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La buena comunicación: una herramienta a la medida de la crisis actual

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Por Adriana Orsi Stuckert

Vivimos momentos sociales de grandes transformaciones. Realmente el mundo es un lugar extraño para vivir y aprendemos a comunicarnos sobre la marcha. Cuando las relaciones van bien, fluye la vida, el conflicto no aparece, se esconde. Cuando nos comunicamos mal, todo funciona mal, todo se oscurece y el conflicto puede escalar hasta convertirse en montañas de malentendidos, dicotomías, malas interpretaciones que transforman en problema algo que no se supo controlar.
La incomunicación desune, separa, provoca, pide levantar la voz, dar portazos, ir de prisa, cerrar la mente. Irrumpe y se convierte en un cisma doloroso, a veces insoluble y al fin hace que quedemos enterrados en conflictos que se hubieran podido evitar con buenas prácticas. Comunicar no es tan fácil como respirar. Acatamos modalidades que nos parecen apropiadas para el fin. Entender cómo funciona la comunicación es una parte fundamental de nuestro bienestar relacional y crecimiento personal.
Uno de los primeros procesos que cambió al hombre hace millones de años fue la comunicación y hoy ha tomado diferentes modalidades que, desde nuestro espacio de mediadores, podemos transparentar para un mejor vivir. La globalización nos despertó, nos hizo saber que éramos más y juntos en el mundo, que éramos multirraciales y diversos. En las empresas, el trabajo en equipo es la tendencia y se comenzaron a resquebrajar las estructuras jerarquizadas y los procesos se tornaron más horizontales. En la familia, cada integrante trae no sólo el problema inmediato sino toda una historia de expectativas, presunciones, heridas y deseos insatisfechos que yacen como fantasmas en medio de las conversaciones.
Cómo van a latir las emociones en este tiempo de cambio, a qué velocidad van a marchar, qué expresividad e intensidad tendrán, son las grandes incógnitas. Lo que sí podemos prever es que tendremos que manejarlas y así no sucumbiremos al temible caos. Hoy, más que nunca, debemos entender y respetar los ritmos afectivos si pretendemos acompañar a los demás. La reactividad es mala consejera.
Nada se repite de igual manera. El cambio aparece con características que pudieron haber tenido historia, pero es impredecible y debemos estar preparados para soltar viejos hábitos viciosos. Debemos redescubrir a la persona; es claro que tenemos estados internos disímiles, intenciones, expectativas o ansiedades diferentes. No hay que dejar que el estigma de que “todos somos diferentes”, de que “nadie se parece a nadie” nos delate como estancos, como bloques de mármol que no se mueven al devenir, ya que tenemos que marchar rápido en este nuevo engranaje en que nos ha puesto la vida. Sólo con la buena comunicación empezará a marchar sin ruido. Usemos el coraje, las buenas formas, ya que la ayuda y la solidaridad sólo llegan cuando la comunicación es ordenada y melódica.
La única manera de lograr mantenernos juntos y a la par es mediante la comunión comunicacional. Esto es: estar unidos, los unos con los otros, adaptándonos a nuevas voces, dejando que el devenir no nos atrape en el enojo, la rabia, la furia y nos aplane en peleas “a lo tonto y a lo loco”.
Los mediadores damos pautas y frases que a veces resultan aleccionadores: “ponga cada uno algo de su parte”.
Hoy, hay que poner en marcha la brújula de la comunicación eficiente, positiva, ordenada, atenta, y en plena conciencia, ya que nadie se parece a nadie, lo que implica un mayor esfuerzo colectivo. Cada persona debe aprender sus propias lecciones y nadie está en el mismo nivel en la vida.
En momentos de crisis no hay tiempo de inspirar al otro para que se dé cuenta por sí mismo, ni de hacerlo reflexionar. Si podemos lograr que las emociones no nos dominen, sería una puerta abierta a la comunicación eficiente. Habrá personas más dispuestas que otras, sin duda alguna.
La gran sorpresa en situaciones de crisis es descubrir la enorme capacidad de la que disponemos, empezando a explorar maneras de pensar y de hacer las mismas cosas de formas diferentes. De repente el panorama social, laboral, tecnológico y económico se ha transformado. ¡Despertemos! Y si había alguna célula de nuestro ser adormecida la pongamos en funcionamiento, dando ejemplo en la manera de comunicarnos, con frases que usamos los mediadores: “El control de la conversación lo tiene el que escucha y no el que habla”. Y otra: “Todo lo que resistes, persiste, lo que aceptas se transforma”.
Seamos conscientes de que la armonía en las relaciones ayuda a cambiar nuestros entornos y el de las personas con las que guardamos una relación. Aprovechemos estos momentos para cambiar la ira en razonamiento, el miedo en calma. Haciéndolo, habremos cambiado el mundo para mejorar.

Comentarios 1

  1. Dario Domingo says:

    Muy bueno Adriana!! Seria bueno que muchos y no pocos sepamos interpretar esto de la forma que lo analizas vos.Realmente se podria cambiar el mundo.En especial en este momento donde despues de esto se espera un cambio de todos para mejorar el planeta.Dios te bendiga y bendiga a tu famila!!

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