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Un grave retroceso para la justicia internacional

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 Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **

Algo está pasando en nuestro mundo. Hasta hace poco parecía que se consolidaba la idea de una comunidad internacional en la que los Estados Nacionales cedían parte de su soberanía en pos de universalizar ciertos valores muy caros a la dignidad humana.
En función de ello se fueron creando distintos organismos de distintos caracteres (económicos, políticos judiciales etcétera), que ayudaban a consolidar esa idea de contar con un sistema de órganos supranacionales que asegurara la vigencia global de cuestiones como la prohibición de la tortura, los genocidios, la prepotencia del más fuerte, entre otras aberraciones.
Sin embargo, los últimos acontecimientos parecen estar debilitando esa idea, demostrando que no es tan simple que los Estados sedan fácilmente su soberanía o al menos la subordinen en parte a tales órganos internacionales.
Rápidamente se nos viene a la memoria el brexit en Gran Bretaña, los intentos de Grecia por abandonar la Unión Europea, la decisión de algunos países europeos de impedir o limitar seriamente por ley e incluso constitucionalmente el ingreso de inmigrantes a su país, el avance de los populismos de corte nacionalistas en distintas partes del mundo e incluso la aparición de un candidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, quien con un discurso casi chauvinista (entre otras cosas) quien ha ganado un gran número de seguidores parece confirmar nuestra afirmación.
En este mismo sentido, en los últimos días Sudáfrica ha anunciado su retiro de la Corte Penal Internacional (CPI) en una carta enviada a la ONU, como respuesta a la disputa que se produjo el año pasado cuando se negó a arrestar al presidente sudanés Omar al Bashir, invitado a una cumbre de la Unión Africana en dicho país. La explicación oficial es que pertenecer al Tribunal “inhibe la capacidad de Sudáfrica para honrar sus obligaciones en materia de respeto de la inmunidad diplomática”, según lo expresó Michael Masutha, ministro sudafricano de Justicia. El presidente sudanés se encuentra acusado de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio en el conflicto de la región de Darfur. No es el único país que lleva a cabo acciones en tal sentido. En Burundi se promulgó una ley que prevé que su país también se retire de la CPI. Otros países, todos ellos africanos, como Namibia y Kenia, también estudian tal posibilidad.
La mala predisposición de ciertos gobiernos africanos se funda en acusar a la CPI de mostrar tendencias poscoloniales contra los líderes del continente, ya que desde su puesta en funciones en 2003, el tribunal con sede en La Haya, abrió investigaciones en diez países, nueve de ellos en África. En la CPI no desmienten que las causas sean originarias de ese continente, pero acotan que su jurisdicción, que es subsidiaria a la justicia de tales países, se ha ejercido o por una decisión de los países involucrados o porque éstos, inmersos en graves crisis humanitarias o de guerra civil, no pueden hacer frente a los juzgamientos de los delitos previstos en el Tratado de Roma, los más graves del orden internacional.
Las conductas de retiro del tratado ciertamente perjudican más que a un organismo de justicia internacional. El CPI es el primer tribunal en la historia de la humanidad que es imparcial y no arremete contra la justicia de cada país. Simplemente la complementa en caso de que ese país no pueda o no esté dispuesto a juzgar atrocidades. Hasta entonces, la justicia internacional ha ido de la mano de tribunales impuestos por los poderes internacionales de turno, para juzgar vencidos. Esa constante desde Nuremberg a los tribunales especiales para Kosovo, puede volver a ser una realidad con la polémica que siempre trae aparejada. No porque los juzgados no hayan cometido atrocidades, sino porque la aplicación del derecho penal internacional no es pareja de esa forma y deja a salvo de reproche a quienes se hallan tras la constitución de dicho cuerpo de justicia.
Por algo, países como Estados Unidos, Rusia, China, o India no lo han ratificado. Muy probablemente, la actitud de estos países de abandonarlo termine causándoles las interferencias colonialistas que dicen querer evitar. También en el orden internacional, el remedio puede ser mucho peor que la enfermedad.

* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. **Abogado, magister en Derecho y Argumentación Jurídica 

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