Contexto político, económico y social
A pocos días del final de esta larga campaña electoral que expondrá definitivamente quién será el nuevo presidente de Argentina que asumirá el 10 de diciembre, nos encontramos:
– En lo político, con un escenario en el que, como triunfante de la última elección, emerge en primer lugar Unión por la Patria, con la propuesta de convocar a los sectores nacionales bajo el compromiso de conformar un gobierno de unidad nacional, mientras -por otro lado- La Libertad Avanza, que quedó en segundo lugar, promete conformar un gobierno profundamente liberal, custodio de la libertad absoluta y admirador del mundo libre, distinguiendo muy especialmente a Estados Unidos de Norteamérica.
– En lo económico, un panorama que es como estar viviendo dos posibilidades, una que simula ser la amenaza de una enorme tormenta que arremete descontroladamente contra toda la población y, por otro lado, la posibilidad de que se abra un horizonte en donde el sol y el viento del sur logren disipar su descontrol.
– En cuanto a lo social, encontramos a un pueblo acorralado por la incertidumbre ya que una realidad muy compleja y enardecida por una inflación implacable -en gran parte, especulativa- amenaza la precaria sostenibilidad económica que es enfrentada por el oficialismo actual, con incentivos exclusivamente coyunturales que algunos tildan claramente de electoralistas, pero que otros los ubican como parte del intento de contención institucional por parte de un gobierno que se va.
Llegar a estas instancias no ha sido nada placentero para el pueblo: algunos sectores votaron con muchas dudas y otros, con temor generado por propuestas disruptivas mientras que, como música de fondo, continúa la larga y tóxica serie de acontecimientos políticos con graves denostaciones entre candidatos quienes se pelean por los votos mientras intereses comprometidos con la “timba” financiera arremeten y monitorean los movimientos del dólar, que sigue siendo el actor principal del descalabro.
Ante este panorama tan confuso como impredecible, intento imaginar si todo este despliegue del gobierno actual tiene posibilidades de frenar el rumbo hacia el descalabro total y timonear una última posibilidad que nos conduzca a un buen puerto, tal vez no el más cercano sino aquel que nos asegure ponerles fin a tantos años de desvaríos que tienen como víctima principal al pueblo argentino y encauzar el interés y los recursos nacionales en bien de Argentina.
O si, por el contrario, el pueblo opta por un cambio radical como el que promete La Libertad Avanza, que va desde la dolarización -que es la dependencia del país a una moneda de otro país cuyos vaivenes seguramente nos abordarán, independientemente de nuestra situación política, económica y social-.
Ese cambio promete, además, la venta o privatización de todas las empresas del Estado, con el cierre del Banco Central y está en contra de nuestra adhesión por medio del BRICS al proceso de cambio en la composición del poder mundial, lo que favorece que EEUU mantenga su liderazgo unipolar, etcétera, etcétera.
Es muy importante tener esto en cuenta, ya que el camino que todavía nos toca transitar nos puede llevar hacia un mundo que en clara evolución va en camino de instaurar un nuevo poder mundial multipolar, que incluye el compromiso y la participación de todas las naciones para una conformación más justa con los pueblos postergados y armoniosa con la naturaleza, que sufre la locura que impone un materialismo desmadrado e irresponsable.
Por qué la necesidad del Movimiento Nacional
Ante estas posibilidades, es importante para cualquier país contar con un movimiento político-social que respalde la institucionalidad nacional con la integración en su conformación de todas las expresiones posibles, sean éstas empresariales, gremiales, políticas, comerciales, profesionales, etcétera, que -como una forma de hilación de valores y principios esenciales- nos distingan como un país independiente y soberano, mientras consolidan y armonizan el crecimiento económico con el desarrollo social de sus habitantes.
Sin embargo, la reconstrucción de un Movimiento Nacional en una sociedad acometida por una larga y profunda crisis ética y moral, no es de fácil conformación; más todavía, si ella depende exclusivamente de la dirigencia política y -peor aún-, en medio de una campaña electoral- en la cual algunos partidos y coaliciones han participado únicamente como engendros para luchar por el poder, entre intereses personales o de grupos particulares.
Un movimiento debe expresar fundamentalmente los anhelos y esperanzas de su pueblo en el que se integren las distintas instituciones y entidades intermedias sociales, sectoriales, políticas, profesionales, etcétera, que bajo el sustento de una doctrina y una ideología libre y abierta a los valores y actitudes individuales que trascienden en el conjunto social, rememoran la historia de sus antepasados que le dan verdadera identidad cultural y en la que todos comprenden que nadie puede realizarse sino se realiza dicho movimiento.
De alguna manera, sobre todo las entidades intermedias que conforman dicho movimiento puramente argentino, sin injerencias “extrañas” y con la voluntad y convicción de que -más allá de superar sus problemas particulares, al igual que las personas- se convierten en un receptor y a su vez transmisor de las historias y de las potencialidades auténticas. Por último, asume su condición de nacional cuando se identifica con un pueblo y una nación.
Así lo fueron, en su momento, el movimiento o corriente nacional nacida por la perseverancia de líderes como Yrigoyen -en su época- y -luego- Perón, quienes obraron pensando en el pueblo y contra las injusticias, para generar un destino trascendente y que esa lucha sirviera como ejemplo para que las generaciones futuras la valoren, continúen y le den la templanza que los nuevos tiempos requieren.
Por eso, cuando hoy alguien propone constituir un gobierno de unidad nacional, debe tener presente que -por más que ello sea una muy buena propuesta para desterrar los estigmas nacionales que sufre actualmente el pueblo argentino- hay que saber que es necesario convertir la bronca en inteligencia, desterrar las confrontaciones internas, considerar el partidismo como clara exposición de ideales y de esa forma reinstalar lo que una vez se dijo de que “para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino”.
Por lo tanto, hay que competir por las ideas y no por el poder, ya que el poder es del pueblo y los dirigentes deben servir a él, y no servirse de él.
Estoicismo del pueblo vs. dobleces de dirigentes
Estamos asistiendo a la última de esta larga serie de etapas electorales que, sin lugar a dudas, ha dejado mucha “tela para cortar”.
A pocos días de terminado el escrutinio -aunque algunos presumen que estaban previstos mucho antes- se sucedió una serie de hechos que puso al desnudo la falta total de ética y moral de las máximas figuras de la Libertad Avanza y de Juntos por el Cambio, quienes -después de bombardearse con gruesos exabruptos y escandalosas descalificaciones- terminaron confluyendo en un abrazo denigrante para blanquear bajos y turbios acuerdos.
Las ideologías que dichos dirigentes sustentan se identifican con el liberalismo proclamado infinidades de veces y por uno de ellos, caracterizando la libertad como el derecho fundamental que tiene un individuo de decidir qué es lo que quiere hacer y hacerlo.
Pero parece que para que esa prerrogativa no se convierta en un caos pero si en escandalosos negociados sólo la tienen los jefes o quienes creen tener el poder delegado por el pueblo, para disponer libremente de él, siendo lo más indignante sobre todas las cosas, cuando ese poder se lo dieron millones de seguidores.
Eso de alguna manera fue el detonante de una posible ruptura contenida hasta estos momentos entre ambas coaliciones para que ésta se produjera sólo cuando la situación quedara aclarada por los resultados de las elecciones y, en este caso, el hecho más caótico se produjo en la coalición de Juntos por el Cambio, porque las máximas figuras del macrismo obraron solos para “arreglar” con el jefe de la Libertad Avanza.
Sobre lo que acontece hoy en Juntos por el Cambio, me animaría a decir que son hechos similares al fin del proceso de “alvearización” que se produjo en el radicalismo de Yrigoyen, teniendo en cuenta que el macrismo terminó introduciendo conceptos propios del liberalismo en la Unión Cívica Radical, con la intención utilizar su poder cuando ésta se alejara, de sus valores y principios doctrinarios.
Además, por el momento, estos episodios, que eran considerados propios de la llamada “casta”, han trastocado la proclamada ética y moral de La Libertad Avanza, frustrando la esperanza de muchos jóvenes que creyeron en sus proclamas y fervientes manifestaciones.
Sólo me queda agregar que esta serie de zafarranchos políticos parece no tener límites, a pesar de que aún falta ver lo que sucede con los resultados del último balotaje y lo que pueda producirse cuando llegue la hora en la que habrán caducado las palabras y promesas y comience el tiempo de las realizaciones.
Por último, no puedo menos que ponderar el estoicismo de un pueblo como el argentino, ya que -estando en una de las peores situaciones políticas, económicas y sociales- sigue teniendo perseverancia y paciencia, esperando encontrar en nuevas generaciones de dirigentes las convicciones y el compromiso que le ayuden a recuperar la dignidad y la autoestima perdidos.
El último tramo de esta odisea
A partir del 10 de diciembre y esté como Presidente quien el pueblo haya decidido que esté, cerraremos este largo proceso electoral y entraremos en el tiempo de la verdad y de los hechos porque, como alguien dijo “mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar”.
Puede suceder que los guarismos electorales no nos den un Presidente apoyado por una amplia mayoría y, en ese caso, por ser propuestas claramente opuestas, entraremos en el laberinto de las democracias liberales similares a las que hemos vivido en estos últimos 40 años, en el que está establecido que el que gana conforma el oficialismo y el que pierde se convierte en oposición, pero ambos en el acuerdo de sostener dicho modelo de gobernanza.
¿Esperanza, decepción o indignación?
En el último mes de 2023, asumidos todos los nuevos gobernantes, con la formación de sus gabinetes y con los primeros esbozos de sus políticas públicas, los argentinos comenzaremos a vislumbrar si todo seguirá igual o peor de lo que hasta estos días vivimos, o si se abren las nubes y nos ilumina un nuevo sol.
Pero en caso de que el panorama siga incierto y con posibilidades de agravar los estigmas actuales, puede iniciarse un proceso que nos lleve a la indignación social. Esperemos que triunfe la ética, la moral y la cordura entre los dirigentes, sabiendo que se está agotando la paciencia popular.
Pongo de manifiesto estos tres estados del ánimo en el pueblo, que tal vez ya se estén insinuando en estos días previos al momento de la última obligación de votar.
Propongo el sosiego, la pausa y un paréntesis para esbozar un tema que conmueve mi ideario y es el siguiente:
Me animo a decir que casi 90% de la población, incluyendo ancianos, mujeres y hombres, jóvenes y niños, políticos, empresarios, trabajadores, etcétera, es decir, el pueblo en su conjunto, respondería afirmativamente a estos interrogantes:
– ¿Queremos que se termine con la inflación?
– ¿Queremos que haya unión, paz y armonía en nuestra sociedad?
– ¿Queremos que se termine la pobreza y que todos recuperen la dignidad con educación, trabajo y producción?
– ¿Queremos terminar con las grietas, el odio y que la lucha sea sólo por las ideas y no por el poder?
– ¿Queremos que la ética y la moral conduzcan a los dirigentes y gobernantes?
– ¿Queremos que las administraciones públicas sean sin corrupción y con probidad, como también lo sean las administraciones privadas?
– ¿Queremos que no haya nadie sin producir por lo menos lo que consume?
– ¿Queremos defender y utilizar dignamente nuestros recursos estratégicos?
– ¿Queremos recuperar nuestras Islas Malvinas?
– ¿Queremos que el Estado -del cual el pueblo forma parte- vele por la seguridad social, asegure nuestra soberanía, combata el tráfico de drogas, el siniestro accionar de la especulación financiera y la intromisión de potencias extranjeras en las decisiones que tomemos sobre nuestro propio crecimiento económico y desarrollo social?
– ¿Queremos ser dueños de nuestro futuro y consensuar un Proyecto Nacional que nos identifique como una Nación libre, justa y soberana?
Éstos temas -así como otros, entre los que se incluye el ordenamiento en las discusiones- deberían ser tratados en un ámbito de coincidencias esenciales, en el que todos los sectores organizados de la sociedad argentina -antes de las elecciones- consensúen una propuesta de reconstrucción nacional para que -gane quien ganare- éste conduzca este plan estratégico decidido por el pueblo organizado.
Por eso no se trata sólo de decir “sí” sino de discutir las mejores formas para lograrlo, disponiendo prioridades, el cuándo, el cómo y con qué. Esto está relacionado con el amor al país, al pueblo argentino y a las generaciones futuras por encima de sectores, partidos o entidades sociales o económicas.
Esto nos lleva a todos a reflexionar y a aceptar que con sólo emitir el voto y elegir a un candidato no se terminó nuestra responsabilidad, ya que ésta sólo empieza cuando las palabras se agotan y pasemos a los hechos.
Por lo tanto, debemos asumir el compromiso de no bajar los brazos, ya que después de votar debemos continuar la lucha por nuestra realización por medio de las organizaciones y entidades que nos representan, porque -más allá de ser empresarios, trabajadores, comerciantes, profesionales, etcétera, etcétera- somos argentinos y tenemos la obligación moral de luchar como comunidad organizada e integrada en la defensa y realización de nuestra Patria.
(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba