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Salir de las falsas opciones y elaborar un proyecto nacional

Por Luis A. Esterlizi* - Exclusivo para Comercio y Justicia
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Entrando en la recta final del próximo proceso eleccionario, la dirigencia en general sigue intentando dirimirla con falsas opciones que siempre han servido para dividir y enfrentar a los argentinos. La salida no es ni volver al neoliberalismo con su endiosamiento del mercado ni tampoco el sostenimiento de modelos que tradicionalmente adscriben al izquierdismo o progresismo. Dichas opciones son expresiones decadentes devenidas del capitalismo y del marxismo.

La sociedad ya no percibe señales positivas de una gran parte de la dirigencia, en especial sobre actitudes que deberían trascender por sobre el simple juego sectorial o electoral de un régimen democrático signado por la “lucha” permanente y especulativa de grupos y corporaciones, que sólo ha servido para dividir, anarquizar y confundir las relaciones sociales, políticas y sectoriales.

Han transcurrido 30 años de democracia y hoy por sobre este hecho que debería ser más que auspicioso, comprobamos la falencia de instituciones señeras de la democracia por la tremenda degradación ética y moral que como un síntoma de descomposición, va carcomiendo los cimientos de una democracia que ha perdido su esencia y que sólo se revalida justificando su continuidad por medio de un cambio de hombres; dirigentes que son causa y efecto del mismo contexto en crisis y que nos hacen dudar de su capacidad e idoneidad para revertir las causas estructurales que han llevado al país a perder el rumbo de su realización.

“Proyecto nacional”
Hablar de un “Proyecto nacional” desde una parcialidad y cuando su génesis no se asienta en la unidad del pueblo es bastardear la esencia de su significado y, lo peor, adscribirlo a posiciones ya caducas de izquierdas o derechas.

Los problemas centrales aún no resueltos y los enfrentamientos internos de un país en difícil transe son la muestra palpable de políticas erradas y de maniobras divisionistas que generaron los desgraciados sucesos vividos y que conforman el lastimoso distintivo de una sociedad que ve resentida su unidad de origen y destino.

Por eso mismo y como sello consecuente de tales desatinos, la sociedad se encuentra herida gravemente por la pobreza, por la ausencia de valores y principios esenciales, de la cultura del trabajo, de la solidaridad social, etcétera, y lo que es peor, acometida por hechos de creciente violencia que se retroalimenta dentro del submundo que hoy tutela el narcotráfico y que conforman los dramas cotidianos a los que nos quieren acostumbrar.

El vaciamiento de YPF y la pérdida de soberanía energética es una muestra de la culpabilidad de muchos gobernantes que consintieron y aprobaron en la década del 90 los “negocios” que generaba la venta de YPF y su consiguiente vaciamiento.

Hoy ya nadie niega e incluso se reconoce la lamentable existencia de los “ni ni”, sin que existan explicaciones ni responsabilidades que marquen errores cometidos, sobre todo por la tragedia de varias generaciones que han sido obligados a vivir esclavos de planes que les robaron la dignidad.

Resulta incompresible que después de asumir compromisos de pago con los organismos internacionales, El Club de París, Repsol, Ciadi y bonistas de toda laya, se nombre en el Congreso de la Nación una comisión que debe investigar la legalidad o ilegalidad de aquéllos. También sorprende que los mismos gobernantes que establecen la actual política tributaria que alimenta una voracidad fiscal incontrolable, sea nacional, provincial o municipal, se endilguen entre sí dichos desvaríos, cuando parecería que el interés es apropiarse de los impuestos del pueblo para ponerlos al servicio de sus proyectos particulares.

Se oculta, se agranda o disimula la inflación según el cristal con que se mire, al igual que muchos otros guarismos de una realidad que al pueblo ya no se la puede tergiversar.

Todo este contexto sintetiza el cambalache que impera, en primer lugar, al confundir Estado con gobierno, ya que el Estado constituye la representación institucional y jurídica del pueblo y es permanente, mientras los gobiernos son transitorios y circunstanciales; y en segundo lugar cuando vemos cómo los programas de gobiernos, la planificación como forma de prever las contingencias y la elaboración de planes sustentables, como el proyecto de país que nos debemos los argentinos, han terminado siendo los trastos tirados en el tacho de la indolencia y la degradación institucional.

La disyuntiva
Imaginar una continuidad democrática con los mismos procedimientos sostenidos hasta el presente es lo que nos genera enorme incertidumbre. Por eso no entendemos aquellos fanatismos que se sustentan sobre verdades parciales y referentes circunstanciales que construyen su “poder” con la desunión y confrontación de las organizaciones políticas y sociales y la dependencia de los sectores mas postergados a la potestad del Estado.

No existen las políticas de Estado que sirvan a la evolución y unidad del pueblo, ya que en su mayoría responden a políticas clientelares y no ajenas a la generación encubierta de “negocios”.

En respuesta a este escenario, se va produciendo un cambio en la sociedad en la que paulatinamente se pasa de las protestas a las propuestas, simbolizando el primer punto de inflexión al considerar que las políticas públicas deben responder literalmente a sus necesidades y no a elucubraciones de grupos o corporaciones. Ello nos indica el paulatino reemplazo de la democracia de elite por la institucionalidad de una democracia social que abre la participación y el compromiso a todos los sectores políticos y sociales.

Por lo tanto, una verdadera salida política e institucional a esta crisis debe empezar a partir del proceso eleccionario en ciernes, si a éste se lo considera parte de un proceso que revalide el principio de autoridad basado en una escala de valores y el sostenimiento de principios esenciales.

Y si termina con el desvarío profundo que nos introdujo la década del 90 y sus falsas opciones para descomponer el poder nacional y cambiarle el sentido de su misión a cada una de las instituciones.

Debemos convencernos de que el formulismo democrático actual que ha demostrado no estar al servicio del pueblo ya no puede contener su participación cada vez más exigente y decidida a constituir una comunidad organizada y generar un Proyecto Nacional que sea expresión de la unidad de todos los argentinos y de la razón de un país que quiera realizarse como una nación libre, justa e independiente de cualquier falsa opción que por izquierda o derecha intente someternos a sus oscuros designios.

* Arquitecto, exministro de Obras y Servicios Públicos de Córdoba (1973-74)

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