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La protección de la identidad en tiempos de las redes sociales (II)

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 Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **

La preocupación por el uso de la tecnología y las redes sociales y su relación con los derechos de las personas es un tema recurrente en nuestra columna. Hablábamos en la pasada columna de los riesgos para la identidad de las personas que representan las nuevas formas de relación virtual, tales como Facebook, Instagram, Twitter o WhatsApp.
Esta semana continuamos sobre el tema de analizar la cuestión a la luz de los derechos a la privacidad y la legitimidad que tienen terceras personas para subir fotos, datos personales y “demás yerbas” de otras.
Una cuestión no menos importante de esto es que tales casos se dan respecto de menores o personas jóvenes. Ellos, por ser quienes más utilizan estos medios, son también quienes están más expuestos a sus abusos.
Al respecto, el portal británico The Parent Zone publicó un estudio realizado por Knowthenet, que señala que antes de que un niño cumpla cinco años sus padres habrán subido unas 973 imágenes suyas a Facebook e Instagram, lo que equivale a dos fotografías por día.
La publicación de fotografías sin el consentimiento del interesado puede ser considerado un avance cobre su privacidad. Es por ello que en algunos lados existen reglas que castigan a quien lo haga, por ejemplo en Francia, donde existe un control estricto sobre las fotografías que se publican en Internet sin el aval de los involucrados, las multas, que pueden llegar hasta 45 mil euros, las que incluyen la posibilidad de sancionar a los padres que postean fotos de sus hijos en redes sociales.
Justamente en Austria una joven, al alcanzar la mayoría de edad, decidió demandar a sus padres para que retiren de Facebook las fotos de ella cuando era pequeña.
Bajo la reserva de identidad de acuerdo a las leyes de privacidad de Austria, la joven dijo que esas fotografías violan su privacidad. “No les importó si estaba sentada en el inodoro o si estaba desnuda en la cuna, con esos retratos cada momento privado se convirtió en algo público”, dijo la demandante en una entrevista al diario austríaco Heute.
La decisión de la joven no fue de improviso sino que -antes de judicializar la cuestión- les pidió a sus padres que quitaran las fotografías de ella en Facebook pero éstos se opusieron a ello bajo el argumento de que, como habían sido los autores de los retratos, podía hacer lo que quería con las imágenes.
“Estoy cansada de no ser tomada en serio por mis padres”, dijo la joven, cuyos progenitores han compartido los momentos privados de su infancia con cerca de 700 personas. Tras agotar las instancias en el ámbito familiar, inició la demanda apenas cumplió los 18 años.
Como expresan algunos profesionales de la psicología, sobre todo la especializada en niños y adolescentes, parecería ser que cuando se trata de Internet no se tiene que pedir permiso, hay como un derecho adquirido, una impunidad que da el decir “tengo mi cuenta de Facebook y subo lo que quiero”. También destacan que el ser padres no confiere una potestad absoluto respecto del hijo en nada, su imagen incluida. No hay una conciencia de preguntarse si eso que se sube a las redes puede llegar a dañar o no psíquicamente al niño. Y si no contemplan su punto de vista, aun presunto, de si al hijo puede o no gustarle, se está tomando a ese hijo más como una propiedad que una persona.
El tema no es menor y la posibilidad de que los hijos demanden a sus padres al sentirse invadidos es una realidad en el mundo, aunque en nuestro país, donde no existen leyes específicas, aun es un escenario lejano, más allá de que haya herramientas legales suficientes para que un menor pueda demandar a sus padres si se siente afectado. Sin embargo, cuestiones como éstas nos llevan a preguntarnos ¿hará falta que un hijo demande a sus padres para sentirse respetado? Lo deseable es que no, pero la lamentable realidad indica que ello es más común de lo que creemos.
Obviamente, la invasión a la privacidad no siempre se produce desde un afecto mal entendido. Otras veces, y en no pocas ocasiones, es un vehículo del odio, como veremos la semana próxima.

* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. **Abogado. Magister en Derecho y Argumentación Jurídica.

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