Ruanda resurge de sus cenizas

Corría el año 1994 y en las noticias apenas se escuchaba sobre un conflicto en Ruanda, país distante de un continente que hasta el día de hoy sigue siendo un misterio y sobre el cual se entretejen numerosas leyendas.

Pasaron 29 años y ese pasado sigue presente en aquel país, el que tuve el privilegio de visitar hace medio año, en el marco del Posgrado de Construcción de la Paz y Transformación del Conflicto de la Universidad de Makerere (Uganda), como becaria pro paz del Rotary International.

Las diez semanas en Uganda -y particularmente el viaje a Ruanda- marcaron un antes y un después en mis vidas personal y profesional.

Desde el momento en que uno atraviesa la frontera se puede apreciar el orden, la limpieza y el respeto por la naturaleza. Es muy difícil encontrar plásticos, residuos, envoltorios, escombros, hierros etcétera. Entre todos cuidan de Ruanda, y hacen de ese país «su hogar».

Como la iniciativa de cambio social que presenté para solicitar la beca está relacionada con el cuidado del medio ambiente y del espacio en que vivimos y generar conciencia ambiental, sólo pensaba en la importancia de crear buenas políticas públicas y sobre todo hacerlas cumplir, lo que por el momento parecería ser una misión imposible, en Senegal, lugar de mi residencia actual.

El posgenocidio 

En el año 2000, el actual presidente de Ruanda, Paul Kagame, decidió que era tiempo de recomenzar, “resetear” todo el país, ordenarlo, para lo cual se tomaron diferentes medidas y se trabajó en forma simultánea en las instituciones y los diferentes ámbitos ya que era fundamental redefinir entre todos qué significaba ser ruandeses: no más distinciones entre twa, tutsi o hutu. 

Antes de la época colonial sólo eran diferentes clases sociales y se podía ascender o descender según el número de vacas que se poseía. 

A pesar de sus diferencias, convivían en paz y armonía, ya que hablaban un lenguaje común y tenían el mismo rey.

Sin embargo, la llegada de los colonizadores -y el afán de éstos de dividir para dominar- transformaron esas clases sociales en grupos étnicos.

Vemos así lo que sucedió en 1994, la llamada “Guerra de los 100 días», que fue el desenlace de algo que se venía gestando desde hacía tiempo.

La comunidad internacional dio y sigue dando la espalda con su silencio e indiferencia, por lo cual fue necesario volver hacia adentro: las instituciones tradicionales jugaron un rol fundamental para restaurar y restablecer la paz.

La mediación comunitaria, gran protagonista

Como mediadora, específicamente del campo comunitario e intercultural, lo que me impactó notablemente fue el papel que desempeñó y desempeña la mediación comunitaria en la resolución de conflictos.

El presidente dijo que los perpetradores sólo podían salir de prisión si se presentaban ante las víctimas de su comunidad, pedían disculpas y eran perdonados por ellas.

Es algo que con la justicia ordinaria nunca se hubiera logrado. Hay quienes prefieren seguir detenidos porque no tienen el valor de presentarse.

Visitamos una comunidad cuyos miembros nos contaron cómo fue ese pedido de disculpas.

Ambos tenían miedo: los perpetradores, de ser asesinados por venganza y las víctimas, de ser atacadas nuevamente.

Fue un largo camino de reconstrucción y recuperación de la confianza. Volver a construir también desde lo material: entre todos levantaron las casas.

Cada vez que surge un conflicto, se reúnen a la sombra de la acacia para resolverlo mediante una mediación comunitaria, ya que nadie quiere volver a pasar por lo que había vivido años atrás.

Hay quienes critican y consideran que se trata de una paz forzada y hay quienes consideran que es la única manera de levantarse sobre sus propios pies.

Ruanda está llena de memoriales que se encuentran diseminados por todo el país, como recordatorios, pero también como lugar de encuentro para quienes buscan un lugar simbólico para estar con su familia. 

Para culminar, me quedo con una frase que leí en uno de ellos.

«Si la Paz se pudo conseguir después del genocidio, se puede lograr en todas partes».

Trae la paz contigo.

(*) Mediadora intercultural