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Practicaje de puerto de aguas profundas

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Por Silvina Muñoz (*)

En la sala de una consultora se mostraba la imagen de un buque de carga flotando en el medio de la bahía donde se encontraba el puerto. La nave era guiada por una pequeña embarcación y no se diferenciaba si estaban concretando la maniobra de entrada o de salida del puerto. La imagen se coronaba con la frase: “Tan importante como saber adónde ir, es saber cuándo dejarse llevar”. 

Profundizando teóricamente el tema, descubrimos que esa tarea es realizada por un profesional llamado practicante de puerto, cuya función es esencial en las operaciones de atraque, desatraque y movimiento interior de buques, que requiere una gran responsabilidad y pericia para garantizar la seguridad en la navegación por aguas portuarias. Este profesional debe garantizar la seguridad del puerto, de las instalaciones portuarias, del buque, del medio ambiente y de todos los que participan en el proceso.

Las similitudes y diferencias con el proceso de mediación nos parecieron ejemplificadoras.

Si tomamos la situación conflictiva como el buque que quiere entrar o salir del puerto, se observa que éste utiliza al practicante a pesar de su tamaño y potencia, para que lo acompañe a transitar un espacio desconocido y donde se necesita precisión para evitar daños colaterales. En mediación, quienes participan de esta situación conflictiva, tal vez sea la primera vez que son convocados a un proceso similar, en ambiente público o privado, lo cual lo convierte en un espacio inédito, incómodo y hasta hostil, donde se pueden generar daños muy importantes en el aspecto vincular/relacional.

Por otra parte, y recordando la mencionada frase (“tan importante como saber adónde ir, es saber cuándo dejarse llevar”), a diferencia del buque que sabe ambas cosas, los participantes del proceso de mediación a veces no saben exactamente adónde quieren ir, ya sean requirentes o requeridos, y no están tan permeables a saber, querer o poder “dejarse llevar” a ese espacio seguro de toma de decisiones acordadas. 

Observando las condiciones necesarias para el ejercicio profesional, encontramos otras coincidencias en cuanto a la formación y capacitación. Los practicantes de puerto están obligados a conocer muy bien los pormenores de aquellos puertos donde ejercen, la maniobra a realizar, las condiciones meteorológicas, tener una rápida apreciación del carácter del capitán y deben disponer de una gran experiencia en la maniobra de buques de diferentes tonelajes. El mediador tiene que conocer la reglamentación acorde al espacio donde se desarrolle el proceso, acreditar capacitación constante y de especialidad si fuese el caso e ir haciendo experiencia con compañeros para participar en situaciones de diferente “calibre”.

La diferencia con el practicante de puerto es que el mediador acompaña en situaciones conflictivas que no se pueden estandarizar como las características de las naves. Pueden presentar rasgos comunes, cuestiones similares, pero cada una es única e irrepetible; por ello necesita de un estado de alerta intelectual y aprendizaje permanente: cada caso es un desafío, cada encuentro es una oportunidad.

Otra similitud que encontramos es la mirada sistémica de ambos tipos de profesionales, donde los elementos a tener en cuenta para un arribo exitoso son muchos y variados, que van desde habilidades técnicas a aptitudes personales: situaciones complicadas necesitan estrategias complejas y técnicas específicas.

El puerto de Tarragona tuvo durante muchos años a un practicante de puerto llamado Paco Iáñez, actualmente retirado. En 1992 entró en vigor en España la Ley de Puertos del Estado y de la Marina Mercante, y la reflexión de Iáñez años más tarde fue: “El hecho de que la ley, en su largo período de desarrollo y proyecto, ofreciera más información sobre el practicaje hizo que la figura del práctico fuese conocida y valorada por toda la comunidad portuaria. Algunos, con más prejuicios que conocimientos, nos tildaban de aparca-barcos, pero esta profesión es mucho más que eso”. 

Contando una anécdota de su época activa, recuerda que ésta ocurrió cuando tenía que asesorar el desatraque de un barco turco. “Cuando embarqué, me encontré con una situación bastante crispada, con gente en tierra protestando, sin saber muy bien el motivo”, apunta. “Entonces, mientras hablaba con el capitán, un puñetazo que vino por detrás de mí lo tiró al suelo”. Parece que tres tripulantes del buque turco habían decidido desembarcar en Tarragona y no regresar a casa, a lo que el capitán se negó. “Finalmente, tres o cuatro horas después, pudimos realizar la maniobra de desatraque y el barco partió hacia su destino”, explicó. Ante estas circunstancias, Iáñez puso atención sobre la complejidad de las situaciones y su posible desarrollo imprevisible. 

Finalmente: cualquier parecido con la realidad del mediador es pura coincidencia.

(*) Mediadora

Comentarios 2

  1. Matias says:

    Me encantó!! Gracias Silvina.

  2. Susana novas says:

    Extraña similitud… Interesante conclusión

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