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Santuarios de la Reforma Universitaria (2 de 3)

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Continuamos con la referencia a aquellas casas, casonas en su gran mayoría, que al finalizar la segunda década del siglo XX servían de morada, hospitalaria y animosa, a quienes fueron númenes de la Reforma Universitaria, relativamente recientes egresados quienes, sin embargo, aquilataban ya una experiencia y una formación intelectual que los colocaba en un sitio expectable para la consideración de los protagonistas de aquel memorable acontecimiento estudiantil, señero en Córdoba y trascendente para los principales centros de estudios de Latinoamérica.

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27 de Abril y San José de Calasanz
La casa de Arturo Orgaz, aún veinteañero abogado que presidía el Comité de Profesionales Pro Reforma Universitaria, fue otro importante punto de reunión de la juventud en fragoroso movimiento. Se lo ha definido a Arturo Orgaz, ante todo, como un maestro capaz de proyectarse en el vergel de los frescos ideales en flor. Desde tiempo atrás venía dando signos inequívocos de su ideario afín a la intencionalidad reformista. El grupo de pensamiento “Córdoba Libre”, consolidado en 1916, entre cuyos principales invitados se contó a Alfredo Palacios, lo tuvo como figura conspicua en la denuncia de la situación universitaria.

En 1917, Orgaz había dado testimonio de su inconformismo, fundando en calidad de presidente la Universidad Popular, con sede en la Escuela Alberdi, el notable edificio -que ocupaba el lugar del viejo velódromo de la Seccional Segunda- concebido por el arquitecto Morra con las formas de “templo del saber”, conforme con la inspiración de las estructuras de los antiguos griegos.

Esta espontánea comunidad educativa obedecía en su espíritu a la necesidad de satisfacer la participación del conocimiento a los trabajadores de Córdoba mediante clases de derecho, ingeniería, sanidad y diversos aspectos técnicos.

Gumersindo Sayago y Enrique Barros, en un comunicado aparecido en La Voz del Interior el 26 de abril de 1918, reconocían en él las condiciones de luchador y guía, agregando: “Orgaz es un caballero, es un revoltoso -y bendita sea la revuelta en estos tiempos- como nosotros (…) y está y estará siempre sobre insidias y en primer lugar en el corazón de la falange estudiantil”.

Para esos tiempos, los Orgaz -ocho hermanos de 14 partos de su madre, doña Mercedes Ahumada- se habían trasladado desde el primitivo hogar de Caseros 804 a otra casa, muy cercana, ubicada en 27 de Abril y San José de Calasanz, con disposición en “L”. Allí tenían lugar prolongadas veladas en las cuales eran tratados temas de la mayor importancia y actualidad, con la activa participación de Raúl Orgaz, a la sazón profesor de Sociología en la Facultad de Derecho, de quien dijo Enrique Martínez Paz que su obra sociológica fue la más vasta, la más sistemática que se haya dado en la República en su momento.

Arturo Capdevila y el mismo Deodoro Roca se contaban entre otros noctámbulos que leían poemas, daban a conocer los originales de sus trabajos, hacían un arte de la crítica política y comentaban tanto la vida social como la artística de la ciudad.

La casa de los Orgaz, recuerda Jorge Orgaz en Memorias de la ciudad chica, “estaba en la frontera entre la ciudad y el suburbio, que se abría al campo inmediato y silvestre, prolongándose en los altos y barrancas en que se asomaban La Bomba, La Cruz y El Observatorio, caseríos primitivos renombrados por sus pendencias, pavores y leyendas”.

En esa barriada, en 1905, cuando tenía 14 años, Arturo Orgaz fue el fundador y presidente del Club Belgrano. Hoy, una de las calles laterales de su estadio lleva su nombre. Tenía 27 años.

Caseros al 800
Muy cerca de la casa de los Orgaz vivía con sus hermanas Arturo Capdevila. Creativo e inquieto, a los 17 años había echado las bases del “Círculo Artístico y Literario”, y a los 20, en 1909, publicaba el primer libro de poemas, pero también, llevado por una excesiva escrupulosidad, hubo de destruir muchos trabajos de su ya entonces vasta producción literaria.

Laureado en los “Juegos Florales” de 1911, era recordado por su participación en la comisión directiva de la Federación Universitaria y por su viaje a Estados Unidos para intervenir en el Congreso General de Estudiantes, en representación del estudiantado de Córdoba. Además, su tesis doctoral, que denominó “Dharma”, había llamado la atención por su enfoque orientalista, inclinación que siempre mantuvo, desarrollando su contenido con base en la influencia de Oriente en el derecho de Roma.

En 1916 había levantado el escozor de los sectores católicos al pronunciar en la Biblioteca Córdoba una conferencia sobre los incas, que la prensa confesional criticó duramente: “… se acaba de dar una conferencia que es todo un atentado contra nuestra religión. El gobierno debe clausurarlas siquiera por consideración a los ciudadanos católicos y a la propia cultura”.

Comprometido con el pensamiento reformista, hubo de respaldar a los estudiantes como uno de los principales oradores del mitín del 2 de abril de 1918, organizado por el Comité Pro Reforma Universitaria, en el Teatro Rivera Indarte. Tenía 29 años.

(*) Abogado-Notario. Historiador urbano-costumbrista. Premio Jerónimo Luis de Cabrera

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