Concluyen que el daño psíquico no tuvo consecuencias patrimoniales en la vida de joven accidentado

La cámara interviniente entendió que el siniestro, en el que la actora fue atropellada por un colectivo mientras transitaba la vía pública, no le causó un menoscabo económico palpable, ya que el supuesto miedo al tránsito no se corrobora con su vida diaria

La Cámara 2ª Civil y Comercial de Córdoba revocó una condena por pérdida de chance futura en contra de Protección Mutual de Seguros del Transporte Público. La aseguradora se quejó de la inclusión del daño psíquico en la fórmula para calcular daño patrimonial, al entender que ello importaba acumular dos títulos resarcitorios (pérdida de chance y daño moral) por idéntica situación lesiva, siendo que no se encontraba probado un menoscabo patrimonial originado en un desequilibrio emocional debido al accidente sufrido por la accionante.

En el caso, el siniestro se produjo a raíz de un choque entre un colectivo de la empresa Coniferal y un taxi, motivando que el vehículo de mayor porte subiera a la vereda y embistiera a la víctima, quien se aprestaba a cruzar la calle.

El juez de primera instancia hizo lugar a la pretensión del peatón y la citada en garantía apeló cuestionando la procedencia de la indemnización por incapacidad psíquica, a título de chance futura.

El tribunal integrado por los vocales Delia Carta de Cara, Silvana Chiapero y Fernando Flores indicó que la queja de la apelante apuntaba a la inclusión del daño psíquico en el desarrollo de la fórmula utilizada para calcular el daño patrimonial, temperamento que denuncia como erróneo.

Al respecto, la cámara sostuvo que no cabían dudas de que el daño psíquico es un fenómeno patológico que se traduce en un menoscabo a la salud, que claramente afecta el equilibrio existencial de la víctima.

Situaciones penosas

En ese sentido, se reseñó que -al tiempo de fijar la indemnización por el daño moral- el accionante relató que, debido al accidente, tuvo que padecer situaciones penosas y dolorosas que alteraron su estado anímico. También sostuvo que se alteró su tranquilidad: siente una constante angustia, ansiedad, impotencia y actitud temerosa.

Con esas referencias y considerando la edad del afectado (13 años al momento del accidente) y la prueba de lesiones que requirieron asistencia médica, se estimó que ello era suficiente para provocar “alteración o menoscabo espiritual”, estimando lógico la angustia y la afección espiritual.

El tribunal consideró que si bien la pericia psiquiátrica concluye que el demandante presenta signos y síntomas compatibles con trastorno adaptativo, vinculado a los hechos de la demanda, no surge de la prueba que tales afecciones psíquicas hayan repercutido en un ámbito distinto al espiritual, impidiendo su resarcimiento, so pena de incurrir en duplicación de condena.

Asimismo, la cámara destacó que no puede obviarse que no es resarcible la incapacidad por sí misma sino las consecuencias que aquèlla produce en el ámbito patrimonial de la persona y ello no ha sido indicado por la perito, quien reseñó que luego del accidente la actora presenta temor a algunas salidas y conducirse en vía pública colectivos; evita colectivos, busca trolebús o camina. Inseguridad ante robo, choques; se cambió a colegio cerca de su casa para evitar ese tipo de transporte; aún persiste la inseguridad ante robo, choques, situaciones imprevistas en la vía pública y toma ansiolíticos cuando debe hacer viajes en colectivo larga distancia para evitar exacerbación de la ansiedad.

Sin explicación

Sin embargo, para el tribunal, la profesional no explica de qué manera corroboró el diagnóstico que formula ni expone razones que autoricen a tener por válidamente probadas que tales perturbaciones, aun en el supuesto de tenerse por ciertas, sean el corolario del hecho al que se le atribuyen.

El fallo remarcó que la inseguridad que la actora vivencia ante la eventualidad de sufrir un robo, choque o cualquier otra situación imprevista que pudiera suscitarse en la vía pública no se erige en una patología que pueda incidir en su capacidad laborativa y/o afectar su existencia vital; “máxime, cuando lamentablemente resulta habitual en el contexto actual que la población experimente esos temores, pese a no haber sufrido ningún accidente como el de marras”.

La decisión sopesó que de los propios dichos de la actora se desprende que trabaja ocho horas al día en un bar, manifestando que “le encanta” e incluso que emprendió un viaje a Suiza (en fecha cercana a la pericia), donde refirió regresar próximamente en razón de haber entablado una relación sentimental en dicho país, manifestaciones que no resultan compatibles con el sufrimiento de una patología psíquica con aptitud para provocar incapacidad permanente.

Por tanto, los camaristas concluyeron que el resultado de la pericia no alcanza para ordenar el resarcimiento de las pretendidas consecuencias patrimoniales porque no se ha probado la existencia de una perturbación del equilibrio a nivel de patología psiquiátrica que no pueda revertirse con un adecuado tratamiento, erigiéndose en fundamento para indemnizar las consecuencias espirituales a título de daño moral, ya que el daño psíquico como entidad particular de una alteración patológica, puede ser encuadrada a título de factor agravante del menoscabo espiritual, pues éste resulta más serio si se afecta la normalidad del psiquismo.