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Camilo Torres: la magnitud del revolucionario (parte IV de IV)

Por Jorge A. Allievi - Exclusivo para Comercio y Justicia
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“Soy revolucionario
como colombiano, como
sociólogo, como cristiano
y como sacerdote”.
Camilo Torres

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Camilo Torres volcaría programáticamente todo su pensamiento en la plataforma del movimiento popular que había creado, el Frente Unido del Pueblo, cuyo órgano de difusión condujo:; el semanario Frente Unido, cuyo primer número apareció en agosto de 1965. Por ese medio divulgó su posición a través de los famosos “mensajes”, que publicó en cada semanario hasta diciembre de ese año, en el cual desarrolló su pensamiento revolucionario.

Mensajes dirigidos a todos los segmentos sociales de Colombia: a los cristianos, a los comunistas, a las mujeres, a militares, sindicatos, estudiantes, campesinos, a los presos políticos y, por último, como número extraordinario, a la oligarquía.

Camilo buscaba la unión revolucionaria de los colombianos “por encima de las ideologías que nos separan”, intentando hacer comprender la hora que se vivía, buscando las coincidencias fundamentales y dejando de lado contradicciones secundarias: “Nos perdemos en discusiones que, aunque desde el punto de vista teórico son muy valiosas, en la condiciones actuales del país resultan bizantinas”.

Creía en la unión obrero-estudiantil, considerando a ésta como “un bastión que puede hacerle frente a las nuevas formas de engaño que adoptará la oligarquía”. Consideraba a los intelectuales como la vanguardia junto a los obreros, y que los sectores campesinos debían prepararse para que, juntamente con los antes mencionados, dieran la batalla final por la liberación del pueblo. Su compromiso con la revolución, mediante su posición abierta y a cara descubierta, lo llevó a un callejón sin salida: en octubre del 65 se unió al Ejército de Liberación Nacional (ELN), en el Frente José Antonio Galán, en el cual se destacó por su sencillez y trato clemente para con el campesinado.

En enero de 1966 se conoció su “Proclama al Pueblo Colombiano”, lanzada desde las montañas, donde Camilo fue tajante: “Cuando el pueblo pedía un jefe y lo encontró en Jorge Eliécer Gaitán, la oligarquía lo mató. Cuando el pueblo pedía paz, la oligarquía sembró el país de violencia. Cuando el pueblo ya no resistía más violencia y organizó las guerrillas para tomarse el poder, la oligarquía intentó el golpe militar para que las guerrillas, engañadas, se entregaran. Cuando el pueblo pedía democracia se le volvió a engañar con un plebiscito y un FRENTE NACIONAL que le imponían la dictadura de la oligarquía. Ahora el pueblo ya no creerá nunca más. El pueblo no cree en las elecciones. El pueblo sabe que las vías legales están agotadas. El pueblo sabe que no queda sino la vía armada. El pueblo está desesperado y resuelto a jugarse la vida para que la próxima generación de colombianos no sea de esclavos. Para que los hijos de los que ahora quieren dar su vida tengan educación, techo, comida, vestido y, sobre todo, dignidad. Para que los futuros colombianos puedan tener una patria propia, independiente del poderío norteamericano.”. Para Jorge Camilo Torres Restrepo no había vuelta atrás.

Su actividad guerrillera fue corta, sólo cuatro meses: el 15 de febrero de ese fatídico 1966, el ELN decidió emboscar por la zona de San Vicente de Chucurrí, lugar en donde este ejército guerrillero tenía su base, al ejército colombiano. Ocurrió entonces el combate de “Patio Cemento”, en Santander. Eran poco más de 30 combatientes. Fue el primer y único combate en el que participó el cura guerrillero.

Camilo portaba inexperta y sencillamente un revólver, según cuenta el comandante Milton Hernández. El sueño de Camilo era “recuperar” un fusil, ése sería su “grado de combatiente”. Mas en el fragor de la batalla, al lanzarse a la recuperación, un soldado al que se había dado por muerto disparó su arma. Un solo disparo hirió de muerte a Camilo Torres.

Como se puede inferir, Camilo Torres o simplemente “Camilo”, no fue un simple guerrillero, fue un revolucionario con una visión humanista y desesperada de una lacerante realidad que ahogaba las esperanzas y el futuro de los colombianos, quienes veían en el joven sacerdote una esperanza de liberación material y espiritual. Luchó por los desposeídos y por sus ideales con una interpretación cristiana que fue la base del pensamiento de una iglesia Católica progresista y comprometida con la vida material del hombre concreto.

Su pensamiento y obra se difundió a fines de los años 60 en toda América Latina. Sirvió de base para que los curas tercermundistas plantearan la existencia de otro cristianismo, el Cristianismo de Liberación, que tuvo su mayor expresión en la Conferencia del Episcopado Latinoamericano, celebrado en Medellín, entre el 26 de agosto y el 6 de septiembre de 1969 y, que en este tiempo, ha vuelto a tomar fuerza, con presencia en diversos puntos de la doliente América.

Para Camilo, “la Iglesia es humana. Lo importante es creer también que es divina y que si nosotros los cristianos cumplimos con nuestra obligación de amar al prójimo, estamos fortaleciendo la Iglesia. Yo he dejado los privilegios y deberes del clero pero no he dejado de ser sacerdote. Creo que me he entregado a la Revolución por amor al prójimo. He dejado de decir misa para realizar ese amor al prójimo, en el terreno temporal, económico y social.

Cuando mi prójimo no tenga nada contra mí, cuando haya realizado la Revolución, volveré a ofrecer misa, si Dios me lo permite”.

(*) Diplomado en Patrimonio Cultural Latinoamericano – Historiador. 

 

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