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Una pregunta incómoda: ¿ama usted más su empresa que a su familia?

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Dentro de la gran familia de divinidades de la mitología en la antigua Grecia, Prometeo fue un Titán que robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres.

Por Eduardo Cucinelli *

La llama olímpica, símbolo de los Juegos Olímpicos, conmemora ese robo del fuego. Prometeo era amigo de los mortales, era considerado “protector” de la civilización humana y su nombre significaría “previsión”, “prospección”. Prometeo fue el encargado de distribuir las “facultades” y “dones” a todas las criaturas.

Desde hace un tiempo, la antorcha olímpica pasa de mano en mano hasta llegar al lugar donde se ha de mantener encendido el fuego sagrado que bendice e ilumina las competencias de destrezas entre los mejores. Cada atleta recorre un tramo y esa cadena de esfuerzos garantiza la continuidad.

Según algunos pensadores, la vida del hombre se debate entre la necesidad y el aburrimiento. Hay fundadores de empresa familiares que el domingo van un rato a la empresa. Algunos de ellos, incluso, se llevan algún trabajito a la casa ¡incluso en las vacaciones! La empresa se convierte así en una pasión que elimina el aburrimiento pero también la noción del tiempo.

El mito de eternidad está presente en muchos fundadores de empresas familiares que viven como si nunca fueran a morir, sintiendo -además- que son los únicos portadores del fuego, habilidades, facultades y dones que necesita su empresa.

Sucede así que, en la recta final de la vida -sobre todo cuando no se ha madurado en torno a eso de “final”-, la persona puede estresarse por el solo hecho de no encontrar un lugar feliz fuera de la empresa y ésta se convierte en algo así como el único amor. Pero la vida pide en cada una de sus etapas, una re-ubicación, un nuevo lugar. Re-ubicarse en la vida es aceptar la etapa que nos toca vivir, con los nuevos límites que nos trae y con las nuevas posibilidades que nos abre, aun en la tercera edad. Es como hacerse amigo de los mortales. Es reconciliarse con lo inevitable.

Ante el tema de la sucesión directiva, algunos fundadores de empresas dicen: “Cuando yo no esté que se arreglen ellos”. Este descompromiso con el legado habla de un cansancio mal manejado y de un futuro poco deseado. También puede hablar de que la empresa no es un proyecto familiar sino personal. Cuando cosas de este tipo suceden podría ser señal de que no estamos encontrando el nuevo lugar que necesitamos como líderes y que también lo necesita la empresa para su continuidad bajo la tutela familiar.

¿Qué significa amar la propia empresa? El que ama en serio su empresa, además de amar su génesis, su historia y el mérito, ama el legado y su “historia futura”, que incluye a la familia.
Según algunas estadísticas, 39% de las empresas familiares argentinas está dirigidas por sus fundadores, es decir unas 220.000 pymes. La sucesión directiva, el paso de la antorcha, es la clave de la continuidad para estas empresas. Si estos fundadores aman el legado deben liderar la sucesión directiva a tiempo. ¿Cómo?
Haga prospección. El primer “test de continuidad” es éste: “Si su empresa puede seguir funcionando perfectamente sin su presencia”, usted hizo un buen trabajo y su empresa tiene gran posibilidad de continuidad. Si, además de eso, por ejemplo, dejó planificado el patrimonio de la sociedad con reglas y acuerdos adecuados y documentos legales sobre gobierno, sucesión directiva, participaciones societarias y herencia, entonces usted está camino a la cima como líder.
Si usted no hizo nada de lo anterior pero ama su empresa familiar, es posible que necesite la visita de Prometeo para que como él usted pueda en su empresa proteger el legado, hacer previsión, entregar las facultades a los nuevos atletas y desarrollar los dones en ellos.
¿Qué recomendaciones le damos? Revise y madure sus ideas pero -sobre todo- sus sentimientos respecto a la sucesión directiva. Acuerde en familia un plazo para la sucesión y, en función de esa meta, desarrolle un plan de acción para alcanzarla. Algo muy estratégico: enfóquese a desarrollar “gobernabilidad futura” en su empresa. Es decir, haga que su empresa funcione perfectamente sin usted. ¿Cómo? Desarrolle jerarquías, procesos y funciones bien asignadas. Distribuya responsabilidades y haga que se evalúe el desempeño de sus colaboradores estimulándolos a que descubran y propongan mejoras. Haga equipo con ellos, llevando a la práctica esas mejoras. Apoye, enseñe y corrija de buen modo, de manera tal que la organización aprenda, desarrolle autonomía y fortalezas. Identifique y forme a sus sucesores. Logre acuerdos familiares sobre el patrimonio de la empresa, previendo su seguridad económica para la recta final de su olimpíada.
Finalmente, algo muy importante. Tenga un sueño. Una nueva página para abrir luego del retiro y comience a disfrutarlo desde ahora haciendo cosas para que se concrete oportunamente. Si usted hace cosas como ésas será -como Prometeo- un protector, un amigo de los mortales de su empresa y su familia. Su fuego de empresario pasará a los nuevos atletas de generación en generación. Entonces, usted habrá construido un legado.

* Asesor de familias empresarias, director de Efeso. 

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