ESCUCHARLas nuevas tecnologías se han desarrollado en un espacio de desregulación, sin intervención del Estado, que está buscando empezar a regular los criptoactivos, las stablecoins y el dinero público digital, encontrando que algunos actores piensan que la regulación es imprescindible para que sus negocios sean sostenibles.
Miguel Ángel Fernández Ordónez, economista español, en su artículo «La regulación del dinero digital», publicado en Dinero Digital y Sistemas de Pago 2022, publicado por la Fundación FIDE, sostiene que el debate sobre la reforma del dinero adquirió una dimensión y una aceleración increíbles, transcurriendo en paralelo a una explosión de aplicaciones prácticas de nuevas tecnologías desarrolladas en un espacio de desregulación con un discurso que predicaba como innecesario el papel del Estado.
Parte de la concepción de que el bitcoin no es ni puede ser dinero y por tanto, desde el punto de vista de la estabilidad financiera, inquieta menos que otras propuestas que tienen más posibilidades de ser utilizadas como medios de pago, las que impactarán en la protección al consumidor, la integridad del mercado, persecución de financiación al terrorismo y blanqueo de dinero, desincentivación del cobro de chantajes «ransomware», entre otras cuestiones.
La variación de los criptoactivos, tanto positiva como negativamente, afectará únicamente a quienes invirtieron en esos productos, y no a la ciudadanía en general, destacando que por ello los bancos podrán transaccionar con ellos, pero no incluirlos en sus balances, porque las crisis de los bancos sí traen consecuencias que pagan todos.
Como alternativa al dinero destaca las stablecoins, que son una promesa de devolver dinero en la moneda oficial respaldada en un conjunto de activos, siempre que sean bien reguladas. Es decir, las stablecoins son dinero privado, ya que no son emitidas por los bancos centrales y, a su vez, son una promesa de devolver dinero público.
El potencial problema de estas monedas es que su utilización sea masiva, afectándose la garantía de convertibilidad 1 a 1 con el dinero público, ya que es alta la probabilidad de que se respalde con activos financieros con riesgo, aun cuando ese riesgo fuere bajo, al no poder cumplir con la promesa de devolver a los clientes su dinero en la moneda oficial. A esto, Fernández Ordóñez agrega el problema de que estas entidades podrían crear dinero y, por tanto, la política monetaria se complicaría enormemente al no estar absolutamente bajo el control del Banco Central. Su alternativa de solución es que se exija como respaldo un 100% de dinero público, es decir que esos activos no asuman riesgo alguno.
La precisión formulada por el economista respecto a quién sufre el riesgo de las criptomonedas y su consideración que por tal característica no es dinero, es de gran significancia. Luego de esta lectura, se puede asimilar la situación a un billete de la lotería, que también se lo llama billete, pero no por ello, se lo considera una moneda. También, este billete tendrá un impacto en la economía de una o muchas personas, tanto si ganan la lotería, como si pierden lo invertido, pero exclusivamente en aquellas que intervinieron en el juego de azar, el resto de la ciudadanía estará exento tanto de sus beneficios, aunque les afecte su envidia, como en las pérdidas, generándole cierta satisfacción de no haber arriesgado.
Con relación a la necesidad de regulaciones, es una constante en el comercio que no quiere ser regulado, y en los efectos de las decisiones de los comerciantes en terceras personas, principalmente consumidores, que exigen que el Estado, como órgano rector de la vida pacífica en sociedad, elabore parámetros que ordenen la conducta de unos y otros. Nadie quiere ser controlado, desde los menores de edad a los bien adultos, pero cierta supervisión evita excesos.
* Abogado. Especialista en derecho informático
