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Triple crimen, triple fuga ¿triple impunidad?

Por Adolfo Ruiz - Jefe de Redacción de Comercio y Justicia
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El escape de los responsables de los asesinatos de General Rodríguez alimentan las suspicacias sobre la conexión entre delincuencia, medios y política.

Por Adolfo Ruiz – [email protected]

Si hubiera que elegir una fecha ideal, una única marca en el calendario para concretar una fuga escandalosa, capaz de sacudir las estructuras penitenciarias, políticas y hasta comunicacionales, ella debería ser la semana que va del 25 de diciembre al 1 de enero.

Los conocedores de la política afirman que en esos siete días hay una especie de “cono de sombras” en el calendario, que permite reducir a su mínima expresión cualquier noticia que en otra época del año se tornaría escandalosa y tapizaría todas las tapas de los diarios durante semanas. Por eso se suele elegir esta fecha para aprobar: tarifazos, fusiones, privatizaciones, nombramientos, sobreseimientos, demoliciones (como la de la Casa de las Tejas, iniciada a fines de diciembre de 2010) y muchas otras decisiones que inevitablemente conllevan polémica.

Pues bien, da la impresión de haber cumplido esa tesitura la escandalosa por inexplicable fuga de los condenados por lo que se conoció como “triple crimen de General Rodríguez”.

“Llamativamente”, entre una fiesta y la otra, se escaparon los hermanos Cristian y Martín Lanatta, junto a Víctor Schillaci, todos condenados a prisión perpetua por el salvaje asesinato de Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina, en un caso vinculado con el tráfico de efedrina.

Abrir la caja de Pandora
La particularidad de haberse concretado la fuga un domingo a la madrugada, un 27 de diciembre, en nada contribuye a aventar la sospecha de que la fecha puede haber sido algo más que una simple casualidad, y que más bien podría estar cumpliendo con esa regla implacable de la política. Ahora bien, si le diéramos algún viso de credibilidad a este último párrafo, estaríamos ante un escenario grave. Sumamente grave. Si entendemos que la fecha de la fuga no es casual, si aceptamos que puede haber habido allí alguna especulación temporal para que la noticia generara el menor escándalo posible, pues estaremos abriendo una caja de Pandora en la cual habremos aceptado que el episodio no constituye un caso policial más sino que probablemente esté escondiendo otros demonios aún peores que los que ya traía.

Recordemos algunos elementos que nos hacen pensar en esta oscura posibilidad. Martín Lanatta, condenado a perpetua y uno de los fugados del domingo, fue el actor central de una presunta investigación del programa Periodismo para Todos. Fue entrevistado en la cárcel de General Alvear por el periodista Jorge Lanata, y a partir de su testimonio se elaboró un informe en el que se acusaba al exjefe de Gabinete, Aníbal Fernández, de ser el instigador y autor intelectual de aquellos salvajes homicidios.

Lanatta asesino le decía a Lanata periodista que Aníbal Fernández era quien estaba detrás del multimillonario negocio de la efedrina y que era quien había mandado a perpetrar el espantoso crimen. Y Lanata periodista hacía propia la versión del Lanatta condenado y la lanzaba en su programa, sin más chequeo que el de otra entrevista, hecha a José Luis Salerno, producida en el living de Elisa Carrió, donde otro de los involucrados en el crimen (luego sobreseído) aportaba un testimonio confuso pero en sentido -si se quiere- similar.
En su momento, Roberto Cazorla Yalet, abogado defensor de Martín Lanatta, salió en el acto a desmentir esa versión y aseguró que no tenía “dudas de que Lanatta recibió algún beneficio económico o alguna promesa de libertad”.

Esto ocurrió una semana antes de las elecciones del 9 de agosto, todo lo cual afectó severamente el desempeño de Aníbal Fernández y seguramente contribuyó a su posterior derrota por María Eugenia Vidal (Cambiemos), actual gobernadora de Buenos Aires.

Pasos franqueados
Que a muy poco de haberse concretado los cambios de gobiernos haya ocurrido esta escandalosa fuga. Que se haya dado cinco días después de que la entonces jefa del Servicio Penitenciario Bonaerense, Florencia Piermarini, hubiera presentado su renuncia -que no le fue aceptada por el gobierno de Vidal-. Que los delincuentes hayan salido por la puerta del penal luego de sortear con total tranquilidad al menos cinco rejas en un penal de máxima seguridad. Que lo hayan hecho un 27 de diciembre de madrugada. Que hayan tenido un auto esperándolos en el exterior. Que todo esto haya sucedido en simultáneo y sin explicación alguna, son todas señales que en poco contribuyen a transmitir tranquilidad sino que más bien sugieren que este resonante escape no fue logrado por la “sagacidad” o la “astucia” de los fugitivos sino más bien porque hubo una orden de que se les franqueara el paso.

Dónde, cuándo, cómo, por qué y quiénes emitieron esa orden, son preguntas que sólo conducen a nuevas preguntas. Para intentar responderlas es inevitable transportarse al 2 de agosto, cuando un periodista muy reconocido entrevistó a un asesino, sabiendo muy bien lo que estaba haciendo y para quién lo estaba haciendo. De ser reales esas suspicacias, la impunidad se habrá multiplicado por tres.

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