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Prohibamos por prohibir

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Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth**, exclusivo para Comercio y Justicia

Se dice que las crisis no hacen a una persona pero revelan de qué está hecha. Es algo que no sólo se da respecto de personas comunes sino también, en particular, respecto de quienes tienen funciones públicas. Es durante ese tiempo que se revelan, que sus fortalezas y debilidades básicas quedan al desnudo.

Sheri Berman (foto), profesora de Ciencias Políticas en el Barnard College de Nueva York y autora del libro Democracia y dictadura en Europa, expresó hace un tiempo en una columna: “El coronavirus mostró con claridad hasta dónde ha llegado en algunos casos el divorcio entre la teoría y la práctica de la democracia. Además, expresó dos tendencias problemáticas: la de los fanáticos del Estado que terminan defendiendo cualquier forma de control y la de los detractores del Estado que desprecian cualquier política. El autoritarismo es peligroso. Ser libertario en una pandemia es ridículo”.

En nuestro país, al pasado día 3 los contagios han pasado 700 mil y las muertes trepado a 20.599 personas, pese a los más de 200 días de cuarentena. Pero, a más de ello, parecen crecer, a semejanza de lo dicho de Berman, avances injustificados y en muchos casos absurdos sobre los derechos y garantías individuales. Es otra epidemia, no sanitaria, pero igual de peligrosa que el coronavirus.

Como un ejemplo de lo que decimos podemos citar lo que, mientras escribimos estas líneas, ocurre con los cortes de las rutas en los límites de la provincia de San Luis, causados por trabajadores, productores, transportistas y demás ciudadanos, en protesta por el ilógico impedimento de circular impuesto por su Gobierno.

Sin embargo, entre todas las interdicciones impuestas, la que creemos se lleva el podio de la más arbitraria y absurda es la prohibición de tomar mate, legislada en varios lugares de nuestro país. En un principio incluso en algunos lugares se intentó prohibir la yerba para que no se compartiera el mate. Pero, por suerte, esta ridiculez no se hizo efectiva. Sin embargo, sí se materializó la prohibición de tomar mate en lugares públicos. Se busca con ello evitar lo que sí contagia: compartir la misma boquilla.
En este punto en cuestión, impedir coactivamente que la gente tome mate es una de las tantas decisiones imposibles de legitimar. Sí, se puede y se debe buscar impedir que no se comparta.

Pero, tal como dijo Carlos Coppoli, subgerente de Marketing del Instituto Nacional de la Yerba Mate: “El tema no es el mate sino la conducta personal que tenemos que tener”. Parece que ciertos sectores públicos no toman conciencia de que existen tratados internacionales de derechos humanos que obligan a evitar restringir lo menos posible derechos humanos básicos.

El problema, cuando tales medidas públicas desafortunadas se suceden, es que se deslegitima la autoridad del caso. Tal vez éste sea uno de los puntos por los cuales la gente descree en la cuarentena o en el aislamiento social preventivo y obligatorio, y no pocos han dejado de observarlo.

Viene al caso recordar aquí la película El gran dictador, de 1940 con guión, dirección y actuación de Charles Chaplin. Tal obra, más allá de la condena del nazismo, muestra también el lado profundamente ridículo de toda dictadura, de todo autoritarismo.

Charles Chaplin hijo, en su libro My father, Charlie Chaplin, describió a su progenitor como un ser perseguido por las similitudes entre él y Hitler. No sólo por el bigotito similar sino por haber nacidos ambos en abril de 1899 y provenir de sectores humildes. “Papá nunca podía pensar en Hitler sin un estremecimiento, mitad de horror, mitad de fascinación. ‘Piensa’ – decía con inquietud -: ‘Él es el loco, y yo soy el cómico; pero podría haber sido al revés”.

El gran Chaplin la tenía más que clara respecto a lo fácil que es para las personas caer en la tentación del autoritarismo. Un lugar del cual no se vuelve sin hacer el ridículo o provocar una tragedia. En ambos casos, para padecimiento de quienes se hallan bajo su influencia.

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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