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Preguntas poderosas

ESCUCHAR

Por Lucrecia Gambone*

En mi artículo publicado el 03/08/2017 en esta columna (Líderes mediadores) hice referencia al liderazgo como disciplina aplicada a la mediación. En esta oportunidad, muy ligado al liderazgo, me propongo compartir los aportes que el coaching puede realizar y otros que ya está realizando a esta grata vocación que es la del mediador.
Comenzaré describiendo con mis palabras qué es el coaching y cuál es el rol del coach. Dejo en sus manos el atino que los lleve a encontrar analogías con la mediación. El coaching es un proceso en el cual el coachee (entrenado), mediante preguntas realizadas por el coach, toma contacto con su ser y desde allí comienza a liderar sus objetivos: los visualiza y los logra efectivamente. El coach es un entrenador que acompaña al coachee en el camino hacia el logro de su meta.
El mediador realiza un trabajo similar con las partes, quienes se presentan en aparente conflicto. Porque si bien cada una cuenta con objetivos contradictorios, apuntamos a una conversación en la que ellas obtengan eso que están buscando.
Y para saber qué es lo que las partes quieren lograr en el proceso de mediación, lo primero que hacemos es efectuar las preguntas adecuadas que definan ese objetivo.
Porque trabajar sin una visión de futuro posible y palpable es perder el tiempo, cuyo valor es tan singular que una vez que lo perdemos no lo podemos recuperar.

Lo que desaprovechamos es la posibilidad de avanzar y lo que nos da ruedas a tales fines son las preguntas. Con preguntas asertivas llegan respuestas enriquecedoras. No hay respuesta fuera del mediado o del coachee. Es por eso que las sugerencias no son adecuadas, ya que surgen de nosotros y nuestra atención debe estar puesta en las respuestas espontáneas o naturales de quienes tenemos al frente. Si las respuestas surgieran de nosotros, todas las mediaciones serían iguales. Realizar sugerencias no es escuchar.
Es por eso que desde la escucha activa, con todo lo que implica (herramienta también fundamental en coaching), surgen las preguntas más relevantes, esas que generan silencios y provocan insights (“darse cuenta”) en los mediados. Esperar la respuesta desde este lugar puede hasta provocarnos entusiasmo. No son preguntas curiosas; son preguntas formuladas por un ser libre de juicios hacia otro ser libre de juicios. Trabajar con lo que se dice y con lo que no se dice, hasta que todo aquello que configuraba el fondo, ahora sea la figura.
El coaching es “conversación” y la mediación es “conversación”. Ambos procedimientos buscan el cambio de observador; buscan que las partes vean a la realidad que viven, bajo juicios diferentes de los que traían en un principio.
Porque si cambian su modo de observar la realidad, cambia la realidad misma, que no es más que una elaboración propia y singular de cada persona de acuerdo con su historia, y en este marco el conflicto se configura como tal. Los juicios o preconceptos que traen a mediación son los que no permiten la visualización y vivencia de su realidad desde su ser, es decir desde lo que son, libres de todo mandato.
Para considerar exitosa a cada reunión de mediación, las partes debieran salir a la calle y observar a la realidad de manera diferente, aunque sea en forma parcial.
El efecto de la mediación, trabajado desde esta óptica, debería traducirse en el comienzo de una transformación, porque de hecho la mediación es una instancia de aprendizaje que habilita a la transformación. Vivenciada de ese modo, nos contactamos con el espíritu y la vocación que nos invitó a ser mediadores.
Los tiempos de las partes para audiencias de tipo patrimoniales, de acuerdo con el objetivo que los trae a mediación, no permiten este tipo de proceso. En cambio, en cuestiones familiares y comunitarias, podemos aplicar herramientas del coaching que inclusive hacen al eje troncal de la mediación.

De hecho cuando hablamos de “partes”, nos estamos refiriendo a hombres y mujeres a nivel integral. Sabemos que si están en mediación es porque algo los aqueja y no lo están pudiendo resolver por sí mismos. Llegan en búsqueda de soluciones, pero son ellos los que deberán encontrarlas en su interior. Y aquí está la relevancia de la pregunta. Al igual que el coach, acompañamos mediante preguntas durante el proceso.
Cuando conversamos con las partes, percibimos con todos nuestros sentidos (escucha activa) las emociones que los atraviesan -que suelen tornarse contagiosas- habitando las salas de mediación.
La tristeza, la desesperación, la desesperanza, el enojo, los celos, están en cada palabra y en cada gesto. Hablamos de “partes”. ¿De qué otra manera las podríamos llamar? Quienes llegan a mediación lo hacen con todo su ser.
Y nosotros los podemos escuchar, desde nuestro ser, libres de todo juicio. Desde allí surgen las mejores preguntas, las que abren un universo de sentido, que tienen que ver con el mundo del otro. Éstas, son las preguntas más poderosas.

Comentarios 1

  1. Gaston Gusmerini says:

    Muy claro.y profundo

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