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Un programa mejora la producción de leche caprina a pequeña escala

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Una guía de buenas prácticas, la aplicación de cultivo de forrajes, el uso de microsilos y dietas específicas para las hembras son algunos de los recursos motorizados por investigadores de la Facultad de Ciencias Agropecuarias con pequeños productores caprinos del interior de Córdoba.

En Argentina existen aproximadamente cuatro millones de cabezas caprinas, a cargo de 44 mil pequeños productores agropecuarios, según relevamientos del Servicio Nacional de Sanidad Agroalimentaria (Senasa 2013). En la provincia de Córdoba, en tanto, se estima que existen cerca de 145 mil cabras en manos de 4.200 pequeños productores. La cría de estos animales en pequeña escala es una práctica realizada generalmente en ambientes áridos y semiáridos, con escasos recursos forrajeros naturales -generalmente degradados- y limitaciones tecnológicas, los que dificultan la capacidad productiva de los emprendimientos.

Con el propósito de generar instrumentos para incrementar la sostenibilidad de los pequeños productores caprinos, un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba, dirigido por Cristina Deza, lleva adelante desde hace más de una década un programa de investigación en diferentes comunidades del interior de la provincia.

En el marco de esa experiencia, se generaron y transfirieron múltiples herramientas, entre las que se destacan la implementación de cultivo de diversas especies forrajeras adaptadas al medio junto con el uso de microsilos, la elaboración de dietas específicas para cabras y la transferencia e implementación de la Guía Metodológica para la Inocuidad de Leche Caprina (MILC).

En esa línea, en las cuencas lácteas caprinas afectadas por la sequía y con un proceso de degradación ambiental, se introdujeron cultivos de pastos apropiados y se implementaron formas de conservación y entrega balanceada del alimento a los animales, para favorecer el máximo aprovechamiento de los recursos disponibles.

Por otra parte, en diferentes establecimientos caprinos se aplicó la guía MILC. Se trata de un protocolo de buenas prácticas, generado en 2008 por integrantes del programa de investigación y profesionales de INTA, como una respuesta concreta a la demanda de la Mesa Caprina Nacional, un espacio de cooperación interinstitucional que se propone favorecer la producción de leche y carne de cabra en todo el país.

“La guía MILC es un manual sistematizado y pormenorizado, con un formato sencillo y fácil de entender, que se adecua a diferentes sistemas productivos. Utiliza poco texto y muchas fotografías, con el fin de facilitar la apropiación de prácticas inocuas en el trabajo”, detalla Verónica Aimar, miembro del grupo de investigación, quien participó en el proceso de creación de la guía.

Una necesidad, una respuesta
El programa que llevan adelante los especialistas de la Facultad de Ciencias Agropecuarias aglutina un conjunto de proyectos. En ese sentido, articula el trabajo de cátedras y líneas de investigación de esa unidad académica con instituciones del sector agropecuario, como el INTA y el INTI. Es una búsqueda colaborativa enfocada en la indagación de respuestas integrales tecnológicas que puedan ser transferidas en plazos cortos y se adecuen a diferentes casos particulares.

“Es importante concebir los aportes del programa como un proceso. Cada experiencia con los pequeños productores caprinos necesita un trabajo sostenido, basado en niveles de confianza que se construyen con tiempo”, expresa Deza, directora del programa de investigación, y agrega: “El desafío es brindar herramientas a los productores de pequeña escala para que mejoren su sistema de producción optimizando sus recursos, eleven la calidad de sus productos y tengan más acceso al mercado”.

Nuevos hábitos de consumo
Más allá de las limitaciones organizativas y tecnológicas de los productores caprinos de pequeña escala, los investigadores coinciden en destacar que el carácter artesanal de su labor encierra una enorme potencialidad comercial.

La demanda actual de alimentos se caracteriza tanto por la sensibilidad de la población respecto a su calidad e inocuidad como por una creciente preocupación por la forma en que han sido producidos, donde se destacan variables vinculadas al respeto por el medio ambiente, el bienestar animal y la seguridad de las personas.

“Los hábitos de consumo alimentario están cambiando y esa variable debe ser considerada para mejorar la rentabilidad de los pequeños productores. Se valoran cada vez más los productos asociados a modos de producción sustentables, higiénicos y respetuosos del medio ambiente. Es un contexto que revaloriza la producción artesanal. En ese sentido, mejorar las condiciones productivas abre puertas para entrar con mayor fuerza en los mercados de consumo”, explica Deza.

En ese marco, la implementación de buenas prácticas adquiere una gran importancia para el sector lácteo caprino. Según los investigadores, esto ayudaría a mejorar y garantizar la calidad, con lo cual posibilitaría una mejora considerable de la rentabilidad. Esta última se sostendría por el aumento de la eficiencia del sistema productivo a través del achicamiento de costos y por la posibilidad de acceder a otros mercados segmentados con precios diferenciales.

Las restricciones productivas, tecnológicas o ambientales que afrontan los pequeños productores caprinos pueden ser un punto de partida para aumentar la capacidad comercial de cada experiencia, apuntalando su identidad desde lo artesanal y lo regional.

El caso de La Majadita
Un proyecto productivo social

La Majadita es una planta láctea caprina ubicada en San Pedro de Gutenberg, una pequeña localidad del noreste de la provincia de Córdoba. Es un emprendimiento productivo de carácter social que nació en 2006, a partir de la voluntad de Lidia Juárez, una directora de escuela jubilada que se propuso generar un proyecto para promover el arraigo territorial y frenar los procesos de desruralización.

Allí, una de las colaboraciones iniciales de los investigadores de la Facultad de Ciencias Agropecuarias se dio en el marco del Programa de Iniciación en la Investigación y Desarrollo Tecnológico (PROIINDIT). Durante los últimos tres años se realizaron aportes específicos vinculados a la confección de microsilos para cubrir el déficit forrajero invernal y se abordaron tareas destinadas a garantizar la salubridad y calidad de la producción láctea. La experiencia incluyó la participación de investigadores, docentes y alumnos que acompañaron el proceso de desarrollo y consolidación de La Majadita. Se trata de un aporte integral y sostenido que da cuenta del valor público del conocimiento producido en el marco de la UNC.

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