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¿Quién cuida a quienes nos cuidan?

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La psicología afirma que la realidad no es sino como la interpretamos. O, dicho de otra forma: los hechos no son “buenos” o “malos” por sí mismos sino que son las personas quienes que les dan ese carácter con base en los rasgos de su personalidad. Claro que ser optimista o pesimista, cauto o arriesgado en la valoración de lo que ocurre, no es para nada «gratis».
Parte de la sociedad argentina y, en particular, cierta publicidad mediática, han asumido el discurso de lo épico y simbólico como parámetro para evaluar el comportamiento social. De esta forma se han transformado en conductas heroicas muchas que deberían ser normales; o se les exige  sacrificio o desprendimiento frente a otras, sobre todo cuando implican reclamos. No pocas veces, quienes reivindican esa postura no dan en su propio comportamiento los ejemplos que piden.
En épocas de Covid-19, esto se hace patente. Al reconocimiento de palabra y a los gestos de apoyo que se les hacen al personal que se halla en la primera línea para afrontar la pandemia, se contrapone una cantidad de denuncias que se vienen formulando por la desprotección y el mal trato que sufren, en mayor o menor medida, quienes en estos tiempos difíciles nos prestan un servicio -llámense choferes del servicio público, policías, empleados de supermercados y, fundamentalmente, personal sanitario-.
Siguiendo la línea de lo épico y simbólico se ha planteado la cuestión del Covid-19 como una guerra en la que los médicos serían los soldados de primera línea que deben enfrentar al enemigo. Detrás, un pueblo y sus autoridades apoyándolos, dirigiéndolos y agradeciéndoles la tarea que vienen llevando a cabo. Sin embargo, en la realidad gran parte de la misma sociedad que los aplaude todos los días a las 21 horas, los discrimina e incluso llega a agredirlos, y los acusa de ser portadores del virus y potenciales contaminadores. Es cierto que el apoyo social es mayor pero también resulta una realidad que parte de la población, por egoísmo, ignorancia o simple maldad, actúa así.
Según las informaciones que se publican día a día, cada vez es mayor el número de profesionales de la salud que se contagian y, en consecuencia, contagian a sus pacientes por, en muchos casos, no contar con las condiciones de seguridad sanitaria requeridas. Se ha verificado esto de nuestra parte por consulta a cinco distintas fuentes que no guardan relación entre sí. Según datos oficiales, Argentina está entre los tres países que más contagios tiene dentro del personal sanitario. Un recurso humano crítico para poder afrontar una pandemia que recién se inicia.
Las respuestas oficiales frente a este crucial problema han sido disímiles y no siempre a la altura de la circunstancias. El gobernador de la Provincia de La Rioja, por ejemplo, manifestó que la llegada de la pandemia a su provincia se debía en parte al comportamiento de los profesionales sanitarios y que «los sectores de la salud son los que tienen que tomar conciencia con relación a la prevención, no tomar mate y evitar los abrazos».
A su vez, además de nuestras fuentes en privado, varios profesionales de la salud manifestaron de modo público el sentimiento de desprotección que padecen. Tal vez lo que mejor ilustra lo que venimos diciendo ha sido la denuncia que hizo la enfermera de internación del Hospital Ramos Mejía, Celia Benítez, quien manifestó en varios medios que: “Estamos muy mal, angustiados y esperando a que nos toque»; y agregó: «La indumentaria que nosotros tenemos no es la adecuada y la que nos entregan, tampoco. Por eso pusimos plata de nuestro bolsillo para protegernos… Cuando comenzó la pandemia empezaron a faltar barbijos, camisolines y todos los elementos de protección. Igual hay cosas que nunca hubo y que ahora son muy necesarias, como las antiparras y el tipo de protección hemorrepelente».
Las palabras pueden inspirar pero sólo las acciones concretas, los hechos, pueden conjurar otros hechos, como es la espiral de contagios. Es por ello que, frente a tal situación, pretender responder desde el reproche o apelando a lo épico y simbólico no es más que un discurso vacío de contenido, no sólo estéril sino peligroso de cara a la futura evolución de la pandemia. Más allá del apoyo ciudadano, las esferas públicas tienen la responsabilidad de proteger a estos servidores públicos para que puedan hacer sus tareas con el mínimo riesgo de contagio posible. Y, hoy por hoy, eso implica dotarlos de todo el material e insumos de protección necesarios, de realizarles los testeos y controles del caso, no sólo a fin de salvaguardar su salud, la de su familia y la de sus pacientes sino de preservar la disponibilidad de las personas que se hallan en la primera línea de combate al virus.
En caso contrario, ya sea por anomia o incapacidad, será como expresó públicamente la médica cordobesa agredida en barrio San Martín: las felicitaciones y aplausos no serán otra cosa que una muestra de hipocresía.

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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