Memoria militante y feminista

Por Alicia Migliore (*)

“…Cuando preguntamos por qué la mitad de la especie humana ha de ser meramente auxiliar de la otra –por qué cada mujer ha de ser un mero apéndice de un hombre- sin que se le permitan intereses propios para que nada haya en su mente que pueda coartar los intereses o el placer de él, la única razón que puede aducirse es que así les gusta a los hombres” Harriet Taylor Mill (1807-1858)

Esta afirmación de Harriet Hardy (o Taylor Mill) encuentra una ratificación absoluta en la conducta de ocultamiento e invisibilización forzada de las mujeres en nuestra historia.
No existe otra causa remotamente probable para el olvido y la negación de las grandes mujeres de la historia.
Éste es el caso de María Teresa Merciadri de Morini, quien por su trayectoria y actividad merece ser bandera de ésta, su ciudad natal. Aunque moleste a los hombres, “dueños de la cosa pública”.
Que las mujeres accedieran al derecho al voto, con Eva Duarte como promotora, coronando las luchas iniciadas por Elvira Rawson Guiñazú, Alicia Moreau, Victoria Ocampo, Emma Day, y tantas otras, no significó que accedieran a los derechos políticos.
Que las mujeres debieran ser incluidas en las boletas de legisladores nacionales, por gestión de Margarita Malharro de Torres, secundada por Florentina Gómez Miranda, Norma Allegrone de Fonte, Inés Botella y varias más, no logró una efectiva participación en el derecho a ser elegidas, por artilugios masculinos que acordaron, multipartidariamente, ubicarlas en lugares de nulo acceso a sus bancas.
Fue esta cordobesa, diminuta y entrada en años, la que en absoluta soledad planteó una lucha desigual a la Nación Argentina, bregando por un espacio de poder real para las mujeres de su país.

Tan evidente era el atropello de los hombres en la política, que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) acogió el reclamo de María Teresa, y desde entonces, las mujeres de todos los partidos políticos deben necesariamente integrar las listas de candidatos que ocupen sus bancas en el Congreso de la Nación, como senadoras o diputadas, en un porcentaje de 30%, bajo pena de nulidad, en caso de omitirse o violarse los lugares establecidos por decreto reglamentario de la Ley de Cupo Femenino.
La medida de acción positiva legislada, su violación sistemática y la solución amistosa impulsada por la CIDH, tuvieron tal trascendencia internacional, que fueron muchos los países que adoptaron medidas similares con nombre como ley de cupo, ley de cuotas, etcétera.
Las universidades de todo el mundo analizan en sus currículas relativas al género las disposiciones legales y la intervención internacional.
Y aquí, en su ciudad natal, donde desarrolló su actividad, su vida, su trabajo, su militancia, donde la buscó la muerte a sus 102 años ¿quién conoce a María Teresa Merciadri, quién la recuerda, quién sabe su logro internacional con proyección nacional y mundial? ¿Saben acaso las mujeres que ocupan espacios legislativos que eso resulta posible por tanta batalla judicial?
Creemos que es muy importante la docencia que se hace de la historia completa, en la que las mujeres también son protagonistas, porque ésa es la historia real.
Consideramos que la ciudad le debe su homenaje, porque con su lucha y la referencia indispensable, la posicionó en todas las universidades del mundo. Pensamos que es imprescindible que una calle importante lleve su nombre. Nos parece de estricta justicia que su historia se enseñe en las escuelas, que su nombre se transforme en una bandera de la rebeldía propia de este emplazamiento mediterráneo, atravesado por vientos comechingones, andaluces y la brisa siempre renovada de la Universidad Nacional.
Sabemos que no se respeta ni se aprecia lo que se desconoce.
Pensamos que hay distintos grados de responsabilidad en este “olvido” manifiesto e intencional, pero puede plantearse un podio de los abanderados de la amnesia…
Adjudicamos primordial defección en el tema al partido político que la contó entre sus filas, la Unión Cívica Radical, que lejos de apropiarse de tan importante personaje, la oculta entre las sombras, dudando en considerarla entre sus próceres (será por aquello tan masculino de apropiarse de las palabras que siempre se han reservado esta designación para ellos).
Podemos repasar a qué se denomina prócer: del latín procer, prócer es un adjetivo que permite señalar lo elevado, alto o eminente. Como sustantivo, un prócer es una persona distinguida, valerosa y de alta dignidad que contribuyó al engrandecimiento o a la liberación de su comunidad.

Creemos que María Teresa reúne las condiciones personales para ser considerada prócer por cuanto contribuyó a la liberación de las mujeres argentinas y, en consecuencia, al engrandecimiento de la comunidad nacional.
No podemos eximir de responsabilidad a quienes conducen los destinos de la ciudad y de la provincia, por cuanto se esmeran en la búsqueda de personalidades que representen sus paradigmas, y apelan a imágenes de artistas, descalificando a una personalidad política de semejante envergadura.
Quienes creemos en la política, como herramienta transformadora, pensamos que es indispensable rescatar los ejemplos de grandeza. Y éste será sin duda, el talón de Aquiles de todos aquellos que pretendan competir con la memoria de María Teresa, porque no conocemos otro caso de semejante entrega para que otras accedan a los derechos, al menos reciente.
Y las mujeres, ¿qué lugar de la amnesia pueden ocupan? La lucha que llevó a cabo esta cordobesa se convirtió en un pasaporte a un espacio genuino de poder para todas aquellas que participan en política, cualquiera sea su partido o ideología.
¿Dónde están las propuestas para emplazarla en el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada?
No parece casual que las mujeres que la política permite visibilizar sean personas que concitan pasiones extremas… ¡y no demasiadas, no vayan a creer que son iguales y tienen los mismos derechos que los hombres!
Los medios periodísticos, que se enorgullecen de la investigación paralela a la justicia, cuando no es más exhaustiva, ¿cómo explican que la imagen de las mujeres políticas esté ligada a la superficialidad o a la ostentación?
Recientemente se ha instalado que es condición necesaria para dedicarse a la política ser “conocido”, sin importar cómo ni por qué. Y se acude en búsqueda de representantes a cantantes, deportistas, empresarios, locutores, etcétera, y -en algunos casos- a víctimas de tragedias a las que se les abrieron las pantallas televisivas, o la emisión radial. Se acude a la banalización de la política, como si la cuestión pública del bienestar común dependiera de una cuestión de imagen, de apariencia, de cáscara sin contenido, pero con la credibilidad necesaria que el imaginario colectivo construya. No importan sus ideas o creencias, ni sus aptitudes o ineptitudes, alcanza con que su nivel de popularidad lo haga digno de ser acompañado, sin conocer el destino al que pretende conducirnos
La educación permanente en valores haría posible la construcción de una sociedad distinta y mejor, con mayor responsabilidad y solidaridad. En este desafío deberían estar involucrados todos los actores sociales, educadores, periodistas, políticos, miembros de la sociedad civil, rescatando ejemplos relevantes, que -por otra parte- no abundan.
Allí descorreríamos el velo para encontrar mujeres, como María Teresa, que pusieron su capacitación al servicio de las generaciones por venir, que abrieron caminos cuyo destino final no lograban avizorar, que rompieron techos de cristal y vallas pétreas que paralizaban a sus congéneres.
Zigmun Bauman habló de la sociedad líquida, ésta de la posverdad, en la que nada tiene valor alguno. La vida de todos y cada uno tampoco tiene valor. Es tiempo de recuperar lo auténticamente valioso y es nuestra responsabilidad.

(*) Abogada-Ensayista. Autora del libro Ser mujer en política