interpretación -velada o no-: ¿que ha querido demostrar EEUU al mundo con este evento planetario? La respuesta es fácil: que posee “poder espacial”.

Según la concepción del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984), tener poder es tener la capacidad de hacer algo posible, de hacer pasar algo de la potencia al acto. Y así el poder parte de todos los ámbitos de la sociedad y podía construir cambios en la sociedad.

Ante un escenario global complejo, en el que reina la incertidumbre y existe un aumento de conflictos geopolíticos entre países y regiones, las potencias mundiales miran el cielo y focalizan su atención en el espacio. Las agencias y los programas que nuclean la actividad espacial de estos países reciben cada vez más presupuesto y desarrollan proyectos en materia de defensa.

Con el propósito de definir el “poder espacial”, decimos que el “poder” podría considerarse la capacidad de un actor estatal o no estatal para lograr sus metas y objetivos en presencia de otros actores (tanto estatales como no estatales); y el “espacio” como el área sobre la atmósfera de la Tierra que se extiende infinitamente en todas las direcciones , comenzando aproximadamente a 100 kilómetros sobre la superficie terrestre, en la denominada Línea de Kármán.

Modestamente, propongo el siguiente concepto: “El poder espacial es la facultad y voluntad del uso de las capacidades espaciales de carácter civil, militar y sus infraestructuras asociadas, en apoyo de las estrategias de seguridad y desarrollo nacionales, así como del logro de los intereses nacionales objetivos y subjetivos”. Con base en la definición propuesta se podría pensar que el poder espacial sería similar al poder aéreo, terrestre y/o marítimo. Sin embargo, es esencial comprender que el término abarcaría mucho más que simplemente el poder militar.

Los orígenes de la militarización del espacio

En primer lugar, hay que aclarar que militarización y armamentización del espacio son dos conceptos diferentes . El primero implica la utilización del espacio con fines militares; el segundo se refiere al despliegue de armamento en el espacio, aunque también hay quien considera los sistemas de armamento ubicados en tierra, mar y aire con capacidad destructiva ultraterrestre como ejemplos de armamentización espacial.

Aclarada esta diferencia, se puede situar el inicio de la carrera por el control del espacio exterior en el lanzamiento del satélite soviético Sputnik el 4 de octubre de 1957. Este hecho se producía en un contexto de competición armamentística entre las dos superpotencias en la que la amenaza de una guerra nuclear servía como principal dispositivo de disuasión mutua.

Un momento clave en este proceso se produjo durante la administración de Ronald Reagan con el anuncio del lanzamiento de su Iniciativa de Defensa Estratégica, en 1983, conocida como “Guerra de las Galaxias”. Reagan pretendía articular un complejo sistema de defensa capaz de anticipar y eliminar amenazas nucleares mediante el desarrollo de un misil balístico intercontinental con trayectoria orbital, y misiles balísticos lanzados desde submarinos.

Estas capacidades conformarían un escudo de defensa espacial antimisiles habilitado para detectar y destruir los misiles disparados por los enemigos, lo que imposibilitaría un ataque por sorpresa de Moscú. No obstante, la iniciativa terminó por ser fuertemente criticada y descartada por su inviabilidad técnica.

La fuerza espacial de EEUU

El antecedente más reciente de una medida en contra del tratado del Espacio de 1967 es el reciente mandato del ex presidente de EEUU, Donald Trump, mediante el cual ordenó al Departamento de Defensa crear una fuerza espacial para "dominar el espacio", medida que se concretó el 20 de diciembre de 2019.

Esta fuerza es la sexta rama de las fuerzas armadas de la principal potencia militar del mundo, que es coordinada por un comando del espacio. El Ejecutivo ordenó la instrucción y formación de tropas del Ejército para capacitarlas en la seguridad espacial, y ultimaron los detalles para crear una agencia espacial encargada de la investigación e innovación para dotar al Pentágono de todos los recursos necesarios para llevar a cabo esta nueva misión.

Generalmente, cuando se habla de la militarización del espacio, lo primero que nos viene a la mente es alguna película de la famosa saga de George Lucas La guerra de las galaxias . Esta relación que se establece en el imaginario colectivo no era del todo desacertada, puesto que respondía a un determinado contexto del sistema internacional en el que la carrera espacial entre EEUU y la entonces URSS se había intensificado a marchas forzadas en pleno corazón de la primera Guerra Fría.

Sin embargo, en los últimos años Rusia y China han dado saltos adelante en tecnología y sistemas de armas estratégicas. Para contrarrestar los intentos de Washington de desarrollar la capacidad de primer ataque y neutralizar su capacidad de disuasión nuclear, tanto Moscú como Beijing han recurrido a sistemas de armas estratégicas asimétricos para contraponerse a la superioridad estadounidense en defensa antimisiles y objetivos de alta precisión.

Hoy, los hechos muestran una tendencia: el espacio se convierte en un potencial escenario bélico, en el que las agencias de las principales potencias mundiales hacen todo lo posible por tener presencia y explorar planetas cada vez más lejanos. Restará saber si en el futuro próximo será suficiente firmar un tratado como mecanismo para frenar la escalada de conflictos o si la ficción se hará realidad en una guerra de las galaxias, cuyo resultado será determinar qué potencia conquistará el espacio.

(1) En física, la deflexión se produce cuando un objeto colisiona y rebota contra una superficie o por efecto de un campo eléctrico o magnético.

(*) Abogada. Docente jubilada de la cátedra Derecho Internacional Público, Facultad de Derecho, UNC

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