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América Latina: el día después es hoy

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Por José Emilio Ortega y Santiago Espósito (*)

Desde principios de junio, América Latina es epicentro de la pandemia de covid-19: supera a Europa en cantidad de casos (más de 2,7 millones de infectados). El ciclo electoral (2019) y los desencuentros internos o regionales agravan en la zona complejos cuadros socioeconómicos e institucionales. 

La debilidad estructural de los países frente los grandes actores del mundo multipolar desencadenó también que hacia el interior de la zona se reproduzcan las tensiones mundiales y se estimuló la fragmentación.  

Brasil es el segundo país más infectado del mundo (más de dos millones de enfermos). El presidente Jair Bolsonaro, contagiado de covid-19, soslayó recomendaciones sanitarias,  reemplazó dos veces a su ministro de Salud y continúa confrontando actores políticos o sociales (locales y regionales) sobre cómo abordar la enfermedad. 

En Chile, después del reemplazo del ministro de Salud (junio), se mantienen las críticas al presidente Piñera por las diferencias entre guarismos oficiales internos y los reportados a la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Bolivia, el sistema sanitario colapsó: contagios masivos, hospitales abarrotados, autoridades infectadas. Por la indisponibilidad de morgues y servicios funerarios, las fuerzas de seguridad deben recoger muertos de la vía pública. 

En Ecuador, Guayaquil sufrió la peor crisis humanitaria de su historia, y ahora le sigue Quito, cuyo sistema sanitario está rebasado. Perú, pese a ser el primer país de la región en establecer la cuarentena, no impidió la propagación del virus, dado el hacinamiento, la informalidad laboral (más de 70% de los trabajadores) y otros problemas estructurales. 

Colombia tuvo un repunte de casos que está afectando seriamente su litoral con el Caribe. Venezuela (en probable falsedad de datos comunicados), confirma 64 muertos hasta la fecha. El número dos del gobierno, Diosdado Cabello, contrajo coronavirus. Algo similar ocurre en Nicaragua, que no informa ni ha tomado medidas de restricción. Sus Estados limítrofes exigen más control. Hay represalias recíprocas en los cierres de frontera.  

Paraguay y Uruguay lograron mejor desempeño en la contención del covid, reaccionaron rápidamente a la pandemia y construyeron consenso en torno a las medidas adoptadas. Sin embargo, en Paraguay, funcionarios nacionales advirtieron de la falta de insumos para realizar test de coronavirus. 

La preocupación cunde ante la inexistencia de instancias regionales de intercambio de experiencias y estrategias. Con pocas cumbres bilaterales o regionales, por imponer el cronograma institucional (por ejemplo Mercosur, acotada a temas del bloque), no hay percepción de conjunto, como ha ocurrido en otros espacios.

 

Polarización

La crisis del coronavirus potenció tensiones en la política interna. Antagonismos recurrentes alimentan confrontación en sociedades impotentes, frente a nuevas brechas socioeconómicas; crece la desconfianza en los políticos tradicionales, que se proyecta sobre la fiabilidad de las instituciones. Resulta difícil generar acuerdos duraderos para la implementación de políticas. Francesco Rocca, presidente de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (IFR), advirtió de que el continente americano sufre los costos de las divisiones políticas y omite las recomendaciones de los expertos.

La capitalización (interesada y coyuntural) de la crisis sanitaria y sus efectos generó divisiones en temas centrales: medidas de aislamiento, modo y cantidad de testeos, medicamentos, políticas económicas o sociales y hasta la reglamentación de la convivencia. 

¿Cómo terminar con la polarización, cuando son los propios gobiernos los que la alientan? En Brasil, tal como sucedió en EEUU con las confrontaciones “negacionistas” alentadas por el presidente Donald Trump, el hoy paciente de riesgo (por edad) Bolsonaro vetó parte de una ley que obligaba a usar tapabocas en lugares cerrados. Ambos mandatarios parecen estar implementando la misma estrategia: fidelizar (fanatizando) a sus votantes.

En Bolivia, con un horizonte electoral difuso (por la pandemia), la tensión se acentuó. Los partidarios del derrocado Evo Morales, sobre quien pesa una nueva orden de captura internacional por presuntos hechos de subversión, acusan al gobierno de facto de persecución política y de un trato desfavorable en aquellos municipios gobernados por ellos. En tanto Evo, desde su exilio argentino, acusó a la actual mandataria, Jeanine Áñez -quien se suma a los dirigentes latinoamericanos con covid positivo-, de usar la pandemia para aferrarse al poder.

En México, López Obrador rectificó su conducta inicial; pero al haberse triplicado los contagiados y fallecidos en el último mes, un nuevo escándalo se cierne sobre el gobierno luego de reiteradas denuncias de medios internacionales por aparente subregistro de muertes por covid-19. En Chile, Piñera toma medidas de política interna (como la limitación de las reelecciones, que cosechó reacciones diversas) buscando empoderarse frente a la opinión pública, que sigue reclamando una profunda reforma constitucional e institucional.

En Argentina, cuando la pobreza ronda 45% del total de la población -según la Universidad Católica Argentina (un aumento de cinco puntos en sólo un cuatrimestre)-, el apoyo a Alberto Fernández se plantea en niveles parecidos a los resultados obtenidos en las elecciones generales de 2019. Una encuesta de Synopsis de finales de junio muestra que el posicionamiento político empieza a ser determinante en la opinión que se brinda sobre la cuarentena. La economía está a la cabeza de las preocupaciones de 64,2% de los votantes de Juntos por el Cambio, mientras que el coronavirus es la principal inquietud de 71,5% de los votantes del Frente de Todos.

Sin la percepción de un todo continental, se alejan las necesarias interacciones que permitan respuestas coordinadas. Sin percibir que no habrá un día después de la pandemia. Los problemas y sus soluciones deben sopesarse hoy. 


(*) Docentes, UNC

Comentarios 1

  1. SLM says:

    Es increible como destacan la pobreza de Argentina,cuando hay paises como Bolivia, Paraguay, Venezuela o Nicaragua, de los nombrados que son mucho mas pobres que el 45% de Argentina.

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