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Los riesgos de la infancia presente

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

El pasado día 10, en un comunicado de prensa, Unicef Argentina visibilizó una realidad sobre la infancia que resulta uno de los principales problemas y urgencias del país pero que no recibe la importancia de las esferas públicas ni la sustentabilidad en articulación de políticas en el tiempo que merece sobradamente.

Más de un millón de niños y adolescentes en nuestro país han dejado de comer alguna comida -desayuno, almuerzo, merienda o cena- por falta de dinero, de acuerdo con la Encuesta Rápida sobre la situación de la niñez y adolescencia 2022 de Unicef, representativa de la totalidad de los hogares en el país.

Se trata de una situación que también afecta a tres millones de adultos, según los datos de la misma organización. La insuficiencia en los ingresos ha generado una reducción de 67% en el consumo de carne y de 40% en la ingestión de frutas, verduras y lácteos, con las obvias consecuencias de déficit nutricional que eso trae aparejado. 

Las principales causas de esto son, cuándo no, la inestabilidad laboral y la insuficiencia en los ingresos de los hogares con niños, a raíz de la inflación y el deterioro de la situación económica que se verifica entre nosotros, otra de las consecuencias, quizás la más miserable, de la al parecer eterna crisis por la que transitamos colectivamente. 

Los números son terribles, sobre todo por la cantidad de personas que sufren en la realidad, representadas por tales cálculos: uno de cada tres hogares no puede cubrir sus gastos corrientes y 50% no puede solventar los gastos escolares, entre ellos la compra de libros y útiles. Uno de cada cuatro hogares dejó de ir al médico o al odontólogo y casi 20% suspendió la compra de medicamentos. Además, más de 30% tuvo que recurrir a ahorros o al pedido de dinero a familiares para poder hacer frente a necesidades básicas. Ante la falta de recursos, 20% de los hogares recurrió al endeudamiento, principalmente con la Anses, con un crédito bancario o apeló a prestamistas informales, con el riesgo de entrar en una espiral de endeudamiento de la que no pueda salirse y que, en lo inmediato, genera presiones adicionales sobre los ya insuficientes ingresos disponibles. 

Conforme Sebastián Waisgrais, especialista en inclusión social de Unicef Argentina: “Los resultados del estudio muestran que hay un declive de la clase media, por el que la insuficiencia de ingresos genera la necesidad de usar ahorros o endeudarse para mantener condiciones de vida mínimas para la niñez, mientras que en aquellos hogares ya situados en la pobreza el resultado es la falta de un plato de comida”. 

Entre las múltiples aristas negativas mediatas que detona esta situación pueden mencionarse, entre varias otras, los impactos socioemocionales que tienen en los pequeños las alteraciones con las comidas y su efecto en el descanso, respecto de su desarrollo. Por lo mismo, 50% de los hogares considera que los niños y adolescentes finalizará el nivel en curso con menos aprendizajes de los que deberían haber logrado, que ya de por sí en la mitad de los consultados se expresa que los brindados en la escuela son escasos. 

El riesgo del analfabetismo tecnológico y una brecha en la materia es algo actual: en este año respecto del anterior se han reducido de 42% a 26% los hogares que no tienen computadora o tableta para la realización de las tareas escolares y de 30% a 8% quienes no tienen celulares, en el mismo período. Uno de cada cuatro hogares no cuenta con ningún dispositivo en el hogar disponible para la realización de las tareas escolares. 

Un aspecto crítico es lo atinente a la violencia: más de 300 mil mujeres reportan que se sienten agredidas; 24% de los adolescentes indica haber presenciado una situación de bullying en sus escuelas y 7% haberlo sufrido personalmente. 

Se trata de cifras que muestran el padecimiento de millones de personas. No debería pasarles desapercibido a quienes deben entender en el tema, con efectividad y no apelando a las declamaciones habituales.

Siempre debe recordar que aquello que les pasa a los niños no queda solo en ellos: se proyecta en el futuro. Algo similar sucede con las mujeres en gestación. Pocas veces se determina en el presente aquello por venir que al resguardar o desproteger a estos dos grupos, que presentan las condiciones más vulnerables en el ser humano. 

En tal sentido, nos quedamos con una frase de Bleichmar de su obra La subjetividad en riesgo: “La infancia y la adolescencia constituyen momentos centrales para la constitución subjetiva, en las que las condiciones histórico-sociales particulares tienen un rol central”, respecto de su crecimiento, desarrollo y hasta de su construcción identitaria. 

Por lo mismo, sus carencias en el presente serán los problemas futuros que deberán afrontar las sociedades. Algo que nunca debe perderse de vista; en particular, por quienes son pagados por nuestros impuestos para que estas tragedias sociales no ocurran. 

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas. (**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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