ESCUCHARTal como estaba previsto, la tercera audiencia del segundo juicio por delitos de lesa humanidad en Córdoba cerró ayer con el testimonio de los familiares del desaparecido militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), el policía Ricardo Fermín Albareda.
La ronda de testimonios comenzó con la declaración de uno de los hermanos de la víctima, Armando Juan Albareda, quien descartó que el asesinato del subcomisario se haya producido por su militancia política y, en cambio, lo atribuyó a “celos profesionales" de sus compañeros del “D 2”. Según declaró, su hermano era el segundo jefe de la Dirección de Telecomunicaciones de la Policía y estaba por ser ascendido.
Más adelante, el testigo recordó que durante más de dos años un miembro del Departamento de Informaciones (D2) de nombre "Gustavo Pereyó" actuó como un agente de inteligencia. Agregó que él se había hecho amigo de Pereyó, a quien consideraba un "flor de tipo" hasta la desaparición de su hermano, momento en que nunca supo nada más de esa persona.
Armando Albareda también recordó que su madre buscó hasta el final a su hijo. "Ella intentó tener contacto con Menéndez, dirigiéndose al cuartel donde él se refugiaba. Doy fe que ella se presentaba a las 7 de la mañana y aguardaba hasta las 14. Esto lo hizo mi madre todos los días, hasta que la salud no se lo permitió más", indicó .
Por la tarde, declaró la viuda de Albareda, Susana Beatriz Montoya, quien comenzó su relato aclarando que ella no tuvo “nada que ver” con la desaparición de su esposo. De ese modo se defendió de las acusaciones que daban cuenta que ella fue quien delató a su marido.
La mujer calificó a Albareda como un “buen hombre” y “un buen padre” y recordó con tristeza las noches que lloró su muerte mientras su hijo de apenas seis meses dormía.
El último testimonio fue el de Ernesto Enrique Albareda, otro hermano de la víctima, quien, quebrado, recordó el terror que tenía de que le ocurriera “lo mismo” que a su hermano, tanto a él como a su familia.
